—¿Dónde está ella? —. Artem y Alexei bajaron la cabeza y entrelazaron las manos. Mis músculos se tensaron y la rabia burbujeaba en mi estómago. Había estado en el puerto con Viktor y Odorv hace una hora cuando recibí una llamada de Elena. No habían visto a Sofia desde que bajó a desayunar por la mañana y, después de pasar horas buscándola sin éxito, recurrieron a llamarme a mí. Mi presión arterial subía más con cada minuto que pasaba atrapado en el tráfico y mis pensamientos se dispersaban en todas direcciones. Aun así, no podía entender cómo Sofia podía haberse desaparecido si la casa estaba completamente vigilada. Apreté los puños y gruñí con enojo. —Mírame— Artem levantó la cabeza, pero Alexei no. —Te mato si tengo que repetirlo una vez más—. Alexei también levantó la cabeza. —¿

