Capítulo 2

1473 Words
Daila Street Acostada en mi casa escuché los gritos desesperados de aquel que se hacía llamar mi padre, en realidad era mi abuelo. —Despierta hija ¿que has hecho?, ¿qué pasa hija? Mi padre nos abandonó cuando mi madre quedó embarazada de mí o al menos eso escuché mencionar cada vez que de él se hablaba, no fui deseada por ninguno de los dos, mi abuelo tampoco era un ser afectuoso conmigo, mi abuela que en paz descansaba fue la única que se condolió de mí y me amó a pesar de las circunstancias. — Despierta Dayana ¡no por favor!, no me hagas esto hija, no me dejes sola hija mía. En un saltó caí en el piso y corrí a la habitación de mi madre, mi abuelo sacudía su cuerpo sin poder despertarla. — Mocosa todo esto es tú culpa, maldita vida contigo. Salí despavorida a mi recamara para no escuchar sus estúpidos insultos de viejo cascarrabias, desde que tenía uso de razón todo era mi culpa. — Pro-prométeme que vas a cuidar de Daila padre, aun es una niña y no entiende lo que sucede. Escúchame bien, debes cuidarla como si fuera tu hija. Escuché un grito desesperado ¡Nooooooooooooooo! Así que me escondí en el rincón más escondido de mi armario para no ser encontrada. — Pequeña mocosa ¿Dónde te has metido? Hice mi pequeño cuerpo en un bodoque y me refugié tapándome con los abrigos que en él habían, mi cuerpo temblaba de miedo y trataba de no llorar, pero era tanto el miedo que no podía evitarlo. — Sal de ahí Daila, nada va a sucederte. No creí en su palabra, mi abuelo pasaba regañándome hasta por comer una galleta, me estaba criando como si fuera un niñito y no me gusta, mi abuela era la única que me consentía mucho y me quería como era. No sabía cuánto tiempo había transcurrido desde su muerte, para mí era mucho tiempo porque mamá siempre decía; "hace dos semanas de tu partida o hace un mes que te fuiste mamá, te extraño tanto" no sabía cuánto tiempo era una semana o un mes, pero para mí era mucho, mucho tiempo. — ¡sal ahora! Mi abuelo era un ogro, no quería que se me acercara, se la pasaba gritando todo el día como si estuviera sorda, me daba mucho miedo la forma en que lo hacía.. — ¿qué haces ahí? Alcé mi vista y ahí estaba mi tío Lorenzo, salté a sus brazos y me abrazó tan fuerte como pudo. — Estarás bien pequeña, estarás muy bien conmigo. Para tener cuatro años de edad por alguna razón sabía que eso no sería cierto, mi mamá estaba durmiendo debajo de una sabana blanca, mi abuelo lloraba en un costado de su cama sobre ella, subían y bajaban personas con uniforme, había mucho ruido y yo no entendía que sucedía, porqué todos estaban actuando tan extraño. — Quiero jugar con mi mamá tío, suéltame. Las personas que estaban a mi alrededor me miraron y soltaban el llanto, solo quería bajarme y correr hasta su cama como todas las mañanas. — Bájame tío. Intenté con todas mis fuerzas hacerlo pero me fue imposible, me tenía sujeta a él como con pegante. — No lo hagas Daila. Me revolvía por todos lados intentando bajarme y no lo lograba, mi llanto no se hizo esperar. — Cállate mocosa. Me gritó mi abuelo caminando hacia mí intentando darme una nalgada. — Si la tocas padre, tan solo un cabello te juro que te vas a arrepentir el resto de tu maldita vida, ¿escuchaste? Mi abuelo comenzó a gritarle a mi tío y mi nana fue quién me llevó a la cocina para darme agua, ella también estaba llorando y aun no lograba entender porqué. — Quiero jugar con mi mami. Mi nana, ella solo me tomó en sus brazos intentando calmar mi llanto, pero a mi abuelo le importó más regañarme que dejarme jugar con mamá. — No volverás a jugar con ella, se fue al cielo por tu culpa mocosa malcriada. Mi tío bajó las escaleras y uno de los policías se llevaron a mi abuelo lejos de mí, todo era confuso ante mismos y, ¿porqué mi mamá me dejaría sola sin llevarme con ella? — Yo quiero ir con mi mamá, quiero ver mi