A medida que seguimos adelante, sé que el camino será difícil. Las cicatrices en mi espalda son un recordatorio constante de mi pasado, pero también son una prueba de mi fuerza y resistencia. A medida que Tomas y yo trabajamos juntos para luchar por un mundo más igualitario, veo en él no solo un aliado, sino también un hombre dispuesto a enfrentar sus propios demonios y a caminar a mi lado en este viaje de redención y esperanza. Y tal vez, solo tal vez, podamos encontrar una manera de sanar juntos y construir un futuro en el que nuestras diferencias no sean motivo de división, sino de unión.
Era un día soleado, y Tomas me había invitado a un evento en la ciudad. No estaba segura de qué esperar, pero decidí aceptar su invitación. Me encontré parada frente a mi espejo, ajustando el vestido que él mismo había elegido para mí. La tela era suave y lujosa, algo completamente diferente a lo que había sentido antes. Mis dedos se deslizaron por la seda, asombrados por la textura y la calidad. No podía evitar sonreír, sintiendo una mezcla de emoción y nerviosismo.
Cuando llegamos al evento, me sentí como si hubiera entrado a otro mundo. Las luces brillaban en el salón, y la música flotaba en el aire. Me paré junto a Tomas, sintiendo una mezcla de asombro y timidez. No estaba acostumbrada a este tipo de ocasiones, y me preguntaba si encajaría en un lugar como este.
Tomas me miró y sonrió, como si supiera lo que estaba pensando. "Estás radiante", dijo con suavidad. "Eres la persona más hermosa aquí".
Mis mejillas se sonrojaron ante su cumplido. "Gracias", murmuré, todavía un poco abrumada por todo lo que estaba pasando.
A medida que caminábamos entre la multitud, pude sentir las miradas curiosas y sorprendidas que se posaban en mí. Era evidente que mi apariencia llamaba la atención, y aunque me sentía un poco incómoda, también me sentía orgullosa de mi identidad y mi belleza única.
Un grupo de damas de sociedad se acercó a nosotros, y pude escuchar sus susurros mientras me observaban. "¿Quién es esa mujer?" preguntó una de ellas en un tono intrigado.
Tomas me miró y luego respondió con una sonrisa en su rostro. "Permítanme presentarles a Elizabeth. Es una amiga muy especial".
Me incliné ligeramente en señal de saludo, sintiendo la tensión en el aire mientras intercambiábamos corteses palabras. Aunque estaba siendo educada, podía sentir que mi presencia no era del todo bienvenida. Me di cuenta de que mi apariencia y mi origen mestizo eran una rareza en este mundo de alta sociedad.
Después de un rato, Tomas y yo nos alejamos del grupo. "No tienes que hacer esto si no te sientes cómoda", me dijo en voz baja.
Sacudí la cabeza con determinación. "No, quiero estar aquí. Quiero ser vista, no como una curiosidad, sino como alguien que tiene voz y poder".
Tomas asintió con admiración. "Eres increíble, Elizabeth. No importa de dónde vengas, siempre brillas con una belleza única".
Con sus palabras resonando en mi mente, seguí adelante en el evento, desafiando las expectativas y demostrando que mi belleza exótica era algo que debía ser celebrado, no ocultado. A medida que la noche avanzaba, me di cuenta de que tenía el poder de cambiar la percepción de las personas y de dejar mi huella en un mundo que me había sido ajeno. Y mientras bailaba y sonreía, sentí que por primera vez, estaba experimentando la dulzura de la vida en una tela cara y suave que envolvía mi cuerpo.
Esa noche en el evento, mientras nos mezclábamos entre la multitud, Tomas me miró con cariño y dijo: "Estoy tan orgulloso de ti, amiga. Estás brillando en medio de todo esto".
Sus palabras me tomaron por sorpresa y una mezcla de emociones me invadió. Aunque había compartido momentos íntimos y conversaciones profundas con Tomas, me sentí molesta al escucharlo llamándome "amiga". Era como si en ese instante, todo el progreso que habíamos hecho en nuestra relación hubiera sido desestimado.
Me detuve y lo miré, mis ojos mostrando una mezcla de confusión y frustración. "¿Amiga?", repetí, sin poder ocultar mi molestia. "¿Es eso lo que soy para ti?"
Tomas se detuvo también y me miró, pareciendo desconcertado por mi reacción. "Elizabeth, lo siento. No quería ofenderte. Sabes que eres mucho más que una amiga para mí".
Cruzé los brazos sobre mi pecho, sintiéndome vulnerable y herida. "Entonces, ¿por qué me llamas 'amiga'? Sabes lo que significamos el uno para el otro, y sin embargo, eliges esa palabra".
Tomas suspiró, comprendiendo la gravedad de mi reacción. "Fue un error de mi parte, Elizabeth. No pretendía minimizar lo que tenemos. Pero, sabes, hemos pasado por tantos altibajos, y a veces me preocupo por asumir demasiado. No quiero presionarte o forzarte a algo que no estés lista para aceptar".
Mis ojos se encontraron con los suyos, y vi la sinceridad en su mirada. Aunque su explicación tenía sentido, todavía me sentía dolida. "Tomas, entiendo tus preocupaciones, pero estamos en este camino juntos. No somos solo amigos, somos más que eso. Si alguna vez esperamos cambiar la percepción de los demás sobre nosotros, debemos estar seguros de nuestra relación".
Tomas asintió, tomando mi mano en la suya con ternura. "Tienes toda la razón, Elizabeth. No quiero esconder lo que somos ni minimizarlo. Eres mi esposa, y estoy orgulloso de tenerte a mi lado".
Una sonrisa tímida se formó en mis labios, y asentí, sintiendo que habíamos aclarado las cosas. "Entonces, no más 'amiga', ¿de acuerdo?"
Tomas rió suavemente y me abrazó. "De acuerdo, Elizabeth. Eres mi esposa, mi compañera, y te llamaré así con todo el orgullo del mundo".
Con esas palabras, seguimos adelante en la noche, esta vez con un entendimiento más sólido y un compromiso renovado el uno al otro. A pesar del pequeño desliz en las palabras, nuestro amor y nuestra unión eran más fuertes que nunca.
El salón estaba iluminado por las luces tenues y la música flotaba en el aire mientras Tomas y yo nos sumergíamos en el baile. La suavidad de la música me envolvía mientras seguía el ritmo en sus brazos. Sus ojos verdes se encontraron con los míos, y pude sentir la conexión entre nosotros, una conexión que iba más allá de las palabras.
En medio del baile, Tomas detuvo nuestros movimientos y, con una sonrisa cariñosa, llevó mi mano a sus labios para besarla con dulzura. Mis mejillas se encendieron ante el gesto, sintiendo un cosquilleo en mi piel por su cariño. Había algo tan gentil y apreciativo en ese gesto que me hizo sonreír.