El mundo era un borrón, y las náuseas subían desde mi estómago como la peor resaca imaginable. Solo estaba allí, de pie. Mi padre… acababa de intentar golpearme —otra vez. Ivankov había…
Mi mente daba vueltas y caí de rodillas, el dolor rebotando por mis piernas al golpear el suelo de mármol. Era demasiado. Me había vendido a algún mafioso para saldar sus deudas. No le importaba en absoluto. Solo estaba enfadado. Tan malditamente enfadado. Como siempre. Otro hecho frío me golpeó en la cara una vez más.
–Oh Dios, ¿mató a mi madre? –. Sonaba diminuta, mi voz no más fuerte que la de un niño.
Mi estómago se contrajo, y me doblé sobre mí misma mientras se cerraba. No había nada que vomitar, así que simplemente me tensé, ahogándome con arcadas.
De inmediato, unas manos me rodearon, y me leva
