Emmett
Levanto una ceja. —¿Qué?
—Quiero decir, la abuela quiere que te establezcas antes de entregarte la empresa. Así que… ¿Qué tal si te estableces? — levanta una mano para evitar mi comentario sarcástico. —No tiene que ser real. Tienes suficiente dinero para comprar todo lo que necesitas—
—Pero una esposa no es algo que se pueda comprar — señalo. —No puedes simplemente ir a Esposas R—Us y…—
—Sabes a que me refiero— Mason agita una mano. —Como un… ¿Cómo se llama? Matrimonio con términos, ¿sabes? Le pagas una cantidad, ella finge casarse contigo durante el tiempo que sea necesario para convencer a la abuela de que es legítimo, bla, bla, bla. Solo necesitas encontrar a alguien adecuado—
—Define adecuado— interviene Dorian. —Porque…no quieres fingir con una dama de compañía, ¿verdad? —
—No hay nada malo en las damas de compañía— Mason se encoje de hombros. —Probablemente sea más fácil de convencer también—
—Estoy bastante seguro de que mi abuela ha vivido lo suficiente como para reconocer una farsa cuando la ve—
Dorian me señala en señal de aprobación.
—Además, me parece que solo alguien turbio firmaría esto. ¿Un contrato así realmente se sostendría en un tribunal si alguna chica te demanda por el acuerdo prenupcial? —
—Bien, entonces solo encuentras a una chica agradable que este pasando por un mal momento. No tiene que ser sórdido. Ambos se estarían ayudando mutuamente— Mason parece hablar en serio. Pensé que estaba bromeando.
Pongo los ojos en blanco. —Suena tan fácil como encontrar una guja en un pajar— Entonces me doy cuenta. —En realidad, es más difícil que eso—
La chica regresa con más bebidas: un vodka con soda para Mason y una cerveza para Dorian. De nuevo, me mira de arriba abajo con esa mirada crítica. —¿Algo más? —
Sonrió con sorna. Es un poco divertido como cree que me tiene calado. Como si yo fuera el tipo que se relaja en el almuerzo. —Agua en realidad—
Ahora levanta ambas cejas. —Bien— dice, largando cada silaba. Luego desaparece entre la creciente multitud de la hora del almuerzo. Cuando vuelvo hacia mis amigos, están intercambiando sonrisas que me ponen en guardia.
—¿Qué? — murmuro, temiendo la respuesta.
—¿Qué pasa con ella? — Mason señala a la camarera con el pulgar. Me inclino sobre él para echarle otro vistazo, solo por una excusa para volver a mirar esa figura de reloj de arena aparentemente imposible. Luego me encojo de hombros.
—No es mi tipo—
—No tiene que ser tu tipo, es falso— dice Mason, al mismo tiempo que Dorian interviene.
—¿Por qué no? —
Hago un gesto hacia ella. —Es demasiado…— Se detiene para tomar el pedido de otra mesa, con la cabeza ladeada y una mano apoyada sobre ella.
—Real— digo, y luego me escucho. Niego con la cabeza. —Quiero decir, mírala. Es el tipo de trabajadora y sencilla. Probablemente nacida en Queens—
—Para alguien que no es tu tipo, seguro que has notado mucho sobre ella en los últimos, ¿que, cinco minutos que llevas mirándola fijamente? — Dorian señala.
Lo miro con furia. —¿Et tú, Brute? —
—¿Eso significa “Si, Dorian, ¿tienes razón otra vez” en latín? —
—Es demasiado inocente— Ahí está.
A eso me refiero. > Comenta la otra mitad de mi cerebro. La parte que no puede evitar preguntarse cómo se verían esas curvas sin los incómodos pantalones de uniforme y la camisa polo.
Sin embargo, de alguna manera, no puedo imaginarla como el tipo de chica que me dejaría atarla con las piernas abiertas en mi cama. Ese es mi tipo.
—Perfecto— entonces Mason sonríe como si le hubiera dado la razón. —No estás en esto por diversión, Emmett. Si se encariña, solo complicaría las cosas. Quieres a alguien que necesite dinero, pero que quiera dejar el trabajo cuando termine su contrato. No una pobre e inocente muchacha desesperada como para enamorarse de ti.
Levanto una ceja. —¿Solo las chicas desesperadas se enamoran de mi? ¿Te acuerdas de Sharon o…? —
—Exactamente— interrumpe Dorian. —No puedes estar seguro de que no lo haría, incluso si encuentras esa aguja en el pajar, va a ser bastante difícil enhebrarla—
Pero Mason se bebe su vodka con soda de un trago con una sonrisa maliciosa. Luego se dirige a Dorian. —¿Quieres apostar? —
—No puedes estar hablando en serio— protesto. Entonces noto que Dorian se toca la barbilla pensativo, y lo miro con furia. —Pensé que estabas de mi lado—
—Lo estoy— La sonrisa de Dorian se vuelve casi tan maliciosa como la de Mason.
—Ben Franklin (100 dólares) dice que esto terminará en un desastre absoluto. O se encariña demasiado o resulta ser una estafadora—
Mason niega con la cabeza. —Solo puedes elegir un desastre. Y vamos, ¿un solo Benjamín? Hazlo interesante, Moore—
—¿Qué tal si no hay un desastre? — refunfuño, pero me ignoran. Debería haberlo sabido. Ambos son unos ingenuos que se dejan llevar por las apuestas. Es así como Mason ganta tanto dinero en el fondo de inversión que administra. Dorian consigue tantas modelos que están a años luz de él.
