Capitulo 2

3540 Words
Blanca. —¿Como... —miro al caballo inmenso que está quieto y luego a él más que dudosa—. ¿Cómo se supone que me voy a subir? Ni asiento tiene. —Yo te subo tranquila. —Pero tengo pollera. —sin creer veo como mete la mano por entre mis piernas con tanta naturalidad y rapidez que no me da tiempo a nada, agarra mi pollera llevándola hacia adelante. —Sostenla ahí. —me sienta de lado dandome miedo de caerme de espaldas y luego salta atrás mío— Bien, te acomodo bien. —me mueve como a una nena mientras hace que abra las piernas para que monte como hombre—. Ahora sí. —¿Y las riendas? ¡Por Dios Auca!, ¿Cómo haces?. —Suena genial mi nombre en tus labios. —mordisquea mi oreja y eso me da escalofríos por todo el cuerpo, en especial es mis pechos y v****a—. ¿Cómo se escuchará en gemidos?. —¿Puedes responder a una de mis preguntas como cualquier persona normal?. —Está bien. —el inmenso animal comienza a caminar solo—. El caballo es mío y sabe a donde voy siempre. —¿Cómo?. —Yo lo entrené. —Wou... Eso es genial. —digo riendo, pone sus manos en mi vientre como si nada—. Creo que te estás tomando muchas atribuciones. —No veo que te moleste. —niego sin decir nada y me agarro de sus manos, ya que al no tener riendas me da la sensación que me caigo. —¿Falta mucho?. —Sí... Queda bastante lejos. —¿Mucho?. —Me dijiste que querías hablar con él y me insististe para que te lleve. —Lo sé, pero donde los Rebían se van a preocupar si no llego. —de golpe me baja del caballo con fuerza, más bien me larga haciendo que caiga sentada—. ¿Qué haces?. —Ve donde esos malditos y no me molestes más. —lo miro sin creer que me tiró—. Yo me voy. —Espera. —sigue caminando el caballo y yo atrás—. Auca espera, ¿Por qué actúas así? Quiero hablar con tu jefe. —No lo parece... Quieres ir a ver a esos malditos blancos del infierno. —No... Ellos... Aaagggg. —caigo hacia atrás y agarro mi pierna—. ¡Ay Dios! ¡Ay Dios!. —¿Qué pasó?. —está en cuclillas delante de mí, agarra mi pierna y ve la gran espina enterrada en mi pie. —Me duele... Me duele mucho Auca. —Ssshhhh tranquila. —me alza en brazos y me sienta de costado en el caballo. —Aaagggg. —me muerdo la mano del dolor—. Me arde mucho. —Te voy a curar, vas a tener que esperar y aguantar un poco el dolor. Mis lágrimas caen con fuerza y me empiezo a sentir mareada, cuando reacciono me está bajando, hay un pequeño arroyo que no tenía idea de la existencia, ¡como podría saberlo si es territorio aborigen!, está prohibida la entrada a estos lados, pero me imagino un pícnic en un día caluroso y después disfrutar del agua, muy lindo se debe pasar acá, salgo de la imaginación cuando me baja para luego sentarme en el suelo y me da un palo que lo agarro sin entender, me dice que lo muerda fuerte, cuando lo hago me saca la rama clavada en mi hermoso pie, caigo para atrás gimiendo de dolor y sintiendo mis lágrimas caer en cantidad, sigo apretando el palo porque siento que tengo un terrible agujero en el pie porque el ardor que tengo es inmenso. —Ya casi término. —siento que me moja el pie y que pone algo que me calma el dolor—. ¿Duele?. —asiento, pero me saca el palo de la boca—. ¿Puedes hablar? ¿Duele mucho?. —Si, pero no tanto. —abro los ojos y el sol hace que no pueda abrir los ojos del todo porque me ciega—. No siento mi pie en realidad. —Es producto de la planta... No tienes que preocuparte, la espina salió entera. —Que bueno. —riendo me cubro los ojos sintiendo como me