Desperté con la luz del amanecer filtrándose a través de las cortinas claras de la habitación de Anna. Al principio no sabía exactamente dónde estaba. Esa confusión que viene cuando el cuerpo reacciona antes que la mente. El techo blanco, las paredes con marcos de fotografías antiguas y esa brisa fresca entrando por la ventana abierta… me recordaron que no estaba en casa. Estaba en el cuarto de invitados de mi mejor amiga. Mi refugio improvisado desde hace una semana. Siete días exactos desde que dejé de ver a Pavel. Siete días que me parecieron eternos y a la vez, irónicamente, necesarios. Me giré sobre el colchón, sintiendo el aroma de las sábanas limpias mezclado con algo que no sabía definir, quizás calma. O quizá solo el perfume del cariño que Anna pone en todo. Me quedé mirando el

