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Club del Sexo

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Valeria y Rachel se embarcan en una nueva serie de misterios que desafían aún más su ingenio y determinación. El club de detectives, que antes se centraba en casos con elementos sexuales inesperados, se enfrenta ahora a desafíos más complejos y oscuros. Cuando una serie de eventos desconcertantes golpea el instituto, las amigas se ven envueltas en una red de intrigas y secretos que amenazan con desestabilizar no solo la dinámica de su club, sino también la tranquilidad de la comunidad estudiantil.

La segunda parte de esta cautivadora historia lleva a Valeria y Rachel a enfrentarse a sus propios demonios mientras luchan por descubrir la verdad detrás de los enigmas aparentemente intrincados que amenazan con cambiar sus vidas para siempre.

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Pornografía
Las cuatro integrantes de Veritas Nuda se dirigieron a toda prisa a la sede del club. Sin embargo, cuando Issa Levitz les informó que las esperaba allí, no esperaron encontrarla acompañada. Las cuatro chicas se sintieron invadidas. Se supone que ese salón era para que ellas organizaran sus reuniones sin que nadie las molestara; pero ahora estaba lleno de gente que no habían invitado y que se había acomodado en las sillas alrededor de la mesa como si el lugar les perteneciera. Allí estaba Issa Levitz, sentada muy tensa, con su rubio cabello atado en una cola de caballo. Estaba limpiando sus anteojos de secretaria y cuando las chicas ingresaron se los colocó. Las miró con esa condescendencia típica de los que creen que todos los demás son unos imbéciles. A su lado había un hombre alto que, a pesar de no tener sobrepeso, parecía un gigante del triple del tamaño de Issa. Sus grandes manos estaban sobre la mesa y observaba a todas las presentes con ojos serenos. Lo identificaron enseguida como Mario Dalessi, el decano del instituto. Se sorprendieron mucho al ver a una mujer joven, bronceada y con una llamativa figura escondida bajo un discreto traje gris. Era la mismísima Brenda Ramallo. Sin embargo, lo que más extrañó a las cuatro integrantes del club fue la presencia de otra profesora, Noemí García. ¿Qué hacía ella acá? Era una profesora con al menos veinte años de experiencia en la docencia. Se encargaba de dictar materias como Educación Cívica o Sociología. Era conocida por ser severa y estricta en los exámenes, pero la mayoría de los alumnos la veían como una profesora muy capaz, que rápidamente se ganaba el respeto de sus alumnos. Rachel en cambio sospechaba que todos la trataban con exagerado respeto solo para caerle bien y que los aprobara en el exámen de fin de curso. Porque otro rumor que se corría sobre Noemí García era que reprobaba a aquellos alumnos que ella consideraba como “irrespetuosos” o “indisciplinados”. ―Hola, chicas ―saludó Mario Dalessi con una sonrisa bonachona―. Tomen asiento. Las cuatro se sintieron como en un juzgado. Las integrantes del club estaban en un lado de la mesa y los cuatro invitados, en el lado contrario, mirándolas de frente con ojos inquisidores. Rachel abrió la boca para decir algo, y la cerró de inmediato al sentir un fuerte pisotón de Valeria. Ese era el código que su mejor amiga empleaba para decirle: “Por favor, no digas ninguna estupidez”. ―Estamos acá por petición de Issa ―dijo el decano―. Me contó sobre el interesante proyecto que tienen. Un club de detectives. De joven me gustaban mucho los relatos de Sherlock Holmes. Hay algo fascinante en envolverse en un misterio y llegar a resolverlo. Las felicito por el original concepto de su club. Sin embargo, lo que nos atañe hoy es… ―Tienen que darnos toda la información que hayan encontrado sobre Brenda Ramallo ―interrumpió Noemí García. La pobre Brenda estaba atrapada entre la corpulencia de Noemí y la delgada Issa. Sin embargo, si hubiera intentado huir por el lado que ocupaba Issa, después se toparía con un obstáculo mucho más grande: el propio Mario Dalessi. ―Estamos obligadas a hacerlo? ―Preguntó Oriana. ―Sí ―dijo Noemí