Capítulo I: Pelirroja.

2162 Words
*Narrador Omnisciente* Jackson y Jeremy, con mucha precaución observaban a los lados de la calle. Ya no había casi nada de personas, y era debido a la huida de urgencia que todos los revoltosos habían emprendido. La moto de Jackson se encontraba en una esquina, muy cerca de ellos. Sin embargo, él llegó a la conclusión de que sería imposible y peligroso, llevar a la débil mujer en ese pequeño espacio. Entonces, arrinconado en sus pensamientos, lo único que se le ocurrió fue tomar un taxi. Jeremy sin pensarlo dos veces, lo hizo. Alzó la mano, y un auto blanco se detuvo. Jackson, velozmente acomodó a la misteriosa chica en el asiento trasero, mientras que Jeremy entró en el asiento de adelante. El hombre al volante, con curiosidad, volteó para ver cómo acomodaba a la mujer que, claramente, estaban socorriendo. Pero su reacción fue inmensa, cuando descubrió el terrible estado en la que se encontraba ella. La joven, ante los ojos de cualquiera, se veía prácticamente como un muerto. ―Cualquier cosa me avisas ―le dijo Jackson a Jeremy, asomándose por la ventana del copiloto. ―¿No irás con nosotros? ―No, yo guiaré el camino hacia el escondite. ―Un momento, ¿No la llevaremos a un hospital? ―Sabes que no podemos. Ante la conversación de los muchachos, el taxista tragó saliva, sabía muy bien que no podía decir, ni una palabra. Nada le aseguraba de que los jóvenes eran inofensivos. Además, ya ellos se encontraban dentro de su auto, como para poder rechazarlos. El hombre era consciente de que tarde o temprano, por esos lares, se cruzaría con alguna escena parecida. Tenía claro, que vivía en la ciudad más peligrosa del país: “La ciudad Mali” Los riesgos lo debía de afrontar por obligación, si deseaba llevar dinero de regreso a casa. Por ende, ignoró la situación. Ante la respuesta de Jackson, Jeremy se mordió el labio, y solo asintió. Entonces el rubio corrió hacia su moto, y con toda prisa, prosiguió en posicionarse en frente del taxi para guiarlos. Luego de unos minutos, llegaron a una enorme fábrica abandonada, que por fuera se veía como un edificio viejo de tres pisos, a pocas penas de derrumbarse. ―¡Jackson! ―gritó Jeremy, ni bien llegaron, saliendo del taxi―. La escuché tosiendo. ―Cálmate, ¿No has visto nunca un herido? ―No… ―contestó nervioso. ―Te dije que quedaras en tu casa, Jeremy. De verdad, estás comenzando a ser muy molesto. ―Lo lamento. Bajando de su moto, Jackson meneó la cabeza con mal gesto. Y con arrepentimiento, se acercó al auto para cargar a la chica de nuevo. La pobre, ya se veía más pálida que antes. ―¡Hey, Jackson! ―Ronald, uno de sus amigos, salió del portón de la entrada―.Te estábamos buscando ―le dijo impaciente mientras se acercaba, sin embargo, cuando vio a la moribunda mujer entre sus brazos, se detuvo en seco y su gesto cambió. Él pasmado, cuestionó: ―¿Quién es ella? ―Una casi muerta que encontré por la calle, y fui obligado a traer ―dijo fulminando a Jeremy. ―Está mal herida ―comentó, y luego le hizo una señal para que lo siguiera―. ¡Ven rápido!, te acomodaré un colchón y llamaré a Johana. Johana era una chica aficionada con los medicamentos, que, siempre venía a ayudarlos cuando alguno de la pandilla resultaba herido. Esta vez, el resto había llegado bien, pero hicieron la excepción por la desconocida. Jeremy, pagó al taxista para que se fuera, y luego corrió detrás de ellos, con el corazón acelerado por la angustia. *** A lo largo de un rato, Jeremy era el único que se encontraba al lado de la joven mujer. Minutos antes él, había iniciado a limpiar con un paño mojado, sobre el rostro de la misteriosa chica. Su propósito era ayudarla a bajar la fiebre y de paso liberar su piel, de esas terribles manchas de sangre que le hacían ver como un cadáver. Mientras le retiraba el rojo intenso de su rostro, se llevó una sorpresa muy grande. Resultó que la chica tenía un rostro demasiado hermoso y angelical. «Que malas