Capítulo 4
Vida Casi Simple
[Leandro]
Sonó el despertador a eso de las 9 de la mañana… si lo sé, es algo tarde para cualquier persona, aunque no lo es para mí, tan pronto como el sonido del despertador ensordeció mis oídos, me levante de la cama de mi habitación, tan solo aparte el brazo de la señorita que esa noche me acompaño y sin reparar un solo segundo en ponerle atención, me dirigí al baño donde de inmediato llene la tina con agua tibia, Sali de nuevo del baño de mi habitación y note con naturalidad que el desayuno ya estaba servido en una bandeja sobre la cómoda… yo no tenía hambre, así que pasando por ser un caballero, desperté a la mujer que yacía dormida en mi cama y le indique con un beso que le había traído el desayuno… un truco que siempre funcionaba. Mi torso desnudo dejaba al descubierto un abdomen que por mucho tiempo había venido trabajando, el mismo que esa mujer en mi cama paso la noche besando y aferrándose a él, aunque para ser honesto no recuerdo si su nombre era Natalia o Natasha… solo recuerdo que empezaba con “Nat”. Le dejé el desayuno sobre la cama mientras yo tomaba un baño relajante en la tina, fue cuestión de segundos en que Nat, decidido acompañarme como era de esperarse, su cuerpo desnudo era una invitación abierta a continuar lo que en una noche no habíamos alcanzado a hacer, ya la conocía de antes y sabía que le encantaba hacerlo en la ducha, sin embargo mi ánimo no estaba muy concorde a la oportunidad de hacer la mía, tan solo la abrace y deje que su cuerpo se colocara al lado mío, yo sé que eso no era lo que ella esperaba, quería mucho más pues su cuerpo casi perfecto se hacía merecedor de un momento más dado a la pasión, pero las cosas conmigo eran siempre distintas. Tardamos varios minutos en terminar de darnos un baño, ella caminaba desnuda por mi habitación y por supuesto que esto no me molestaba, pero era el momento indicado para qué ella se marchara, y ella lo sabía, no podía estar mucho tiempo en la casa de sus clientes, se podría pensar que no era profesional en la materia o bien su matrona se podría enojar conmigo. Una vez en la habitación mientras ella buscaba su ropa que había quedado por toda la habitación, yo me vestí con un elegante traje azul, una camisa blanca con unos zapatos de charol del mismo color, no me gustaba vestir tan elegante, pero mi padre me había pedido asistir con él a la oficina, obviamente no llegaría a tiempo, tampoco me preocupaba, mi hermano mayor Antonio era es que se dedicaba a ser el maestro de ceremonias de dichas reuniones en la empresa, yo solo me limitaba a vivir y en los pequeños negocios de la familia. Nat se vistió en contados segundos, arreglo su cabello e incluso se tomó su tiempo para maquillarse, lucia tan despampanante como cuando pase a recogerla en la camioneta, era realmente hermosa y ella misma estaba segura de ello. Salió de la habitación y saludé con cariño a Yolanda, el ama de llaves de la casa de campo de mis padres.
—Joven Leandro, su padre mando el auto para que lo acompañe el día de hoy…—me dijo en ella en cuanto me vio.
—Si Yolanda, voy a ir a la oficina… pero me tomaré mi tiempo, pídele un auto a la señorita, que la lleve a su destino…—le indique yo señalando a Nat.
Nat se despidió de mí con un tierno beso en la boca y un breve abrazo que daba la pequeña ilusión de ser una pareja comprometida, pero en realidad era ya por el hecho de que nos conocíamos de mucho antes, la prefería a ella por sobre las demás acompañantes, tenía algo especial, aunque no dejaba de ser solo un breve destello de cariño en medio de una vida de lujos, que en verdad poca tenía de gracia para ser honestos de alguna manera.