corre la transpiración por la frente. —Auca. —una voz súper gruesa y furiosa me hace sentar empujando mi falda hacia abajo con desespero, hablan en su idioma un rato y luego Auca me ayuda a parar. —Voy a ser el traductor. —¿Él es Mawunko?. —Sí. —no es lo que me esperaba, a penas y pasa los treinta, treinta y tres como mucho—. Dime y yo le digo. —Dile que soy maestra y que quería hablar con él por la educación de sus niños y jóvenes. —traduce con calma, el hombre me mira en todo momento, pero cuando Auca deja de hablar niega, responde y luego miro a Auca—. ¿Y? ¿Qué dijo?. —Dice que nada de lo que quieras le interesa... Que vuelvas a tus tierras y no molestes. —Pero... —agarro el brazo del hombre cuando se da la vuelta para irse, pero caigo hacia atrás cuando me da un golpe en el brazo, grita algo y Auca se para delante de mí como protegiéndome—. ¡Ay! Me dolió. —¿Estas loca? Jamás debes tocarlo. —sentada en el suelo los miro con mi mano agarrándome del brazo que de hecho me duele muchísimo del golpe que me dio—. ¿Qué tienes en la cabeza?. Miro al gran hombre irse y a Auca parado mirándome muy enojado, me paro como puedo y aliso mi falda con calma, junto mis cosas y con toda la dignidad que me queda comienzo a caminar hacia donde creo que vinimos, me duele mucho el pie haciendo que renguee y encima mi brazo entumido por el semejante golpe que me dio, analizo mi brazo viendo que se me está poniendo violeta el brazo. Cuando ya no puedo más con la humillación comienzo a llorar, ¿Qué tenía en la cabeza para venir? Me siento muy humillada realmente, hasta ultrajada donde dejé que me golpee sin decirle nada, mi pie duele cada vez más pero a la vez no siento la planta del pie, ni siquiera siento donde piso. —AAaasagggggg. —grito con fuerza cuando me alzan en brazos—. Nooooooo. —Ssshhhh tranquila soy yo. —me abraza y lloro en sus brazos. —Déjame. —arrugo la remera intentando de alejarlo—. Me quiero ir. —Tranquila... Perdóname, jamás creí que lo ibas a tocar. —¿Y cómo iba a saber yo que me iba a golpear?. —nos miramos a los ojos aunque debo tirar la cabeza hacia atrás para verlo—. Es con el primer cacique que me encuentro. —No lo pensé. —me seca las lágrimas en silencio—. Es mejor que nos vayamos, va a llover. —¿Eh?. —miro el cielo en donde está igual de soleado—. ¿A dónde?, si está hermoso. —Créeme que sé de lo que hablo... Y necesitas comer. —Está bien. Me sube al caballo y de nuevo vamos a no tengo idea donde, pero tengo como una confianza ciega hacia él que si me quiere llevar al fin del mundo en este momento me voy sin quejas, me giro asustada cuando escucho un gran trueno, miro hacia atrás viendo que se acercan unas nubes a lo lejos, los relámpagos alumbran con fuerza y el ruido de los rayos al caer me estremecen, el caballo sigue tranquilo su camino gracias a Dios porque no estoy acostumbrada a los caballos, que medio como que les tengo miedo porque no sé sus reacciones y son animales muy poderosos. Ya me duele la v****a y la entre pierna de tanto andar sin silla de montar, siento que llevamos horas sin rumbo alguno, a lo lejos veo un lago y muchos árboles, las nubes se acercan cada vez más y con fuerza, ya se volvió todo gris y feo, el viento azota con fuerza sobre nosotros dándome frío donde viene acompañado de algunas gotas de agua muy fría. —Ven. —me baja y ahí recién veo una casa entre los árboles hecha de madera y bien escondida—. Entra... Yo voy a buscar leña y algo de comer. —¿No