mamá. — Daila cariño, mamá se fue —dijo mi nana — mamá enfermó y no volverás a verla, pero será tú ángel de la guarda de ahora en adelante mi pequeña. Eso solo significaba que ella se fue junto con mi abuela y ambas me dejaron sola con el ogro de mi abuelo sin pensar en el miedo que él me causaba. — No quiero estar aquí. Aún seguí en los brazos de mi nana, mi tía Grettel me tomó en sus brazos, limpió su mejilla y me abrazó con fuerza. — Vas a vivir con nosotros, pero nos vamos a quedar contigo en esta casa, tu abuelo ya no vivirá más aquí. No sabía si eso era buena idea, él se iba a enojar mucho, no le gustaba recibir visitas del tío Lorenzo o de otras personas, sabía que ellos no se querían porque pasaban peleando cuando hablaban. — ¿papá Miguel donde va a vivir? Por algún motivo no supieron que contestar y solo guardaron silencio, afuera no se escuchó más a mi abuelo hablar. — ¿porqué mamá se fue? No quería estar sin ella, siempre corríamos por la casa jugando y ahora no tendría con quién hacerlo, mi tío trabajaba y mi tía pasaba ocupada con sus flores. — Estaba enferma, aun eres pequeña para entender lo que sucede cariño, pero cuando crezcas entenderás que todo lo que sucedió hoy fue por tu bienestar. ¿porqué hablaban tan raro? ¿qué era bienestar? ¿y porqué se enfermaban las personas y se iban al cielo? — ¿puedo ir a darle un beso a mi mamá? Por más que rogué no me dejaron, vi cuanto la bajaron en una rara camilla envuelta como si estuviera con frío, intenté bajarme y entre todos me sostuvieron con fuerza. — ¡mami! ¡mami! ¿cómo mi mamá se iba a ir sin mí? prometió siempre estar conmigo y jugar mucho, no entendía porqué se fue así, no quería estar sin ella. Parecía a nadie importarle mi preocupación, todos lloraban y se lamentaban, y yo estaba tan aterrada porque sería de mi vida. — Ya bájame, quiero irme con mi mamá. Salió de mi boca en un grito, me estaban apartando de mi mamá y eso no lo iba a permitir. — Mami ayúdame. Vi cómo mi abuelo se acercó enojado, en un empujón me arrebató de los brazos de mi nada quién me tenía de vuelta en ellos, me aferré a su cuello y él me abrazó muy fuerte. — Te voy a cuidar como si fueras mi hija y serás una Street cómo se debe, serás mi pequeña de ahora en adelante. — Quiero a mi mami. Volví a repetir mientras mi cuerpo sollozaba. — Lo sé, yo también la quiero de vuelva Daila, pero se fue y ya no podemos hacer nada. Ahí entendí que nada valdría pedirle que regresara, de nada valdría pedirle perdón por lo que sea que yo había hecho para lastimarla. — No quería que se fuera, yo no quería hacerle nada. Mi abuelo me miró y soltó el llanto, su dolor era más grande que el mío, pero yo perdí a madre tan solo con cuatro años ¿qué hace una nena sin su madre a temprana edad? — No es tu culpa, yo no quise decir eso Daila, perdóname hija mía. Si no fue mi culpa, entonces, ¿porqué se fueron?, mi mamá se fue sin decirme nada. — Estaremos bien pequeña. Regresamos a casa y subimos hasta mi recamara, mi abuelo me acostó en la cama y se quedó conmigo hasta que me dormí, de vez en cuando despertaba llorando, algunos sueños venían y me mostraban a todos llorando. — Pequeña de mamá, no quise dejarte sola, pero recuerda que mamá será tu ángel y siempre te va a cuidar. Cuando desperté no recordé el sueño, pero mi abuelo seguía durmiendo a mi lado sin despegar su mirada de mi, sus lágrimas corrían por sus mejillas arrugadas y con miedo las limpié para que no llorara más. — Duerme pequeña, aquí estaré. Volví a cerras mis ojos mientras recibo unos golpecitos suaves en mi espalda, me arropó bien y depositó un beso en mi frente. — Te quiero papá Miguel. — Te quiero hija. Escucharlo decir que me quería por primera vez sacó una sonrisa de mi pequeña carita, tal vez no sería mala idea después de todo vivir con él.
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