― ¡Serov! ― Grité tan fuerte como mis pulmones lo permitían al ver a Serov desplomarse en el suelo con una mano aferrada al pecho. ―No... No... Serov―. Sostuve su cabeza, mis manos temblaban mientras él gorgoteaba y jadeaba por aire. ―Shh, no hables. La ayuda viene... Tu hermano está en camino...― Su cabeza cayó inerte contra mi brazo y su mano se deslizó de su pecho. Las lágrimas cayeron de mis ojos sobre sus mejillas y las limpié con las manos manchadas de sangre. Mis dedos peinaron su cabello suave y lo abracé con fuerza. No podía soportar la idea de que este fuera el final para él. No podía ser el final para nosotros. Todavía tenía tanto que no le había dicho. Todavía había tanto que no habíamos tenido oportunidad de resolver. El bebé. Pensé en el bebé en mi vientre. La carne y sa

