—Mierda. —Estrellé mi teléfono contra la mesita de noche. —No quiero escalar esto si no es necesario. Solo llámame de vuelta. Gracias—. levantándome de la cama, fui directo al lavabo, echándome agua en la cara para enfriar el fuego que me recorría el cuello. llevaba una semana siguiéndole los pasos a Dakota y, aparte de una erección constante, no había conseguido gran cosa. Me había enviado correos y mensajes de voz sin parar sobre la mediación con Lorenzo. Ese cabrón seguía negándose a verme cara a cara —como debería ser—. El agua helada golpeó mi rostro y respiré hondo mientras me enderezaba, dejando que las gotas escurrieran por mi piel. La frustración me retorcía las entrañas en nudos, apreté la mandíbula con demasiada fuerza y cerré los ojos. Esto no pintaba bien. Lorenzo no solt