personas, los que te hicieron esto» pensó dentro de él con mucha pena, acomodándole los mechones de la cara hacia atrás de la oreja. Su cabello era sedoso, y le daba curiosidad que ella también tenía el mismo color de cabello que él había heredado de su madre: rojizo. En mucho tiempo, Jeremy, no había conocido otra pelirroja tan hermosa, que no sea el de su madre. Él pensó que su madre era la única mujer que manejaba un color tan único, sin embargo, acababa de descubrir que aquella chica tenía un color demasiado especial. Era un extraordinario color rojo, más vivo y resplandeciente. La chica no parecía ser humana ante sus ojos, era como que su imagen se le había incrustado en el corazón. Por ese motivo el joven, no dejaba de verla de forma tan embelesada. Por otro lado, Jackson, en ese instante se encontraba tranquilo y sin ninguna preocupación, bebiendo una cerveza con el resto de sus amigos de la pandilla. Conversaban de cosas irrelevantes sobre el encuentro entusiasmante que habían tenido con el otro bando, hace unas horas. Él no parecía tener algún tipo de compasión por la joven, pues había decidido no entrometerse más de lo que ya había hecho. No quería molestarse innecesariamente, en realizar más, por alguien que consideraba que no viviría por mucho. Media hora más tarde, Johana llegó, al fin. Jeremy, ni bien vio a la mujer que había ingresado, se puso de pie. ―¿Eres Johana? ―le cuestionó de inmediato. La pelinegra de veintidós años, venía vestida con un leggin metálico y chaleco de cuero n***o, en donde exponía los coloridos tatuajes de todo su pálido cuerpo. Ella asintió. ―Crees..., ¿Puedes curarla? ―Él dudo un poco en su capacidad, pero no tenía en quien más confiar―. Ella no se ve bien. Johana demasiado tranquila, mordió el piercing de su labio, y rodando los ojos, se acercó a la cama con la vieja maleta que traía entre sus manos. ―Niño… hablas mucho ―contestó, masticando abiertamente el cicle dentro de su boca―. Nunca te había visto, ¿Qué haces aquí? Jeremy era un adolescente de dieciséis años. Era un joven que estaba en pleno crecimiento, así que no era demasiado alto. Aparte de eso, su rostro de niño definitivamente no le ayudaba en disimular su edad, al contrario, parecía de mucho menos. ―E-es una larga historia ―respondió―. ¿Lo ves raro que yo esté aquí?. He visto varios chicos que son también de mi edad. ―Eso lo sé. Pero no pareces un chico que andaría en este mundo. Por tu forma de vestir, es claro que eres un niño rico. Deberías tener cuidado por dónde caminas. Es mejor que regreses a tu casa, tus padres te estarán buscando. ―Eso ahora no tiene importancia ―contestó el pelirrojo un poco incómodo―. No hay tiempo de hablar, por favor, ¿Crees que podrás ayudarla? Johana arqueó las cejas, y ahora sí prestó atención a la chica. Se sentó a su lado, y luego la destapó de la sábana que traía encima. ―¡¿Qué le sucedió a esta chica?! ―gritó impactada al detallar el desastre en la que se encontraba. ―No lo sabemos. Ella atraída por su estado, de inmediato comenzó a examinarla, notando a su paso que tenía un golpe en la cabeza donde ya se veía sangre seca. ―Al menos, el sangrado de la cabeza se detuvo. No era algo grave ―dedujo. Luego, alzó la falda del vestido blanquirrojo ―blanco de la tela, y rojo por la sangre―, que utilizaba la pobre mujer. Jeremy, un poco avergonzado, se volteó para no ver. ―Esto..., esto es demasiado horrible ―ella, murmuró con sorpresa, una sorpresa agria―. Si no me equivoco, esta mujer hace poco ha dado a luz un bebé, o a tenido un terrible aborto. ―¡¿Un bebé?! ―Jeremy se giró, al instante con cara de desconcierto―. Pe-pero ella se ve demasiado joven… ―Niño, se ha desangrado demasiado, no creo que dure mucho. Está demasiado delicada. ―¿Pe-pero y el bebé? ―¿Qué me preguntas a mí? ¡Yo qué sé! ―¡Ella no puede morir! ―Jeremy se acercó a Johana y la tomó de los hombros― ¿Entiendes? ¡Tienes que ayudarla! ―Yo… no puedo hacer eso. Ella necesita