era mejor llevarme a mi casa? Mi papá no te iba a decir nada. —No íbamos a llegar... Todavía estaríamos andando. —Bien. —entro y es hermoso por dentro, hay una mesa, dos sillas, una cama y muebles rústicos, todos hechos con madera, una estufa hogar en donde es la única pared hecha de material. —¿Te gusta?. —Me encanta. —entra con mucha leña—. ¿Es tuya?. —Sí... Todavía no la término. —¿Tú la estás haciendo?. —¿Crees que somos vagos los indios?. —esta de espalda encendiendo el fuego en la estufa gigante. —No. —paso la mano por el mueble medio con desconfianza por si me entierro una astilla, pero están tan bien lijados que es como tocar mármol de lo lizo que es—. Pero has necesitado mucha ayuda. —Puedo solo. —lo miro que aún esta dándome la espalda y habla con enojo—. No necesito ayuda de nadie. —Bien. ***** Auca. Me siento en la silla viendo como cocina el conejo que traje, la lluvia cae con tanta fuerza que casi no se escucha ningún ruido de ningún tipo, excepto el choque del agua con las chapas y el viento que silva, los rayos la hacen estremecer divirtiéndome, aprovecho de reirme, ya que no escucha, ni yo me escucho lo que pienso. —Bien, va a tardar un poco. —lo grita mientras mira las especias en la alacena que fui juntando de a poco—. ¿Vienes mucho para acá?. —Bastante. —el agua para de a poco, pero queda el eco del ruido. —Tienes bastantes cosas, tu mujer debe venir contenta. —Mujer imaginaria. —asiente sin mirarme, pero logro ver la sonrisa en su cara pálida, pálida y hermosa—. ¿Estás aliviada porque no tengo mujer?. —Sí. —me da una mirada pasajera mientras va a la olla a condimentar lo que sea que esté cocinando—. Realmente si porque no es nada agradable estar acá y suponer que tu mujer está en tu casa esperándote llegar y preocupada por semejante tormenta. —¿Puedo preguntar lo mismo?. —me cruzo de brazos inclinándome en la silla—. ¿Algún hombre al cual matar?. —Gracias a Dios nadie. —sonrío feliz por eso porque se ve que respondió sin reflexionarlo por la forma en la que se gira a mirarme—. ¿Te pone feliz eso?. —No te das una idea de cuanto me alegra. —¿Cómo es eso?. —pone los platos en la mesa y la veo nerviosa, ya que la comida le falta un montón, pero no sabe qué hacer hasta que ya esté cocinado el conejo. —No tengo que matar a nadie. —se ríe negando y se sienta frente a mí como toda una dama blanca. —¿Cómo es que sabes hablar español? En el pueblo dicen que no saben hablarlo. —En el pueblo dicen que nos comemos a los extranjeros. —apoyo los codos en la mesa sonriendo—. Que violamos a las mujeres y que estamos borrachos todo el día y todos los días... En el pueblo dicen muchas cosas. —tomo agua y ella suspira—. Unos vaqueros con los que trabajé cuando era un crío me enseñaron... Aprendí bien. —Se nota y que lo hablas seguido porque no encontré ningún acento ¿Tienes familia?. —Obvio, ¿o acaso los bebés salen de la tierra?. —se para yendo a la puerta muy enojada. —¿A dónde vas?. —Quiero ser amable y me respondes mal. —me apoyo en la puerta impidiéndole la salida y me río por los gestos que hace. —Perdón... Vamos Sientate quiero que hablemos y te respondo bien. —se sienta mirándome fijo—. Pregunta lo que quieras, ¿No? Bueno, tengo mis papás... Somos siete hermanos, todos menores que yo... Tengo una sola hermana y el resto todos hombres. —¿Ósea que eres el mayor?. —Así es. —¿Y cuántos años tienes?. —17 estaciones de verano. —ella tuerce la cabeza como que no entiende, pero