Acompañe a la señorita hasta el coche que la llevaría de vuelta a la ciudad, estábamos a las afueras de Buenos Aires y tardaba un poco en volver, yo por mi parte aborde el auto de mi padre, el chofer se llama Hugo, es un señor ya de edad que muchas veces ha sido mi fiel confidente, aunque en realidad es chofer de mi padre, yo en su mayoría prefiero manejar mi propia camioneta, no se me caerán las manos si lo hago yo mismo. Me quede mirando por la ventanilla del auto color plata, el paisaje de las afueras de buenos aires, los autos que a la par andan a la misma velocidad a la que lo hacía Hugo, pasaron quizá un par de horas antes de llegar a la empresa de mi padre que como siempre estaba ocupado en alguna conferencia de negocios o estaría con su asistente, la cual sospechosamente permanece el día entero junto a él, tal vez por eso mi madre Clara estaba tan desconfiaba de lo que mi padre hacía, aunque honestamente estaba muy mal que yo como hijo no supiera cuál era peor en su forma de ser, mi madre no era propiamente la más recta moralmente, más mi padre Alberto tampoco lo era, y es natural, pues cuando un hombre o una mujer tienen el poder que tienen mis padres, la moral toma un papel secundario… lamentablemente mi hermano mayor Antonio y yo, no éramos una excepción a la regla… algo con lo que yo no estaba de acuerdo, pero la costumbre puede más que los buenos valores, al menos yo no me había comprometido con nadie hasta ese momento, mi vida de soltero la llevaba al límite solo en determinadas épocas donde podía hacerlo, llevaba chicas a la casa del country, pasaban uno o dos días, a veces curiosamente solo había sexo, pero no el que se esperaría, tal vez el precio que pagaba en ocasiones se justificaba solo en la grata compañía de alguna de las señoritas de la casa de acompañantes, creo que por eso ella me prefieren antes que a algún narco u otro empresario que sabe muy bien lo que quiere de ellas… algo que por mucho me ha parecido lamentable. Por varios años tuve novias, pero a mis 33 años de edad solo tengo la lista clara de 4 mujeres que han sido el amor de mi vida, la más reciente de ellas, fue hace 4 años, era hermosa, sencilla, totalmente contraria a mí en su manera de ser, y quizá fue eso mismo lo que nos separó, yo la amaba, podría jurar que lo hacía, pero mi madre no fue muy buena persona con ella, ni ella tuvo el principio suficiente para demostrar que me amaba tanto como yo… pues de haber sido así no hubiese aceptado el dinero que le dio mi madre para alejarse de la familia, solo porque a ella no le agradaba su personalidad, duro momento que me aparto de por vida de mi madre, eso explicaría por qué no la respeto mucho, o porque soy la decepción para ella. Por otro lado mi hermano mayor Antonio se ha casado ya 3 veces, su compromiso ya es solo una excusa para hacer una gran fiesta, con cada nueva esposa hay un par de niños que vienen al mundo, claramente nada les faltara si hablamos de dinero y lujos, pero si era un padre lo que querían, mi hermano no lo iba a ser realmente, lo cual me parecía siempre extraño pues mi padre pese a sus errores, nunca nos dejó a un lado, tampoco dejo a mi madre y ambos podríamos decir que él fue un buen padre siempre.
Extraña familia de seguro estarán pensando, pero esa era mi familia, este era yo, una vida aparentemente simple en medio de los lujos de la alta sociedad de Buenos Aires, mi padre Alberto un gran y exitoso empresario de una compañía de trasportes, mi madre Clara toda una celebridad en medio de los diseñadores de modas, no por su talento sino por su visión empresarial, sabia como tomar una moneda y multiplicarla en 10 si era necesario y mi hermano Antonio, el mayor, el orgullo de mi madre y el fiel discípulo para los negocios de mi padre, una vergüenza a mis ojos, pero era mi hermano mayor, sus errores y secretos en realidad no eran de mi importancia, y finalmente estaba yo, Leandro, el hijo menor, pero que nunca fue el consentido de su madre ni por la familia, quizá era mi forma de ser, soy distinto a mi hermano pues yo no hago lo que él, estudie en la escuela de negocios y luego en la facultad de derecho, de ambas deserte por el mero gusto de llevarle la contraria a mis padres, no quiero tener que ver en sus negocios, en su lugar el dinero que tengo es producto de los pequeños negocios que por la ciudad suelo fundar y luego vender cuando son todo un éxito, así género empleo, creo de la nada pequeños empresarios, doy oportunidades… yo sí creo en que se puede ser diferente, algo que mi madre en especial no considera que tenga algo de valor. Hugo estacionó el elegante auto a las afueras de uno de los edificios más bonitos de la avenida mayo, me baje casi enseguida, no me gusta que el chofer o el ballet me abra la puerta del auto, bajo la mirada de las personas y trabajadores del edificio yo entre como si nada al lugar, aborde el ascensor, no espere a la asistente de mi padre, decidí subir por mi cuenta y buscar la sala de reuniones por mi cuenta, pero para mi sorpresa cuando llegue a la oficina de mi padre, justo al Aldo de la sala de reuniones me lleve la grata sorpresa de ver a mi madre, a mi hermano y mi padre reunidos, como si me estuviesen esperando y era claramente eso lo que estaba pasando. Entre a la sala con la mirada expresiva de desagrado en ese momento, no podía fingir el estar contento por verlos a todos.
—Leandro… llegas tarde, toma asiento…—me ordeno mi padre.
—No sabía que me estaban esperando papá…—le respondió halando una silla lejos de la mesa y sentándome en el extremo más alejado.
—Fue tu madre quien nos llamó…—dijo mi papá resignado.
—Pues empecemos de una vez, ya que estamos todos…—dijo mi hermano impaciente.
Mi madre dejó a un lado su elegante bolso, se colocó de pie y en una pequeña muestra de poder tomo su lugar al otro lado de la mesa de reuniones, yo tan solo la miraba y de reojo a mi padre que estaba impaciente, de seguro era algún capricho de mi madre Clara en el que quería que todos participemos.
—Bueno… para comenzar agradezco su tiempo… aunque creo que Leandro no tenía mucho… pero en fin… agradezco que llegaras hijo…—dijo de forma claramente sarcástica, —Como sabrán… el Club, me ha pedido a mí este año el organizar la fiesta de los nuevos socios…—agrego ella emocionada.
Yo inmediatamente noté que mi padre se sostenía la cabeza del aburrimiento que le provocaba la sola idea de estar en un lugar así, mi hermano siquiera estaba escuchando pues estaba pendiente de su teléfono celular, el único que estaba levemente interesado en lo que decía mi madre era yo, lo cual fue mi propia condena.