una transfusión de sangre y una operación. Yo…, yo nunca he hecho algo así, solamente he ayudado a los chicos con sus cortes y heridas de balas. En cambio, esta chica ha perdido mucha sangre, a parte me faltan implementos, así que no puedo realizar lo que me pides, entiende. ―¿Y cómo hacías con los que venían mal heridos? ―Pues… no podía hacer nada… ―le dijo, ella con resignación―. No pude salvarlos de su muerte Jeremy más nervioso que antes, replicó: ―Un doctor. ¡Entonces necesita un doctor! ―Exactamente sí. Pero no creo que llegue a tiempo al hospital. Está demasiado lejos de aquí. ―No importa, ¡Yo me haré cargo! ―respondió, él aparentemente decidido, aunque en realidad no sabía qué hacer. Jeremy, al ver a la chica en ese estado, sin querer por unos instantes, recordó como había fallecido su madre cuando el cruzaba los seis años. Ella en una terrible escena traumática, murió delante de sus ojos, con circunstancias casi similares: Toda empapada de sangre y sin ningún especialista que la tratara. Odiaba la muerte, y sentía muy dentro de él que debía ayudar a la joven, como no pudo ayudar a su progenitora en el pasado. El pelirrojo, salió rápidamente a buscar a Jackson. Ni bien le encontró, le dijo: ―¡Debemos llamar a un doctor! ―¿Estás loco? Nadie puede venir aquí. ―Ella necesita una transfusión de sangre. ¡Esto es urgente, Jackson! Sino ella morirá. ―No podemos hacer nada, Jeremy. Si ese es su destino no queda de otra… ―¡Eres un idiota! ―le gritó, él iracundo. No podía creer, que su amigo podía ser tan frío e inescrupuloso. Por lo tanto, sin querer discutir más, el muchacho optó por moverse sólo. Jeremy, demasiado impotente, se decidió dirigirse al cuarto donde se encontraba la chica. En su camino se esforzó con intensidad, en pensar lo que debería de hacer, hasta que de pronto su mente se iluminó, cuando recordó a la persona que definitivamente le brindaría su ayuda. Jeremy cogió su celular y llamó a Clarck, el secretario de su padre. Él era como un tío muy cercano. Eran muy unidos. Por un segundo, dudó, pero decidió confiar en él. *** A los quince minutos, dos autos negros con varios hombres dentro, se estacionaron fuera de la fábrica. Todos los vagos del lugar, salieron despavoridos pensando que eran detectives. Jackson al ver de pie en la entrada a Jeremy, se acercó y le cuestionó preocupado: ―¿Quiénes son ellos? El pelirrojo no tuvo que responder, porque justamente en ese momento salió Clarck del auto, con su traje de lino n***o y lentes oscuros, que lo hacían ver alguien importante. ―Señor Clarck. ―Automáticamente los dos amigos, saludaron al hombre con una reverencia. Jackson al descubrir lo que sucedía, no demoró en aniquilar con la mirada a Jeremy. ―Muchachos, ustedes son increíbles ―comentó Clarck, retirándose los lentes y los guardó en su bolsillo―. Me sorprende que tú, Jeremy, hayas desobedecido mis recomendaciones. ―Lo lamento, secretario Clarck. ―Jeremy, se disculpó con la mirada gacha. ―¿Y tú Jackson?. ―Yo qué... ―¿Tus padres no saben en lo que aún andas? ―Acabo de cumplir dieciocho y puedo realizar lo que se me plazca. ―Acabas de ser mayor de edad, pero aún sigues bajo la tutela de tus padres. Jackson solo chasqueó los dientes, y rodó los ojos en silencio. ―Eres desagradable como siempre ―susurró el rubio. ―Secretario Clarck, no tenemos tiempo. ¿Hizo lo que le pedí? ―interfirió de inmediato Jeremy. El hombre de aproximado treinta años, negó con la cabeza por la actitud del joven rebelde. Luego retiró el celular de su bolsillo, y observando a su joven amo con decepción, ejecutó una llamada. ―Diga al Doctor Haensen, que salga, por favor. De pronto de uno de los autos salió un hombre canoso, acompañado de una enfermera. Ellos se acercaron y preguntaron por el paciente. Jeremy con una luz de esperanza en sus ojos, agradeció al secretario Clarck, y de inmediato los dirigió donde la joven mujer.
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