—Serov? —Sofia llamó mi nombre suavemente y me di la vuelta. Sus grandes ojos marrones se agrandaron al ver mis puños apretados y mis fosas nasales dilatadas, y supe que ella percibía peligro. Estaba al teléfono con Pavel y estaba furioso al descubrir que los italianos me habían seguido hasta el centro comercial. De alguna manera, a pesar de nuestros intentos de cubrir nuestras huellas, lograron localizar nuestra posición y, según la información que Pavel había recibido, habían estado recorriendo el centro comercial buscándonos. Mi primer instinto fue proteger a Sofia y a nuestro bebé. Iba a sacarlos de ahí, ilesos. Saqué mi teléfono e hice una llamada para reunir a mis hombres en la entrada. La llamada fue breve y directa. Recibieron el mensaje alto y claro: necesitábamos refuerzos.

