–¿Entregaste los artículos? – Alcé una ceja ante Semion, notando de inmediato que me fulminó con la mirada mientras cerraba la puerta tras de sí. El fuerte clic de la puerta contra el marco resonó en la oficina, siempre silenciosa, y me pregunté en secreto si cerraba la puerta tan fuerte solo para fastidiarme. –Sabes que lo hice. ¿Por qué siquiera preguntas? – Gruñó, cruzando la habitación hacia mi escritorio. –Y tampoco eché un vistazo a tu invitada desnuda –. Un calor ardiente recorrió mis venas ante la idea de que alguien, incluso Semion, pudiera ver un centímetro de la piel descubierta de Amelia. Aun así, lo reprimí, volviendo mi atención a los libros que habíamos tomado de la oficina de Igor. Había estado manipulando cosas durante bastante tiempo, y las pruebas en su contra seguían

