Capitulo 3

3392 Words
Auca. El colectivo me deja en la entrada del pueblo porque debe seguir su ruta a dejar a los demás muchachos que venían conmigo, miro todo el paisaje que a simple vista es estéril, me saco la ropa militar y la meto en una bolsa de tela que me dieron en la base cuando fui para que guarde lo que llevé, y me pongo unos pantalones cortos, ya que el verano se está acercando otra vez y debo caminar una gran cantidad para llegar a donde quiero ir. Comienzo a caminar pensando en mi familia, deseo verlos con todas mis fuerzas, hace meses que me fui en la oscuridad de la noche sin decirle nada a nadie o no podría haber escapado, mi papá debe estar furioso, pero aunque no lo admita necesitamos esta plata que junté en estos meses para la compra de materiales y así mejorar la vida de todos. Cuando me doy cuenta estoy mirando la casa de Blanca, quedo sorprendido, ya que no reaccioné que venía hacia acá, mi idea era ir primero donde mis padres y luego venir por ella, pero acá estoy. —Joven. —me giro y veo al padre de Blanca que está con un rollo de alambre en las manos—. ¿Necesita ayuda?. —Sí. —me hago sombra con la mano para verlo, es un hombre blanco de gran contextura física y su pelo igual que el de Blanca—. ¿Tendría agua y un poco de comida?. —Si claro... Ven. —me guía a la casa sin preguntarme nada, entramos y me siento muy cansado. —Estoy cansado. —digo de la nada, me pone un plato abundante de comida que no sé que es donde los blancos comen diferente a nosotros, y bastante agua—. Gracias. —¿De dónde vienes?. —Del ejército... Estoy de licencia. —se sienta al frente mío sorprendido. —Come tranquilo... Está delicioso mi hija lo preparó. —se para y destapa unas telas—. No te ofrecí pan, que descuido el mío. —¿Ella dónde está?. —Fue a una casa que me dice que ahí espera al amor de su vida. —lo miro sin decir nada y él alza los hombros como que no sabe de qué habla—. Una vez me dijo que varios chicos aborígenes van ahí y ella les enseña español. —Yo... —me paro de la nada y ahí la veo entrar. —Papá. —la veo que cuelga el bolso dándonos la espalda—. Hoy fueron más chicos, estaba la hermana de Auca también y... —me mira dejando de hablar y lo mira al padre—. ¿Papá?. —¿Él es Auca no?. —ella asiente y el hombre se ríe dándole un golpe a la mesa con diversión—. Mejor salgo. —No... Quédate, nosotros salimos. —Bien. —la sigo al granero, cuando entramos me da una cachetada que no me la veía venir y sí que ardió, esos deditos pegan con ganas. —¿Tienes cara de venir después de desaparecer por meses?. —la miro sin decir nada—. Tu hermano vino a preguntar en donde estabas... Que no sabían que te había pasado. —Volví... Es lo importante. —¿Ósea que si no volvías teníamos que quedar en que te fuiste?. —me acerco y ella se aleja negando. —Blanca... Te necesito. —¿Eh? ¡Tú estás loco!. —Loco de deseo... Todos estos meses me volvía loco pensándote... Después... —la acorralo contra el heno—. Más tarde te cuento todo ahora no me niegues mi alivio por ti mujer. La alzo en brazos y mientras la beso me voy bajando el pantalón liberando mi polla que hace meses que esta así por solo pensar en ella, mi mano ya no hacía nada donde me reclamaba la suavidad de esta mujer que me hechizó, la embisto de lleno, los dos gritamos al mismo tiempo cuando al fin somos uno solo, comienzo a moverme como un poseído, sus manos en mi cuello y sus jadeos en mi oído me vuelven loco mientras aprieto sus nalgas con fuerza. Cundo me vengo la aprieto a mis brazos, su cuerpo tiembla y sé que está llorando, la bajo de a poco y la miro a la cara. —¿Te lastimé?. —Muchísimo... Me sentí usada y que nada más querías acostarte conmigo. —No. —le seco las lágrimas negando—. No, ¿Qué dices?. —Desapareciste... Te fuiste y no dijiste nada, tu hermano cuando pudo hacerse entender me dijo que te habías ido y que no sabían nada. —Si te lo dije. —me mira dudando—. Ese día te dije que me iba... Creí que lo recordabas. —¿Con todo lo que pasó ese día supones que lo hubiera recordado?. —me subo el pantalón y siento en el suelo sentándola en mis piernas—. Perdón, pero