con tono seco―. Este es un problema muy grave para el instituto y lo tenemos que manejar con la junta directiva. Esto no es un juego, chicas. ―Nunca lo vimos como un juego ―respondió Valeria―. Para nosotras el club es como un trabajo, nos lo tomamos muy en serio. Es cierto que estuvimos investigando a Brenda, pero… ―Si lo que les preocupa es que haya consecuencias negativas para ustedes ―dijo Mario Dalessi―, no tengan miedo. Aquí la única que está en dificultades es la propia Brenda. ―Justamente por eso, no queremos meterla en problemas ―dijo Rachel. ―Si no comparten con nosotros la información, los problemas los van a tener ustedes ―espetó Noemí. ―Chicas ―interrumpió Brenda, con una cálida sonrisa―. Denles lo que piden. Yo entiendo mi situación. Estoy dispuesta a aceptar las consecuencias. No se compliquen la vida ustedes. ―¿Estás segura? ―Le preguntó Rachel. ―Sí. Que sea lo que dios quiera. ―No metas a Dios en esto ―espetó Noemí―. Él estaría muy avergonzado por tu comportamiento. ―Intentemos agilizar un poquito esto ―dijo Mario Dalessi―. Issa, contanos por qué le pediste a las chicas del club que investiguen a Brenda. ―Em… técnicamente no se los pedí ―dijo Issa incómoda, se notaba que no quería hacer contacto visual con Brenda―. Ellas me dijeron que estaban investigándola porque… porque había rumores sobre la profesora Ramallo. Rumores que podían afectar de forma negativa a la imagen del instituto. ―¿Y qué decían esos rumores? ―Quiso saber Noemí. ―Em… este… ―Vamos, Issa. No tengas miedo ―Mario Dalessi acarició el dorso de la mano de la rubia en gesto tranquilizador―. Vos cumpliste muy bien con tu deber hasta ahora. Solo falta el último tramo y pronto todo esto se va a terminar. Contanos todo lo que sabés, y espero que las chicas hagan lo mismo. ―Está bien. Los rumores decían que la profesora Brenda Ramallo estaba publicando imágenes muy sugerentes en sus r************* . ―Pornografía ―acotó Noemí. ―Solo algunos rumores hablaban de pornografía ―continuó Issa―. Otros solo mencionaban fotos “subiditas de tono”. ―Que para el caso es lo mismo ―comentó Noemí―. ¿Y decían algo más? ―Los rumores más… severos decían que Brenda intentaba em… seducir a sus alumnos. ―Las mejillas de Issa se pusieron muy rojas―. Y en algunos casos hasta decían que había llegado a concretar con ellos… ―Estoy seguro de que ustedes también conocían estos rumores ―dijo el decano dirigiéndose a las integrantes del club―. Y por lo que dijo Issa antes de iniciar esta reunión, ya llegaron a una conclusión. Estos rumores son ciertos? Las cuatro chicas permanecieron en silencio durante unos segundos, hasta que Valeria suspiró y dijo: ―Sí, son ciertos. Lo siento mucho Brenda, pero aunque nosotras nos quedemos calladas… vas a tener problemas igual. Se podría decir que este fue un caso muy sencillo de resolver. Las evidencias son abundantes. ―Eso es lo que quiero ver ―dijo Noemí García―. Evidencias. ―¿Estás segura? ―Preguntó Rachel―. Porque hay mucho material explícito. Esta vez se sonrojaron las mejillas de Noemí, y Brenda emitió una sonrisa burlona. ―Yo también quiero ver esas evidencias ―dijo Brenda Ramallo―. No me importa que sean explícitas, y lo siento mucho si te incomodan, Noemí. Pero acá está en juego mi trabajo. Sé que estás haciendo todo lo posible por echarme. Bueno, si me van a echar, que al menos sea con evidencia sobre la mesa… y no por puros rumores. ―Em… entonces ¿estamos todos de acuerdo en ver estas evidencias? ―Preguntó Mario Dalessi―. Aunque sean… em… ¿explícitas? ―Este… em… quizás si son tan explícitas este no sea el momento y el lugar―dijo Noemí―. Hay alumnas presentes ―Sí, las mismas alumnas que recopilaron esas evidencias ―dijo Brenda―. Ellas ya las vieron. Solo tienen que compartirlas con nosotras. No te preocupes, Noemí. No te vas a ir al infierno por ver un poquito de porno. Todos miramos porno alguna vez en la vida. ¿No? ―Estarás hablando por vos ―dijo Noemí, claramente nerviosa―. Yo no miro esas cosas. Qué asco… Brenda puso los ojos en blanco y sonrió. A las cuatro integrantes del club les resultó evidente que Brenda solo intentaba incomodar a