Capítulo 2

1807 Words
Capítulo 2    — ¿Y no tiene arreglo? Pregunta Lily, mi compañera de habitación, mirando el lente de mi cámara.  — No, tendré que reemplazar el lente y el flash — señalo las piezas rotas — Además de que todo esto está roto, me saldría más barato comprarme otra porque esta parte de aquí no creo que tenga arreglo  — Pero el chico que te lanzó la pelota de baseball dijo que te puede comprar otra  — Que se vaya a la mierda ese tipo — me cruzo de brazos — No quiero otra cámara, esa me la regaló mi abuelo, no puede traer a mi abuelo a la vida para que me dé otra y no creo que pueda revivir esta cámara  — Rayos…  — Lo mismo digo — suelto un gruñido, dejándome caer sobre mi cama — Ese imbécil…  — Ay… — Lily suelta un suspiro — De todas formas, si te lo vuelves a encontrar, pídele una compensación por daños a la propiedad privada más una indemnización por daños y perjuicios  — Sí, esto definitivamente me causa un perjuicio emocional Río, amo cuando Lily saca a relucir lo aprendido en su primera semana como estudiante de leyes.  — Además de un perjuicio laboral y arruina tu prospecto de vida  — ¿Eso se puede?  — Supongo que sí — se encoge de hombros, riendo — Además, todos en este lugar están forrados en dinero Asiento a sus palabras. La Royal University of América es sin lugar a duda la Universidad más prestigiosa y cara del país. Aquí estudia la élite, la crema innata de la sociedad americana. Los hijos de famosos, millonarios, y hasta la realeza ¡Las familias más importantes del país! Han estudiado en estos pasillos. Solo lo mejor de lo mejor está en esta universidad. Pero no basta con ser adinerado, pues el ritmo académico de este lugar es de los más altos del país, de ahí que sea tan prestigiosa. Lily es becada, ella es una de las orgullosas alumnas que puede ostentar tener una beca en este lugar gracias a su rendimiento escolar y su magnífico ensayo de ingreso. Así que sí, la gran mayoría de los estudiantes de esta universidad proviene de las familias más acaudaladas y poderosas del país ¡Ya lo dije, aquí también estudia la realeza! El príncipe Alexander estudia en este lugar. Aún no lo he visto, espero hacerlo en algún momento porque sería interesante fotografiarlo en un ambiente menos protocolar. En las noticias, cuando hablan de él, siempre lo muestran como un joven de diecinueve años serio y estoico ¿Nunca sonríe? Debe de ser muy estresante ser el heredero a la corona de Norte América, teniendo que comportarse de una forma, obligado a decir las palabras de otros, no pudiendo decir lo que realmente piensa, obligado a cumplir con una agenda, sin tiempo real para vivir su propia vida y conocerse. Debe de ser bien triste ser un príncipe.  — Te haré caso — es lo último que digo, metiéndome debajo de las sábanas — Si lo vuelvo a ver, no solo le diré que me debe una cámara, sino que me compense por el daño emocional — ambas reímos — O que al menos repare mi cámara…  — Solo debes de mantenerte firme — asiento a sus palabras — Ahora pasemos a otro tema… ¿Estaba guapo?  — Lily… Ruedo los ojos, mi compañera suelta una carcajada. Me sentía demasiado confundida por el impacto con la pelota de baseball que realmente no le presté atención a la apariencia del chico, aunque he de admitir que tenía muy lindos ojos cafés. Apago la luz de noche y cierro mis ojos, este día no ha sido nada bueno y la muerte de mi cámara ha sido la cereza sobre mi helado para terminar de coronarlo como el peor día de mi vida. En serio espero que mañana sea mejor…     Abro los ojos, apago mi alarma, son las seis de la mañana. Quito las sábanas de encima, me cambio el pijama, tomo mi reproductor portátil, mi CD de Whitney Houston y salgo de mi habitación. Me gusta hacer ejercicio por las mañanas, correr me libera, me hace sentir en paz conmigo misma, además me gusta sentir la brisa matutina sobre mi rostro, es como una caricia de libertad. Comienzo a correr, el día está excepcionalmente brillante y eso me encanta ¡Amo los días soleados! Lástima que la mayor parte del día la voy a tener que pasar en clases, encerrada en cuatro paredes. Me encantaría poder ir Central Park a seguir fotografiando aves ¡O a Times Square! Maldita sea… quisiera tener mi polaroid conmigo… ojalá el tipo que me lanzó la pelota se caiga en una zanja y se rompa un hueso… No lo conozco y ya lo taché como mi persona menos querida del mundo… ¡Maldito seas hijo de…!  — ¡Ah! Caigo al suelo.  — Oh, déjeme ayudarla Abro al máximo los ojos, reconozco esa voz.  — Tú… — me levanto, sacudiéndome el polvo — El imbécil de ayer  — ¿Perdone?  — No, no te perdono — me cruzo de brazos — ¿Ahora tampoco ve por dónde corre?  — Disculpe usted, pero yo estaba quieto cuando usted chocó conmigo por estar corriendo mientras miraba hacia el cielo  — Oh… — relajo mi postura — Lo siento…  — Le disculpo… No puedo evitar reír.  — ¡Ey! — exclamo, apuntándole con mi dedo — No olvides que tienes una deuda conmigo — el chico me mira con una ceja alzada — Me debes una cámara nueva y repararás la que rompiste  — No lo olvido, señorita Asiente con la cabeza.  — Bien — sonrío, extendiendo la mano — Quiero su palabra  — Tiene usted mi palabra — el chico no estira la mano — Prometo que lo haré  — Genial, sellemos el trato con un apretón de manos — sigo con la mano estirada — Vamos… ¿Me va a dejar así?  — Perdone usted, señorita — dejo caer mi mano, no entiendo nada — No tengo permitido firmar de ningún modo, acuerdos, ni siquiera una deuda personal  — ¿Qué…? — no puedo evitar reír — ¿No puedes estrecharme la mano? — me siento cada vez más confundida — ¿Por qué…? ¿Eres algún ente extraterrestre?  — Señorita… — el chico me mira, su rostro se llena de confusión — No… ¿No sabes quién soy?  — Sí lo sé — contesto con seguridad, sintiéndome más confundida que antes — El imbécil que rompió mi cámara  — Oh… — el chico esboza una pequeña sonrisa, dejando escapar una risita para luego volver a su rostro sereno de siempre — Déjeme presentarme — asiento con la cabeza — Alexander Hastings…  — Sue Barcley… — miro al joven, nuevamente tiene una ceja alzada — ¿Qué? — esto me está desesperada — Mucho gusto Alexander Hastings, imbécil que… — algo en mi cabeza hace click — Hastings… — me cubro la boca con ambas manos — ¡Mierda! — suelto sin poder contenerme — ¡Oh! ¡Carajo! — hago varias reverencias — Lo siento su alteza… — me detengo — Maldita sea, le llamé imbécil…  — Descuide, señorita…  — Que bochornoso — abanico mi rostro con mi mano izquierda — Debe de pensar que soy una idiota — bajo la mirada, siento mis mejillas arder — Aunque usted es más idiota por no decirme quién era, así me habría ahorrado los insultos — me vuelvo a cubrir la boca — ¡Carajo! Lo volví a hacer — el chico me mira y entonces suelta una sonora carcajada — Ey… pero no creas que por esto te liberas de la deuda — el chico sigue riendo — Ya… basta, respire… — el príncipe no puede dejar de reír — Ya… — me uno a su risa — ¡Ya! ¡Deje de reír!  — Lo siento… — el joven se aclara la garganta, intentando recuperar su serena apariencia — No me había reído en mucho tiempo  — Eso debe de ser doloroso Nos miramos, el joven solo sonríe.  — Gracias por el momento tan grato…  — Sí… — nuevamente me siento avergonzada — De nada, pero en mi defensa — me cruzo de brazos — Se ve totalmente distinto a las fotos de los periódicos y revistas  — ¿En serio?  — Sí… — suelto una risita — En las revistas usted siempre está de traje — el chico asiente — Y tanto ayer como hoy, lo he visto con ropa de deporte y conmocionada por el golpe — ambos reímos — Debería de intentar reír con más frecuencia, dicen que los que ríen viven más tiempo  — ¿Eso dicen? ¿Quiénes?  — No lo sé… Volvemos a reír.  — Usted ríe con mucha frecuencia  — Yo seré inmortal — sonrío, el príncipe me devuelve el gesto — En fin, recuerde que me debe una cámara  — No lo voy a olvidar  — Genial — vuelvo a sonreír — Será mejor que sigamos con nuestro camino  — De acuerdo  — Espero que la siguiente vez que nos veamos, no termine en el suelo El príncipe suelta una risita.  — Eso será posible si usted tiene la precaución de caminar prestando atención al camino  — Entonces, la siguiente vez que me vea y te des cuenta de que voy a estrellarme contigo — comienzo a decir — Solo grita mi nombre  — De acuerdo, lo haré — vuelve a asentir con la cabeza, sonriendo — Ha sido un placer… Sue…  — El placer ha sido mío, Principito Realizo una exagerada reverencia, arrancando otra risita de parte de su alteza.  — Nos volveremos a ver, Sue  — Lo mismo digo — vuelvo a extender la mano — Ya sé que no lo tiene permitido, pero este no es un trato cualquiera — sonrío — Está prometiéndome que algún día volveremos a chocar — suelto una risita — Vamos, no sea descortés El príncipe no dice nada, solo mira mi mano extendida y nuevamente hacia mis ojos. El joven estira su mano y estrecha la mía, no puedo evitar volver a sonreír. Ser un príncipe debe de ser muy solitario si ni siquiera te permiten estrecharle la mano a alguien por considerarlo una forma de aceptación contractual. Nuestras manos se sueltan, esto definitivamente se lo contaré algún día a mis hijos, el cómo conocí a su alteza real, el mismísimo príncipe heredero a la corona, y cómo sostuve una especie de charla con él. No creo que esto se repita, pero quedará plasmada en mi memoria como una de las mejores experiencias que he podido vivir en esta ciudad. El príncipe vuelve a asentir con la cabeza, dedicándome una última mirada y siguiendo su camino por el sendero adoquinado…
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