tenía que irme era necesario que lo haga. —¿A dónde fuiste?. —Me enlisté en el ejército. —¿Eh?. —me mira sorprendida—. ¿Por qué hiciste eso?. —Mi pueblo es muy pobre... Estamos saliendo adelante y con trabajos en los campos no nos da alcance... Necesitamos recursos, muchos recursos, no nos toman por ser indios o nos pagan una miseria. —eso me hace enfurecer porque nuestro trabajo vale lo mismo que el de un blanco—. Traje todos mis sueldos y con eso vamos a poder comprar materiales para mejorar las viviendas y los lugares de los animales en el invierno. —¿Vas a volver?. —Es mi idea. —¿Y yo?. —me mira a los ojos con preocupación—. ¿Cómo vamos a quedar?. —Si me esperas voy a volver Blanca... Siempre voy a volver, eres mi mujer, te elegí y te marqué como mía. —sonríe y eso se siente bien, que no me rechace se siente bien—. Tengo que ir a ver a mis papás... Ya deben saber que estoy acá. —¿Vas a venir?. —nos acomodamos la ropa mientras nos paramos—. Tengo mu propia habitación, pudes venir... Mi papá sabe todo de lo que hicimos y no es problema. —Voy a venir... Tranquila. —de la mano y salimos. —Puedes llevarte mi caballo... Queda lejos. —¿Es verdad que ibas a mi casa a enseñar a los nenes de mi pueblo?. —Sí... Tu hermano llevó a tus otros hermanos. —Hablas mucho de mi hermano. —sonríe y eso me enfurece. —Vino a ver si estabas acá cuando no te encontraban... Me cae bien. —Le voy a decir que no se acerque. —le doy un beso en la frente y voy a su caballo—. En la noche nos vemos. —¿Y si tu familia no te deja salir?. —aprieta las manos nerviosa. —¿Sabes qué significa mi nombre?. —niega mientras me subo al caballo—. Rebelde... Significa rebelde. Sin querer la tengo que dejar para poder ir a ver a mis papás, realmente no me importa lo que me digan o me hagan, soporté todos estos meses para una mejora que necesitamos con urgencia y ellos lo saben aunque intenten creer que no. A los lejos veo a mi papá en la montaña haciendo vigilancia, lo reconozco por su inmenso semental marrón oscuro y el gran machete que carga al costado listo para ser usado, sigo caminando despacio esperando a que llegue antes que yo a la aldea, cuando bajo todos me miran sombrados, es como que están viendo un espíritu porque ni siquiera susurran, solo me miran, mi mamá es la primera en correr hacia mí, salto del caballo para abrazarla. —¡Ay hijo mío!. —llora con fuerza y yo la aprieto porque me hizo falta todos estos meses—. Tenía miedo... Pensé que los blancos te habían llevado Auca. —Volví y estoy bien. —saludo a todos mis hermanos notando que falta uno y eso me duele en el alma. —Mami ¿y Meucaneo?. —lágrimas de dolor corren por sus mejillas asustándome—. ¿Qué pasó?. —El maldito invierno se lo llevó. —me arruga la ropa y no la veo bien donde mis lágrimas me nublan la vista—. Se llevó a mi hijo Auca y no pude hacer nada. —¡Ooh mami perdón!. —la aprieto besándole la cabeza—. Perdón por no estar acá para darte un abrazo. —Auca. —mi mamá se pone delante de mí mirándolo mientras se pasa las manos por la cara. —Mawunko... Habla con él, no lo castigues por favor. —No me digas que hacer mujer. —Es mi hijo. —ahí la mira porque sabe que mi mamá medio que lo maneja—. Yo lo parí... Por favor Mawunko. —cierra los ojos suspirando. —Quiero hablar con él a solas. —ella se gira y con una sonrisa me besa la mejilla. —No lo hagas enojar... No quiero terminar yéndome de acá. —No entiendo. —me abraza y en el oído me dice. —Si te expulsa me voy contigo... Eres mi hijo Auca no te dejaría ir ni a ti ni a tus hermanos. —Está bien. —entramos a nuestra tienda y nos sentamos de frente. —Habla. —Me fui a trabajar. —saco de la mochila la caja en donde está la plata que junté para él—. Traje todo lo que gané para poder mejorar nuestra vida, no quiero que seamos como los blancos pero al menos tener una habitación buena para soportar el invierno, nuestros bebés se mueren cada año por el frío padre. —sus rasgos cambian donde le toqué su punto débil—. Los animales también y necesitamos mejores cosas... Con esto vamos a poder mejorar un poco... Crear una vivienda apta para la