Noemí, quizás para devolverle el golpe de alguna forma. ―Nosotras no tenemos problemas de mostrar lo que sea necesario ―dijo Rachel. ―Es tu decisión, Noemí ―dijo Mario Dalessi―. ¿Procedemos? ―Está bien. Solo porque no quiero que esta reunión sea en vano. Tendremos que soportar un momento incómodo. Valeria puso su laptop sobre la mesa y la encendió. ―Tenemos las imágenes preparadas, compilando lo que vimos en Twitter y lo que nos pasó… em… un informante. Vamos a mostrarles todas las evidencias que nos pidan; pero no vamos a revelar los nombres de las personas que nos ayudaron a conseguirlas. ―Si son alumnos del instituto, tienen que darnos sus nombres ―dijo Noemí García. ―¿No te parece que eso podría generar una violación a la privacidad de los alumnos? ―Preguntó Brenda―. No necesito saber los nombres, pero imaginá que yo fuera una loca desquiciada y quisiera cobrar venganza contra aquellos que me perjudicaron? ¿Le vas a explicar vos a los padres de los alumnos quién pidió sus nombres? ―Los nombres de los informantes no serán necesarios ―dijo el decano―. Pueden empezar con la demostración. ¿Qué pruebas tienen de que Brenda Ramallo haya mostrado un comportamiento inapropiado en sus r************* , o dentro del instituto? ―Bueno, para empezar, tenemos esta foto. Valeria estaba un poco molesta con Noemí, por meterse en este asunto, y si podía molestarla con las imágenes explícitas, entonces iría directamente por esas. En pantalla apareció Brenda con una venosa v***a erecta en la boca, miraba a la cámara de reojo y se notaba que la estaba pasando muy bien. ―¡Ay, por favor! Nunca te imaginé haciendo este tipo de cosas, Brenda… sos una profesora. Qué poca decencia. ―Ay, Noemí. No digas boludeces ―dijo Brenda, poniendo los ojos en blanco―. Acá hay varias mujeres, y estoy segura de que todas, sin excepciones, alguna vez habrán chupado una v***a. No es para tanto. ¿No es cierto, chicas? ―No están obligadas a responder ―intervino el decano. ―Pero sería bueno que lo hicieran ―contestó Brenda―. Me acusan de tener poca decencia, cuando chupar una v***a no es nada del otro mundo. Todas lo hicimos alguna vez. ―Yo sí lo hice ―respondió Sasha―, no es para tanto. ―Em… bueno, solo voy a decir que yo tengo novio ―comentó Oriana―. Saquen sus propias conclusiones. ―Coincido con Brenda ―dijo Valeria―, aunque no me gusta tener que reconocerlo, es cierto que yo también lo hice alguna vez… y Rachel también. ―Ey, quería contestar yo! ―Se quejó su amiga―. Y sí, yo también chupé v***a alguna vez. Aunque tampoco es algo que haga muy seguido. ―¿Ven? No es para que me acusen de indecente ―dijo Brenda―. ¿Y vos, Issa? ¿Qué tiene para decir la ilustre presidente del centro de estudiantes? ¿Alguna vez te comiste una v***a? Se hizo silencio, Issa Levitz se puso muy tensa. El decano dio un par de palmadas sobre su pierna y le dijo: ―Sé que puede ser incómodo decirlo abiertamente; pero tené en cuenta que acá nadie te está juzgando. Es solo para que Brenda pueda establecer su punto ―la mano en su pierna comenzó a subir lentamente―. Sabemos que sos una alumna ejemplar, y que hayas practicado… em… el sexo oral, no va a cambiar nada de eso. ―Está bien, lo admito ―dijo la rubia, con todo su cuerpo temblando por la tensión―. Yo también chupé v***a una vez. ―¿Una vez? Vamos, querida… no te creo que haya sido solo una vez ―dijo Brenda. ―Bien, bien, fue más de una vez. Lo hice en varias ocasiones. Y no creo que debamos tachar de indecente a Brenda por haber hecho lo mismo. ―Así es. Todas lo hacemos, incluso Noemí, aunque ella nunca lo vaya a reconocer. ―No es cierto, Brenda. Yo nunca hice una cosa como esta y no te permito que me acuses de puta… ―Noemí, por favor ―intervino el decano―. Acá nadie está acusando de puta a ninguna de las chicas presentes. ¿Está claro? ―Perdón. No fue mi intención ―dijo Noemí―. Es solo que… yo no hago esas cosas. Punto. ―Creo que las chicas fueron muy valientes en reconocer que lo hicieron ―dijo Mario Dalessi―. En especial, vos, Issa, teniendo en cuenta el rol importante que cumplís en este instituto.

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