luego se para de golpe asustándome—. ¿Qué pasa?. —¿Tienes 17 años?. —Así es ¿Qué pasa? ¿Algo te asustó?. —Creo... —se toca el cuello como ahogándose—. Supongo que me equivoqué... Yo... —¿Con qué?. —la paro una vez más cuando va a la puerta y la miro a la cara—. ¡Blanca! ¿Qué pasa? Te dije mi edad y es como que eso te molestó. —Eres... Eres muy joven. —mueve las manos como si me estuviera retando—. Muy joven y no sabía... Me equivoqué perdón. —¿Cuántos años tienes tú?. —21... Te llevo cuatro años y no es correcto. —niega con firmeza—. No lo es. —¿Y si fuera al revés? ¿Sería correcto ahí?. —no dice nada, me acerco despacio y se va para atrás alzando las manos para pararme—. ¿Cuál es el problema Ayün?. —Eres un adolescente... Y yo ya soy una mujer con responsabilidades y no es correcto. —Soy un hombre... Con mis pelotas bien puestas. —la aprieto a mi cuerpo y pongo mis manos en sus nalgas apretándoselas y afirmando que el vuelo que hace la tela cuando camina es por el culaso que tiene—. Y yo te voy a mostrar lo bien hombre que soy. —No. La beso con muchas ganas, al principio medio que no sabe que hacer, pero luego me sigue el beso y hasta ella es la que inicia la guerra de lenguas que tenemos, mi cuerpo se enciende con fuerza, ya no pienso nada, solo siento a la mujer que me ha estado robando la claridad desde la primera vez que la vi a través de una ventana con mirada asustada, la alzo haciendo que envuelva sus piernas en mi cadera con un gemido que debo hacer oídos sordos o me vengo en mis pantalones, envuelve sus brazos en mi cuello sin alejarse para nada, lo quiere tanto como yo, nunca estuve con una mujer, pero sé qué hacer para complacerla, con las mujeres sin marido de mi pueblo he aprendido a complacer a una mujer sin entrar en ella, ya que estaba esperando a guardarme a la que iba a ser mi futura esposa, pero esta mujer me hace querer romper con esa regla y hasta me imagino un futuro con ella como mi compañera de vida. Sin darle posibilidad de nada la voy desnudando, gime con los ojos cerrados mientras la recorro con los labios, bajo hasta sus pechos desesperado por probarlos, le saco la prenda que tapa sus pechos y ahí están, sus pezones rosados, rosados y pálidos, no como los pechos que conozco que son oscuros, ella es toda pálida, por donde la mire es pálida, agarro sus pechos con las manos y los succiono turnándome entre ellos. —Auca... Auca para. —¿De verdad quieres que pare?. —me mira sin decir nada y con una sonrisa le saco la bombacha—. Sigamos entonces. —Por Dios santo. —se tira hacia atrás tapándose la cara—. No tengo idea que hacer Auca. —Yo hago todo tranquila. —bajo por su vientre hasta llegar a su v****a—. Abre un poco más. —beso sus muslos hasta llegar a donde quiero llegar, carajo que hasta en lo más profundo es rosa y casi sin vellos, ¿Cómo puede ser?. —Oogggh. —succiono su punto de placer con ganas, pero me agarra la cabeza—. Nooo Auca, no está bien eso. —sigo en mi trabajo hasta que grita con fuerza—. Dios mío. —¿Estás bien?. —No es correcto lo que hiciste Auca. —trepo por su cuerpo acomodando nuestros cuerpos. —¿Quién dice que no?. —le beso el cuello sintiendo como tiembla—. ¿Si lo disfrutaste porqué está mal?. —me sitúo en medio de sus piernas que me reciben con alegría y de a poco voy entrando en ella—. ¿Duele?. —No. —Bien. Entro de un golpe, con un carajo que es lo mejor que he experimentado en la vida, ella grita subiendo más alto las piernas, cuando