—Bien, puerta número uno—
Dorian saca su billetera para poner dinero sobre la mesa. —Quinientos dólares—
—Ninguno de ustedes va a cobrar porque yo no voy a…—
Antes de que pueda terminar mi frase, Mason levanta la mano y la agita. —¿Señorita? ¿puede venir un segundo? —
Dios.
Incluso al otro lado del club, puedo ver como entrecierra los ojos ante el gesto. No la culpo. Pero valientemente recoge el agua que le pedí y se acerca.
—¿Necesitan algo más, caballeros? — pregunta, dejando el vaso a mi lado. Sus ojos encuentran los míos, y le demuestro una mueca de disculpa.
—¿Cómo te llamas? — Mason vuelve a captar su atención.
La expresión de cautela nunca abandona su rostro. claramente piensa que estamos a punto de quejarnos con un gerente o algo así. —Libby—
—Libby— Mason esboza la sonrisa radiante que comparte toda su familia del Medio oeste. —Mi amigo te dará cinco mil dólares por almorzar con el—
Debajo de la mesa, le doy una patada en la espinilla. Para su crédito, esa sonrisa ni siquiera se inmuta.
Libby entrecierra los ojos. —¿Por qué? —
—¿Por qué no? — Mason se encoge de hombros.
—Para empezar, porque no soy una prostituta— se vuelve hacia mí. Su mirada se mueve en el tipo de escaneo que estoy más acostumbrada a dar que recibir. —Y no es tan feo como para tener que pagarle a una mujer por una cita para almorzar—
Levanto las cejas. ¿Acaba de decir que soy solo ligeramente feo?
—Así que supongo que el problema son sus terribles habilidades sociales. Aún así, cinco mil me parece excesivo. Contrata una coach de vida, amigo— coloca la bandeja bajo el brazo. —Estoy bastante segura de que costaría mucho menos—
Luego inclina la cabeza. —Aunque, atendí a una mesa entera de ellos aquí la semana pasada, así que tal vez cobren más de lo que pienso…—
—Te lo dije— murmura Dorian a Mason.
Necesito sacar esto del fuego. De lo contrario, va a pensar que soy un psicópata socialmente incompetente, o peor aún, que en realidad estaba intentando comprar sexo.
—Solo un almuerzo— prometo. —Nada que no haría una prostituta—
Ella arquea una ceja. —¿Las prostitutas no almuerzan? —
Los imbéciles a los que llamo amigos estallan en carcajadas. Incluso yo tengo que luchar para reprimir una sonrisa. Bien. Así que es graciosa. Eso es un comienzo. ¿Un comienzo para que? esta es una idea terrible, ¿recuerdas?>> Reprimo mi crítico interior. —Una hora de tu tiempo. Cinco mil dólares. Escribiré el cheque por adelantado si te hace sentir mejor—
De repente, una mirada de comprensión aparece en su rostro. —¿Es esto un esquema piramidal? —
—¿Esquema piramidal? — ¿Qué demonios es eso? creí conocer todos los fetiches principales. ¿Le gusta algo que ni siquiera yo he oído hablar?
>, susurra la parte de mi a la que definitivamente no debería escuchar ahora mismo. La parte que no puede evitar notar la forma en que está parada, con la cabeza ladeada, y como acentúa la curva de su cintura estrecha y hace que su trasero sobresalga aún más en esos grotescos pantalones de uniforme.
Nunca imaginé que apreciaría un uniforme, pero maldita sea.
—Ya sabes, uno de esos esquemas de marketing multinivel. Me reclutas para vender tus sueros faciales elegantes, pero primero tengo que gastar los cinco mil que me das en comprarme un millón de esos sueros para mí, y luego tengo que convencer a todos mis amigos más cercanos de que inviertan los ahorros de toda su vida en comprármelos si quiero obtener alguna ganancia…—
Frunzo el ceño. —¿Por qué pensaría que necesitarías un suero facial? —Se encoge de hombros. —No sé qué te gusta, grandote—
La miro fijamente. No, en realidad no lo sabe. Porque prácticamente es lo opuesto a ella. Es respondona, desconfiada, discutidora. Como esposa de verdad, ya puedo decir que sería una verdadera molestia.
Lo que podría convertirla en la aguja en el paja que estoy buscando. Mason tiene razón. No puedo arrastrar a mi tipo habitual de chica dulce y sumisa a una situación como esta. Soy un imbécil, pero no soy despiadado. Mi objetivo es tranquilizar a mi abuela diciéndole que estoy lo suficientemente estable como para manejar el trabajo para el que me ha entrenado toda la vida. No arruinar la vida de nadie.
—Es solo un almuerzo— Me encojo de hombros, tratando de tranquilizarla. —Si ataduras. En público, nada raro. Soy inofensivo, lo juro—
—Eso es exactamente lo que diría un asesino en serie— señala. Pero de todos modos me mira de arriba abajo, una mirada más larga y persistente. Está considerándolo, puedo decirlo.
Mantengo mi sonrisa encantadora de inversor, seguro de que cederá. Esta mirada nunca me ha fallado.
Pero después de un largo momento, se inclina para recoger los vasos vacíos de Mason y Dorian.
—Si, no va a pasar. Pero siéntanse libres de dejar una parte de esos cinco mil como propina si te apetece— con eso, se aleja con aire despreocupado, y no puedo evitar mirarla irse con una extraña sensación de decepción. Nadie me había rechazado nunca una cita.
Esto solo me hace estar más seguro de que esta mujer es material perfecto para la esposa que busco.