cocina... Construir algo sólido para las curaciones. —me mira sin decir nada—. ¿Padre?. —¿Te fuiste por eso?. —Sí... Vivimos en la miseria. —Comemos todos los días. —Mira en suelo padre... Lleno de barro, las lonas están viejas, los ancianos no pueden casi moverse por el sufrimiento del invierno... Padre, necesitamos esto. ***** Blanca. —Blanca vamos a comer hija. —Lo estoy esperando. —estoy sentada afuera de la casa mordiéndome las uñas. —¿Va a venir?. —se sienta a mi lado para hacerme componía. —Me dijo que sí... Que iba a venir. —¿Estás segura de lo que haces hija?. —agarra mi mano besándola, siempre hace cosas así que me llenan el alma. —¿De qué hablas?. —lo miro y él sonríe abrazándome. —Es un joven pero con mente de adulto... He escuchado las cosas que dicen de ellos en el pueblo. —Dicen que se comen a los blancos, que violan a las mujeres y que viven borrachos. —miro hacia la nada porque no se ve nada—. Dicen muchas cosas. —Bien. —se ríe un rato por eso—. ¿Pero crees que su gente te va a aceptar si quieren algo serio?. —No lo sé. —a lo lejos veo mi caballo haciendo que me pare de un salto—. Ahí viene. —Bien. —no lo miro donde no le saco la vista a la imagen que viene con tranquilidad—. Voy a subirle el fuego a la comida así está listo cuando llegue. —Sí. —corro hacia el caballo ansiosa de que llegue, a los minutos llega y él baja saltando, me cuelgo en su cuerpo riendo feliz—. Viniste… Viniste viniste. —Te lo dije. —me aprieta alzándome y dando unas vueltas—. ¿Acaso no me crees?. —Sí... Pero ya es tarde y me puse nerviosa por los animales y eso. —Nací en estas tierras Blanca. —lo beso con tanta felicidad que me siento muy bien, y ahí hago que me baje de sus brazos. —Mi papá está esperando con la comida. —Vamos entonces. —deja mi caballo en el establo y entramos a la casa—. ¿Papá?. —Ya está todo listo. —nos sentamos y mi papá lo mira analizándolo—. ¿Y cómo te fue en el ejército? Yo fui general. —¿De verdad?. —dice sorprendido, sonrío ya que no ha visto todas las medallas que hay colgadas en la pared que las exhibe con orgullo—. Yo fui por la plata nada más. —Pero no es un buen pago ese trabajo... Menos para un cabo. —Para alguien como yo lo es señor... Acá en estas tierras si nos dan trabajo es esclavizado y nada de paga. —Entiendo... Ya tengo trabajo para usted joven. —sorprendido lo mira hasta deja de comer, como que no se esperaba eso—. Recuerdo cuando me vino a pedir trabajo. —¿De verdad me va a dar trabajo señor?. —Sí. —digo feliz—. Tenemos animales y necesitamos ayuda... Yo no tengo mucha idea, pero podrías venir a trabajar y ayudar a mi papá porque soy prácticamente inútil. —Porque eres una señorita hija. —sonrío por las palabras de mi papá que siempre me lo dice—. Eres mi princesa delicada amor no me gusta que hagas esos trabajos. —Ya lo sé. —Entonces vengo acá a trabajar. —Blanca me dijo que te fuiste para mejorar la vida de tu gente. —Sí. —comemos mientras charlamos donde estábamos con mucha hambre parece—. Lo necesitamos y tomé esa decisión sin tener más salida. —¿Podré ayudar? Nosotros también la pasamos feo con Blanquita... Y nadie nos ayudó pero no quiero ser así, quiero ser agradecido. —Está bien... Voy a hablar con el jefe. —Bien. Mi papá le charla de todo, le cuenta experiencias y Auca parece interesado en la charla, es más, hasta después de dejar todo limpio siguen hablando de los trabajos en nuestras tierras y en planes a futuro con cosas que pueden intentar, me encanta lo abierto que es mi papá, es un hombre que intenta conocer antes de juzgar y se nota que Auca le gusta y más porque es un muchacho centrado en la vida, no vive en una nube de tontera que cree que todo baja del cielo, y demuestra la vida que lleva junto a su pueblo. En la noche nos acostamos y estoy muy nerviosa, ya que es la primera vez que duermo con un hombre, en nuestra primera vez era de día y nos volvimos a penas paró la lluvia, pero ahora es diferente, lo miro dormir con una sonrisa gigante, a penas se acomodó en mi cama se durmió de lleno, pensé que íbamos a hacer el amor pero está realmente cansado, paso mi