besa mi hombro todo se descontrola en mí, me siento como un animal el cual le sacaron la correa y lo dejaron ser libre, siento que floto en el aire y al fin sé lo que es respirar y sentirse vivo, me muevo dentro de ella con fuerza, no puedo parar, siento que debo hacerlo con más rapidez y más fuerza o no vamos a gozar, pero sí que gritamos y jadeamos por lo que sentimos, todos los ruidos del exterior se van, ya no escucho la lluvia ni el fuego ni la cama chirriar, solo nuestros gritos mientras nos aferramos entre nosotros con desespero. Quedo quieto intentando respirar cuando acabo, me estremezco al sentir los espasmos de su v****a pequeña y apretada, de apoco voy recuperando los sentidos, todavía llueve, el fuego aún sigue encendido, y también siento mi espalda arder y sus dedos aflojándose donde los tenía enterrados en mi piel, nuestros cuerpos húmedos y en nuestra unión muy mojados, lentamente me retiro de ella. —¿Estás bien?. —asiente con los ojos cerrados—. ¿Blanca?. —Estoy bien, en serio. —beso su cara con besos suaves haciéndola sonreír—. Fue muy lindo. —Esa era la idea. —¿Tienes mucha experiencia?. —me cargo con mis codos porque aún estoy arriba de ella mirándonos de bien cerquita. —Es mi primera vez también. —No te creo. —me mira frunciendo las cejas donde no me cree pero me río. —No me creas, pero es la verdad. —paso mi dedo por su pecho rojo por el roce con mis pelos del pecho. —Es imposible pensar que tienes 17 años Auca. —sus manos vagan por mis costillas—. Eres muy grande, y bien desarrollado... Hablas con experiencia. —La edad no tiene importancia... Las experiencias vividas valen. —Es verdad. —quedamos ahí mirándonos. —Eso está largando olor y mi panza gruñe. —Ya voy a ver. —se sienta con cuidado y jadea agarrándose la v****a. —¿Duele?. —asustado veo sangre en medio de sus piernas—. Te lastimé. —No... Estoy bien, dolió solo un poco. —Sientate yo me fijo. —lo saco del fuego y pongo en platos—. Ya esta... Comamos en la cama. —la envuelvo en la frazada y me siento frente a ella—. Está caliente. —Sí. —me mira mientras come—. ¿Tus hermanos también hablan español?. —Soy en único en mi pueblo por eso me usan de traductor. —¡Ah! ¿No les has enseñado?. —Mi papá no quiere. —¿Y el cacique no quiere que su pueblo sepa defenderse?. —Nos sabemos defender. —realmente cocina sabroso, si tengo hijos con ella van a estar bien alimentados porque esto te incita a comer mucho. —Pero no hablo de luchar... Las guerras no llevan a nada. —Es lo que sabemos hacer. —¿No te gustaría que te enseñe a leer? ¿O un poco de historia?. —No lo necesito... Sé leer y no necesito nada más. —Bien... La tormenta se está alejando. —Que se aleje. —alzo un hombro restándole importancia—. ¿Cuál es el problema?. —¿Por qué me hablas así?. —la miro dudando, su plato está intacto donde ni siquiera probó lo que cocinó—. Intento entenderlo, pero no lo logro. —Quise decir que se aleje todo lo que quiera, pero tú vas a seguir en mi cama hasta que quedemos dormidos del cansancio. —Eso no va a poder ser... Mi papá debe estar preocupado... Se supone que iba a trabajar y ellos ya le han informado que no fui. —¿Tanto te importan esos malditos?. —Para nada... Me importa mi papá. —respiro hondo para calmarme porque tiene razón, come hipnotizándome al ver sus labios chocar con la cuchara muy suavemente—. Está rico. —Sí... Cuando terminemos te llevo a tu casa. —Gracias. . .
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