Desperté con la primera luz del amanecer acariciando las paredes de mi habitación. El aire estaba cargado con el aroma a sábanas limpias, y de algo más íntimo: ella. Zanoah. Dormía a mi lado, desnuda, con una pierna enredada en la mía, la cabeza apoyada sobre mi pecho, como si perteneciera ahí. Como si no hubiera pasado varios días huyendo de nosotros. De mí. Sus pestañas temblaron suavemente mientras respiraba en calma. Y por primera vez en mucho tiempo, sentí que el mundo podía detenerse ahí mismo. Pero no podía darme ese lujo. No después de lo que ocurrió anoche. Me pasé una mano por una pequeña herida que tenía era apenas visible. Un roce. Un aviso. Ludo había entrado en mi casa. En mi casa. Con la intención de matarme, de quitarme todo. Y si Zanoah no hubiese regresado justo en ese

