Le di un beso en la frente y apreté su mano con fuerza. Nos agachamos, medio corriendo y medio caminando, de pilar en pilar. —¡Jefe, por aquí! —uno de mis hombres nos llamó a la esquina de una tienda junto a una escalera mecánica. El camino hacia la salida estaba despejado, pero el problema era cómo llegar sin que una bala perdida nos alcanzara. El sonido de las sirenas policiales se hacía más fuerte al llegar sus autos. Pero los disparos y los gritos no cesaban. Algunos policías entraron al centro comercial con armas para detener el tiroteo. Movimiento equivocado. Tres de ellos entraron en la línea de fuego y las balas llovieron sobre ellos. Cayeron de rodillas mientras los demás buscaban refugio. Vi una oportunidad. La policía era la distracción que necesitábamos. Tomé la mano de So

