Prefacio

1321 Words
     Se dice que el mundo se divide entre presa y depredador, es parte del equilibrio natural de la vida. Las personas fuertes dominan sobre los débiles, cada uno cumplimos con nuestro papel en este siclo de la vida. La pregunta es:      ¿Serás la presa o el depredador?     Hace mucho yo fui la presa, la típica chica de anteojos, corrector dental, y una falda por debajo de mis rodillas. Por alguna extraña razón las personas asumían que estos rasgos son el indicativo de:      «Chica lista».      Un grave error, mi inteligencia no iba más allá que el promedio. Algunas de mis calificaciones eran un asco, y el echo de tener que trabajar todos los días para ayudar a mi madre con los gastos después de que mi padre nos abandonara, no ayudaba mucho a mejorar mi promedio estudiantil dejándome con las peores elecciones de estudios, si es que conseguía pasar a la universidad.      Agreguemos que no tenía para pagarla y las becas no son regaladas.      Para modelo ya valía madre, mi cuerpo tenía más de una llanta y comer era mi pasión. Como cantante, hasta el agua se iba cuando comenzaba a cantar en la ducha. De empresaria surgida de la nada rompiendo esquemas y pasando a ser una prominente magnate, mejor ni hablarlo, es que de pensarlo hasta daba risa.      Así que hice lo único que podía hacer, dormir de cuatro a cinco horas al día, y en ocasiones hasta menos, quemar mis pestañas estudiando, y convertirme en la secretaria personal mejor pagada de Nueva York.      Toda una proeza, dirán algunos, otros que esperaban algo mejor, pero oye, este es el mundo real, aquí no hay hadas madrinas ni genios que te cumplan deseos.      Luego de dejar ir mi adolescencia y con ella mis frenillos, cambiar mis gafas por lentes y vestirme como persona decente y profesional y sobre todo, jurar que nunca más me permitiría verme así, logré un pase como becaria en una de las empresas más importantes.      Corporaciones Wolling es una de las empresas más importantes a nivel mundial, en sus manos se desarrollan exportaciones, tienen compañías petroleras, empresas de construcción, sectores agrícolas con productos exclusivos de alta calidad para la élite de la sociedad, etc.      Abrirme un pequeño huequito en este gran mundo no fue nada fácil, a duras penas si conseguí entrar. Permanecer aquí fue otra historia, tuve que pelear y arrastrarme literalmente por ello. Son incontables las noches que pasé trabajando en la oficina con una café rancio como compañía para terminar mi trabajo, y aun así estar a tiempo al día siguiente.      Y al fin después de tantos años de esfuerzos en un cubículo de mala muerte al lado del baño, el puesto de secretaria personal es mío. Por alguna extraña razón este se mantiene desocupado la mayor parte del año, hasta que la secretaria en el corporativo abre una convocatoria para seleccionar de los que se presenten, al futuro trabajador mejor pagado de la empresa.      Aunque ellos no han logrado ni cobrar cuatro meses su salario, la que más cerca estuvo fue Carla Beilin, hace cinco meses. Por alguna extraña razón todos terminan renunciando al puesto.      Eso ha traído muchas suposiciones y comentarios como es de esperarse. Nadie dice nada al respecto después de presentar su renuncia, solo toman su bono, uno muy jugoso, dicho sea de paso, y se marchan para no regresar.      El misterio detrás de esto ha hecho que muchos no se presenten, pero un cuchicheo no iba a detenerme. Y aquí estoy, ahora es todo mío. Estamos ablando de prestaciones elevadas, y un salario de treinta y cuatro dólares la hora, más un extra por viajar.      Se preguntarán: ¿A quién le pagan dinero en su trabajo por viajar? Pues al parecer a mí sí.      El dueño de la compañía, el señor Wolling, no viene a la empresa, maneja todo a través de sus dos secretarias, Raquel, que es su secretaria aquí en la compañía, y ahora yo, su secretaria personal. Además de las videoconferencias que realiza, porque jamás a asistido a una junta personalmente desde que yo trabajo aquí, y ya llevo seis años de ello.      Lo bueno es que con ese dinero ahora puedo pagar una mejor escuela para mi hermano Calem y mamá podrá comprar sus medicamentos para la artritis sin tener que pasar dolor por ahorrarlos, porque es eso o pagar la renta.      Y eso nos deja aquí, sentada en un avión que me llevará a mi destino para iniciar mi primer día de trabajo. El problema es el lugar hacia donde me lleva el avión. Mi vuelo privado se dirige rumbo a Alaska.      Debo decir que esto no me preocupo, la verdad es que después de pensarlo un poco me resultó adecuado dado mi problemita, uno insignificante.      Soy ninfómana, no solo pienso en el sexo como todos creen, sino que experimento una pulsión difícil de dominar que me impulsa a buscar constantes relaciones sexuales, que suelen terminar en conductas de riesgo para mí.      Como si fuera poco también tengo Dacrifilia, que no es ninguna enfermedad ni nada parecido, simplemente es la parafilia en la que una persona se excita con las lágrimas o el llanto de otra. Ya pueden imaginar cómo ha sido mi vida cuando tengo que ver a alguien llorar en un velorio y en lo único que pienso es en que me cojan tan duro que me duela hasta el hígado.      Pero bueno, eso no es algo de lo que tenga que preocuparme en Alaska, en donde la población del lugar hacia donde voy es de apenas cien personas. Mucho menos con mi jefe que de seguro debe ser un hombre barrigón y barbudo de dientes amarillos que le apesta hasta el respirar. Aunque eso no lo sé ya que nunca lo he visto, y las r************* solo muestran imágenes de cuando era niño.      En fin, no creo que eso vaya a ser un problema y he ahí lo bueno para mi situación, ya que ni estando es mis peores crisis he caído tan bajo. Como en mi última consulta el médico me recomendó un poco de abstinencia regulada, recibir este empleo me ha caído en buen momento, y es lo que me tiene justo ahora aquí, dentro del baño en el avión, con el piloto introduciendo su intimidad en la mía mientras yo pienso en mi nuevo vecino, al que le apretaré las narchas en cuanto regrese o me despidan, lo que sea que pase primero.      Llego al punto del clímax con este pensamiento mientras él jadea en mi oído y el gesto me molesta, así que lo aparto de inmediato reacomodándome la ropa y mirándome en el espejo mientras cierra su portañuela con una gran sonrisa. Ruedo los ojos y me enfoco en limpiarme el sudor y retocarme el maquillaje.      El hombre del que no sé ni el nombre más que su cargo abre la puerta y una chica con uniforme impecable nos recibe con los brazos cruzados y un puchero nada agraciado. Él pasa por su lado cubriéndose el rostro apenado mientras huye hacia la cabina del avión, dejándome a mí con menudo problemón viéndola a nada de llorar y ahora que él se ha ido no es como que pueda resolverlo, y no me van las mujeres.      Ups, creo que ella lo quería para sí y que me observe con mala cara lo confirma ―. Tranquila, eso no es jabón que se gaste ―. Le hago un giño y me alejo ante de que se eche a llorar tomando asiento mientras con el mayor descaro pido una botella de champan sin abrir. Ni loca pido una copa o terminaré bebiendo su fluido salivar.      Brindo conmigo misma disfrutando del hermoso porvenir que aparece en mi vida, en donde el sol me sonríe finalmente por primera vez, o al menos eso es lo que espero.      Como dicen por ahí, nunca cantes victoria antes de tiempo … 
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