mano por su cara viendo nuestras diferencias, nuestras pieles chocan en gran manera por la diferencia de colores, mi pelo es rubio tirando a amarillo y el de él n***o como la noche, para sus 18 años es muy alto y grande y yo me quedé en la misma medida que a los quince y con el mismo cuerpo que una pre adolescente. —¿Hija?. —¿Eh?. —me giro en la cama y estoy sola. —¿Vas a ir a trabajar?. —Ya voy. —me levanto con pesar y me cambio saliendo y sintiendo olor rico—. ¿Papi?. —Acá amor mío. —voy a la cocina y está preparando todo para empezar el día—. Auca se fue en la madrugada, dijo que no quería despertarte porque dormías muy profundo y que después te cuenta todo. —Bien. —me siento viendo mi taza rosa que me regaló él, porque soy una señorita que debo hacer la diferencia en la casa, me unto un pan con la mermelada que hice hace unos días—. Ya está empezando a hacer calor señor Jesús. —Cuando venga el invierno vas a desear el verano como cuando caminabas entre la nieve. —Mi vida se trata de quejarme papi. —se ríe a carcajadas. —¿Vas donde los Rebian?. —Sí... Y después voy a ver si en la escuela tienen cupo para la mañana. —mientras tomo té, él toma de sus mates más amargos que no sé qué, que cuando tomo me agarra acidez y me descompone—. Quiero ayudar a Auca con su pueblo y el sueldo de la tarde no me da para hacer mucho. —Lo que quieras está bien, pero no te sobre exijas. —termino de comer y me paro alisándome la falda. —Deja todo en la pileta así llego y lavo que me enoja ver todo en la mesa. —Ya sé no me retes. —Mmmjjj. —lo lleno de besos haciéndolo reír. —Nos vemos en la tarde y ojo con hacerte el pendejo eh que me doy cuenta. —Ve con Dios hija. —Gracias. —me voy en el auto ya que no vuelvo hasta tarde y mi papá no quiere que camine sola en estos lados donde no conocemos a la gente, en la ciudad tampoco me dejaba andar sola, pero siente que acá es diferente, llego donde los Rebian y los nenes de Osvaldo vienen corriendo—. Hola. —Te extrañábamos. —Osvaldo sale sonriendo. —Hola Blanca... Estás hermosa como siempre. —¡Ay Osvaldo!. —no le sonrío porque está creyendo cosas que no son y me doy cuenta no soy tonta—. Siempre diciendo esas cosas. —Pero es verdad. —Bueno... Supongo que tienes que ir a trabajar y yo educar a estar alimañas. —sus hijos se ríen a carcajadas—. Vamos adentro y voy a mirar todos los cuadernos. —Blanca. —me agarra del brazo cuando los nenes entran a la casa corriendo—. ¿Te quedas a comer? Después de acá te vas a la escuela y no es conveniente que te vuelvas a tu casa. —Me quedo gracias... Si quieres cocino. —Gracias. —su sonrisa se ensancha más—. Vengo al mediodía. —Bien. Osvaldo es un hombre que no llega a los treinta y ya es viudo, su mujer murió al dar a luz a su tercer y única hija dejándolo solo con sus críos y sin saber que hacer, cuando llegué al pueblo él me fue a buscar hasta mi casa pidiendo que trabajara para él porque me necesitaba con urgencia, soy la maestra y la niñera, me paga muy bien no lo niego porque sino no lo habría aceptado, pero no estudié para hacer mamaderas y cambiar pañales. Mientras les dejo tarea a los nenes voy limpiando la casa, me da pena que esté solo trabajando y criando, su mamá viene todos los días cuando me voy, pero en la tarde noche esta solo con ellos haciendo lo que puede, doblo la ropa guardándola, menos mal que no lavo porque tendría que fregar con ganas, porque la ropa de él viene muy sucia donde trabaja todo el día al aire libre y ropa de tres niños es mucho, por eso se encarga su mamá de eso. —Vamos. —golpeo las manos para llamar su atención—. A lavarnos las manos. —Blanca. —miro a Ricardo sonriendo, tiene tres años y es una ternura—. Cuando sea grande vamos a casarnos. —Bueno... Voy a esperar entonces. —Ojo hijo. —Osvaldo entra riendo—. Eres muy chico aun. —Bueno vamos... A lavarse las manos que ya esta la comida. —Sí. —pongo la olla en la mesa y siento a María en su silla—. Hola hija. —Papá. —le da uno beso para después sentarse y ahí sirvo. —Vamos... No Ignacio sientate bien hijo. —Sí. . .
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