—Me siento absolutamente miserable por mí y por Anna. Estoy tan asustada de que le
hayan hecho daño, aunque ella dice que no. No tenemos tiempo de hablar de nada más
mientras Doriav se la lleva y me hace sentarme de nuevo a la mesa.
—Tienes que comer. Cuidarte es parte de lo que estás aceptando —explica Doriav con
suavidad. Probablemente es el más blando de los hermanos.
Me giro hacia él.
—¿No hay nada que puedas hacer? ¿No puedes suplicarle a Pavel?
Doriav sonríe.
—Jamás iría en contra de mi hermano, Zanoah. Jamás.
Su tono es definitivo, y sé que no tiene sentido intentar convencer a su familia de que me
liberen. Nadie va a salvarme. Solo tengo a Anna, y no puedo esperar que arriesgue su vida
traicionando a este tipo de hombres.
Empiezo a picar la fruta con desgana antes de qu
