DE VUELTA

1249 Words
Después de la noticia que Lía le dio a Lucien, sus días comenzaron a hacerse interminables. A eso se sumaba el caos que enfrentaba en su empresa, con unas misteriosas desviaciones de fondos que no lograba explicar, y todo junto terminó por desestabilizarlo por completo. —Elise, hoy por fin te dan de alta del hospital. ¿Estás lista para volver a la mansión? —Sí, señor. La verdad, estoy ansiosa por estar con mi hijo… y claro, también tengo muchas ganas de ver a Phillippe. —Elise, sé que tienes muy limitada la movilidad en el brazo izquierdo y lamento profundamente que hayas pasado por esto. Pero quiero que sepas que no será un impedimento. Tendrás una niñera auxiliar que te ayudará con el cuidado de tu hijo. —Señor Lucien, mi vida se vino abajo. Con esta lesión no sé cómo podré volver a trabajar. Me siento inútil… además, mi cuerpo está lleno de marcas —Elise apenas logró tragar el nudo que le oprimía la garganta. No era solo el dolor físico lo que la afectaba; también su autoestima se había quebrado. Ya no se sentía hermosa, y eso le generaba una profunda inseguridad. El hombre que le gustaba estaba frente a ella, pero solo le devolvía una mirada llena de compasión. Extrañaba esos ojos que una vez la desearon, cuando compartieron aquel encuentro en la mansión que, aunque no se consumó, para ella había sido realmente especial. —Elise, no pienses así. Sigues siendo una mujer fuerte y valiente. Sé que ahora todo será más difícil, pero no estás sola. Cuentas con mi apoyo. Vamos, alístate. Nos esperan Phillippe y Ángel en casa. Lucien la ayudó a recoger sus cosas y pronto estaban de camino a la mansión. En cuestión de minutos llegaron. Él había organizado una pequeña fiesta de bienvenida. Al tener a su hijo de nuevo en brazos, Elise sintió que la felicidad volvía a su cuerpo. Compartir con Phillippe la reconfortaba profundamente. También estaba Aurore, su amiga, y Greis formaba parte del grupo. Aunque eran pocos, por primera vez en mucho tiempo, Elise sintió una paz que creía perdida. Mientras la celebración transcurría en un ambiente cálido y familiar, no todos compartían la misma alegría. Victorie, al tanto del embarazo de Lía —información que formaba parte de un retorcido plan de venganza—, hervía de rabia. Incapaz de contenerse, tomó el teléfono y marcó. —Lía, la maldita niñera volvió a la mansión. Y lo peor no es eso… Lucien la está recibiendo como si fuera la reina de esta casa, no como una simple empleada. —¿Qué? ¿Cómo que volvió? ¿Y tú por qué no me habías dicho nada antes? ¿En qué diablos está pensando Lucien? —Más te vale venir a poner las cosas en orden. Esa mujer no puede quedarse con lo que no le pertenece. —Voy en camino. Elise, por su parte, había hecho un esfuerzo por dejar a un lado la angustia que la consumía desde el accidente. Aquella bienvenida significaba mucho para ella, y por un momento se permitió disfrutarla… hasta que, como de costumbre, Lía apareció para arruinarlo todo. El timbre sonó. Greis fue a abrir la puerta, y sin esperar anuncio ni permiso, Lía entró como un huracán, con paso firme y aire desafiante. —¡Pero qué hermoso recibimiento! ¿Adivinen quién ha vuelto? —dijo en voz alta, caminando directamente hacia Lucien, quien se levantó de su asiento, sorprendido. —¿Qué haces aquí, Lía? —preguntó él, confundido. Sin darle tiempo a reaccionar, Lía lo sujetó por el rostro y lo besó con fuerza. Lucien, más indignado que desconcertado, se apartó de inmediato y la miró con furia. —¿Qué demonios te pasa? —le espetó. —Ay, Lucien, amor, ¿por qué esa actitud? —replicó ella, acercándose otra vez con la intención de besarlo. Elise, paralizada por la escena, sostuvo con fuerza a su hijo y se levantó, sin saber qué hacer o decir. —¡Contrólate, Lía! ¿Qué crees que estás haciendo aquí? —Estoy en la casa de mi prometido. Puedo venir cuando quiera, a la hora que quiera —soltó con una sonrisa venenosa. Las palabras golpearon a Elise como un puñal. "¿Prometido?" repitió en su cabeza, sintiendo que el mundo se le venía abajo. Sin decir una palabra, subió corriendo las escaleras y desapareció. —Estás completamente desquiciada —le gritó Lucien—. ¡Sabes perfectamente que no hay ningún compromiso entre nosotros! ¿Por qué haces esto? Sin perder un segundo, corrió tras Elise. Ella se había encerrado en una habitación. Aunque no existía una relación formal entre ellos, lo que acababa de escuchar la había destrozado. Necesitaba tiempo… y distancia, para entender qué significaba todo eso. —Elise, por favor, abre la puerta. Necesitamos hablar —pidió Lucien desde el otro lado. Del interior no llegó ninguna respuesta, solo suaves sollozos que delataban su tristeza. —Todo tiene una explicación. Ella no es mi prometida, te lo juro. Por favor, hablemos —insistió con voz serena. Elise respiró hondo. Sabía que no tenía ningún derecho sobre la vida de Lucien. Él solo estaba allí por compasión, ofreciéndole apoyo en uno de los momentos más difíciles de su vida. Se incorporó con esfuerzo, y, secándose las lágrimas, abrió la puerta. —Disculpe, señor. No me sentí muy bien y tuve que subir… pero ya me encuentro mejor. —Elise, lo que viste no es lo que parece. No tengo ningún compromiso con Lía. Nada que ver. Tenemos que hablar bien de esto… aunque ahora no sea el momento adecuado. Iré a aclarar las cosas con ella y vuelvo enseguida. —No se preocupe, señor. Para mí, la celebración terminó. Le pediré a Aurore que se retire y ayudaré a Greis a recoger. Usted puede estar tranquilo. Lucien, aunque desconcertado por la frialdad de Elise, no quiso insistir más. Bajó las escaleras y condujo a Lía hasta su estudio. Allí, cerró la puerta con firmeza. —Lía, lo que hiciste fue completamente inapropiado. ¿Qué te sucede? ¿Por qué estás actuando así? —Lucien, creo que tengo derecho a saber qué pasa entre nosotros. Además, no tenía idea de que estabas haciendo una celebración. ¿La niñera volvió a trabajar aquí? —Sí, Elise ha regresado… y se quedará. —¿Y en qué condición? —preguntó ella con tono venenoso, dejando ver su desprecio. —No entiendo el rumbo que están tomando tus reclamos, Lía. Pero lo que hiciste hoy fue inaceptable. No puedes irrumpir en mi casa y crear este tipo de escenas. Nunca hemos hablado de una relación. —¿Entonces… no hay un “nosotros”? —preguntó ella, esbozando una sonrisa torcida. —No. No lo hay. Pero estaré pendiente cuando empieces los controles médicos. Quiero estar al tanto de todo lo relacionado con el bebé. —Ya los comencé. El médico dice que todo va bien, no tienes de qué preocuparte. —Aun así, quiero estar involucrado en todo lo que pase con el embarazo. Ahora, por favor, te pido que te vayas de mi casa. Lucien señaló la puerta con decisión. Lía, incrédula, lo miró con desdén. Sin decir nada más, salió del estudio. Aunque la rechazaran, no se fue derrotada. Se marchó con una sonrisa maliciosa: había logrado arruinarle el momento a Elise, y pensaba asegurarse de que aquello fuera apenas el principio.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD