Veo cómo ella firma el contrato. Incluso mientras entrega su vida, puedo percibir su desafío. —Algo que olvidé mencionar. También hay una cláusula que confirma que no volverás a huir jamás —digo con calma, tratando de no alterarla. —¿Cuál es la pena si lo hago? —desafío con fiereza. Apilo los papeles. —en realidad son varias. Una vez le he explicado la situación en la que va a vivir y lo que está haciendo, confirmo que estamos comprometidos y me voy. Me queda un sabor un poco amargo porque claramente me odia mucho. Debería aceptar mis pérdidas y seguir adelante. Todavía no sé si estoy tomando la decisión correcta. ¿Debería haber ignorado su llamada? ¿Ignorado su declaración? ¿Dejarla huir? Ese bebé siempre tendrá un reclamo sobre mi trono, y no creo que ella entienda que es un

