—¿Qué es eso que tienes ahí? —el hombre preguntó inquiriendo con la mirada a Marcelo. —Nada, señor, son solo papeles —respondió, algo en mi interior me dijo que debía actuar en ese momento. —Él quiere que le ceda mi rancho, por favor ayúdeme, se lo suplico —dije dirigiéndome de nuevo al tío de Santiago, no lo conocía, pero necesitaba arriesgarme, necesitaba su ayuda. Observé como la quijada de Marcelo se apretó aniquilándome. —¿Es verdad eso? Mi vista pasaba de Ignacio Sandoval a Marcelo, ahora que lo observaba, no creía que sobrepasará los cuarenta años de edad y hasta me podía arriesgar a pensar que tenía unos treinta y siete y aun así, se veía atractivo y joven. Llevaba unos vaqueros negros con una camisa color blanca, las mangas dobladas hasta los codos y dos de sus botones de

