Capítulo 2

972 Words
El día de audiencias fue tan agotador como supuse, cada vez venían más y más pobladores a preguntar por su rey. Todos querían saber si Fándor regresaría pronto, si estaba bien y las preguntas no cesaban. Odiaba mentir y ahora, día tras día, debía mentir sobre un asunto que me oprimía mi corazón. Yo también quería saber si Fándor estaba bien, quería saber si iba a regresar pronto.  –Anna, ¿de nuevo tienes jaqueca? –la voz de Victoria, mi hermana, hizo que me sobresaltara sobre el trono.  Alcé la vista y le sonreí sin mucho ánimo, a pesar de la situación difícil, agradecía el hecho de que mi hermana estuviera aquí conmigo. Fándor tuvo razón. Antes de irse, trajo a Victoria de regreso a Landau para que me hiciera compañía durante su ausencia y me reconfortara, y así lo había hecho. Tener a mi hermana junto a mí era una gran alegría, su presencia era un excelente distractor y un consuelo en los momentos desafiantes.  –¿Por qué lo preguntas? –contesté aún con la sonrisa fingida en el rostro.  –Estás masajeando tus sienes con los pulgares, haces eso cada vez que te duele la cabeza. –respondió ella entrecerrando los ojos con sospecha. –Ah, sí… pues… supongo que no lo puedo evitar. La situación no es alentadora –confesé resignada.  Era absurdo ocultarle mi malestar a mi hermana, ella vivía en el castillo y atestiguaba mis largas horas de desazón e inquietud desde la partida Fándor. –¡Ánimo! No puedes decaer, todo va a estar bien.  La inocencia de mi hermana me conmovió. Sus palabras eran sinceras y bien intencionadas, pero no había forma de que ella pudiera predecir nuestro futuro.  –Sí, todo estará bien, en cuanto Fándor vuelva… –¡Y aún si no vuelve! No eres la clase de mujer que necesite de alguien para salvar al mundo. Siempre has sido una heroína por derecho propio, no necesitas a Fándor ni a nadie –me interrumpió.  Para Victoria la ausencia de Fándor no era una tragedia, ella seguía considerando a mi esposo un maniaco cruel al cual era mejor tener lejos. No había sido suficiente el tiempo que habían convivido para que ella pudiera cambiar de opinión respecto a él. Victoria aún no entendía por qué yo amaba tanto a mi esposo. No la podía culpar, yo tuve esa misma opinión sobre él durante meses antes de conocerlo a profundidad, Victoria aún no había tenido esa oportunidad y no la tendría hasta que Fándor volviera.  –Este es su reino, la gente lo necesita –le contesté, intentando que sus palabras no me irritaran. –También es tu reino, él no es tan necesario. –replicó Victoria antes de girar sobre sí misma para hacer que la falda de su vestido volara.  Tal vez Victoria no le había tomado cariño a mi esposo, pero ya amaba la vida en el castillo y los lujos de la monarquía. –No digas eso ¡Claro que es necesario! Tú no sabes cuánto lo quiere la gente. Él es quien nos mantiene a salvo de los Bors– le expliqué.  –Eso dices, pero a ti no te pudo mantener muy a salvo que digamos –respondió Victoria con una mueca.  Respire profundo y negué con la cabeza, se refería al atentado en mi contra, pero ella no entendía lo que sucedió, ni que Fándor no tuvo la culpa de ello.  –Majestad, los caballeros han llegado –me informó Aru, interrumpiendo lo que posiblemente derivaría en una discusión.  –Gracias, por favor pídeles que pasen. Victoria, hablaremos luego.  Victoria se retiró y los seis caballeros del rey entraron al salón del trono. Todos parecían consternados. La prolongada ausencia de Fándor y el peso de una guerra sobre sus hombros había acabado con su buen humor.  –La situación está empeorando entre la gente –dijo Rik, encargado de guardar el orden en la ciudad, comenzando así su reporte sobre lo que ocurría tras los muros del castillo–. Las especulaciones sobre Fándor cada vez son más descabelladas. –¿Siguen creyendo que el rey está enfermo? –preguntó Julien con mofa.  –No, ahora hay quienes creen que está muerto –contestó Rik sin un ápice de humor. –¡¿Muerto?! –exclamó Nico, escandalizado ante la idea. –Sí, nadie puede entender el porqué el rey ha decidido tomarse unas vacaciones tan prolongadas en estos momentos. La imaginación de las personas ha empezado a tomar rumbos inesperados. Cada vez son más comunes las pláticas en los bares en las que se especula qué hicimos con el c*****r del rey –explicó Rik. –Eso puede generar un verdadero caos –exclamó Orlin alarmado–. La gente inquieta puede levantarse y causar revueltas. Sobre todo si creen que nosotros estamos ocultándoles su c*****r. Eso es lo último que necesitamos.  –Lo sé, es necesario que tomemos cartas en el asunto antes de que el problema se nos salga de las manos y broten disturbios en la ciudad –opinó Julien, con un semblante más severo. –¿Qué podemos hacer? Lo único que lograría tranquilizar a todos ahora sería ver al rey sano y salvo –intervino Luca en tono pesimista. –Tomémoslo con calma –intervine yo–. No hay que perder la paciencia, Fándor ya lleva tres semanas fuera, su ausencia no se puede prolongar mucho más. –La reina tiene razón. Fándor regresará en cualquier momento y entonces todos se apaciguarán. Solo debemos resistir unos días más –me secundó Nico, lleno de esperanza. –Increíblemente, estoy de acuerdo –dijo Teo y todos lo miramos desconcertados. Teo siempre era la voz en contra de cualquier propuesta que viniera de parte de Nico o de mí–. Dije ‘increíblemente’ –se defendió–. El rey no debe tardar, en un par de días o a lo mucho una semana, él estará de vuelta. Debemos tener un poco más de paciencia, hay que resistir una semana más, luego todo se compondrá.   La conclusión era satisfactoria, todos queríamos creer que Fándor estaría aquí pronto, así que dimos por terminada la reunión y continuamos con nuestros deberes. En mi interior repetí incansablemente las palabras de Teo ‘a lo mucho una semana’ ‘una semana’ ‘una semana’. Mi esposo debía estar de vuelta en una semana.
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