ARGUMENTO:

1032 Words
  Dedicatoria: A ti,  porque llegaste a mi vida, cuando me había cansado de besar príncipes  que se convertían en sapos. ========== La puerta de la cocina se abrió de un tirón, y la pequeña maquinadora adolescente entró en el lugar. —Mamá, necesito que me compres el libro de matemáticas. Hace dos meses que comenzaron las clases, ya te lo he comentado varias veces. —Está bien, lo haré en cuanto pueda. También te lo he comentado varias veces —fue lo que le contestó, utilizando un tono fuerte. —Mamá, lo necesito… ¡Ahora! —exclamó la adolescente, casi que llorando—. Tengo exámenes la semana que viene, y no los voy poder pasar, si no tengo la práctica —la chica tenía un drama existencial. —¡Basta, Farah! Te he dicho que cuando tenga el dinero lo compraré —su madre habló tajante. —Claro, para que lo que te importan mis cosas —dijo la chica, continuando en una de sus crisis propias de la edad—. Lo de los demás primero, y yo siempre de última. Ya debería estar acostumbrada. Cristina entornó los ojos, y miró al blanco techo mientras sintió la puerta de nuevo. —Mami, tengo hambre —se escuchó la voz de un niño pequeño. —¡Por Dios, David! Hace apenas dos horas que almorzaste. Solo tengo galletas saladas, ¿quieres? El pequeño se encogió de hombros. —No son mis galletas favoritas, pero tengo hambre, está bien. ¿Tenemos mermelada de fresa? ¡Joder! Todo en su vida había salido al revés. Dos hijos. Dos hombres. Dos fracasos. Lo único que realmente, había valido la pena de esas relaciones tormentosas, era su hija Farah de catorce años, y David de cinco. Continuó modificando su resumen curricular, en su computador por tercera vez en esa semana, enviaba y enviaba, aún no encontraba respuesta favorable: Edad: treinta y tres años. Estado civil: Madre soltera. Profesión: Licenciada en Contaduría, con dos postgrados: el primero en Tributos e Impuestos, y el segundo en Comercio Exterior. Experiencia laboral: diez años. Actualmente: desempleada. «Tanto planificarse en la vida, para siempre salir jodida», pensó. El toque en la puerta principal, le hizo saltar. Se levantó de la silla y fue a abrir. —Buenas tardes, Cris. —Hola Elijah. —Saludó ella, pero no le pasó por alto, el rostro serio del recién llegado. —Bueno... —cuando el hombre, pronunció aquellas palabras, ella intuyó que la visita, no era de cortesía—. He venido a preguntarte: ¿Qué ha pasado con el pago de la renta?, no es por presionarte —se excusó Elijah—. Conozco tu situación, pero llevas más de tres meses sin pagarme. En los próximos días, me voy de viaje, a casa de uno de mis hijos, y como comprenderás necesito el dinero, para cubrir ciertos gastos. «Lo que me faltaba», suspiró.  —No te preocupes, Elijah. Tendrás el pago muy pronto, te lo prometo. El recién llegado le sonrió con empatía, y ella se relajó un poco. —Yo sé que me pagarás, siempre lo has hecho. Pero necesito que te pongas al día, cuanto antes. En quince días me marcho. Y como te dije antes, de verdad necesito el dinero, para dejar también algunas cosas al día. —De acuerdo, no te preocupes. Lo tendrás antes de marcharte. —Eso espero —le señaló con el dedo—, recuerda estoy contando con eso. Cristina asintió, y con una sonrisa agregó: —Así será, ya verás. Cerró la puerta, apoyó la espalda al frío material, y se dejó caer hasta el suelo, puso las rodillas en su pecho, y descansó la cabeza en ellas. Las gruesas lágrimas rodaron por su rostro, sin que las pudiera detener. —¿Por qué lloras, mami? —El pequeño se le acercó, y le besó la frente confortándola. —Nada cielo —sonrió—. Todo está bien. El pequeño la abrazo fuertemente con sus manitas, y ella se creyó sus propias palabras. «Todo va estar bien». —Tengo sueño mami, vamos a dormir. El niño la hizo levantarse, le tomó de la mano, y se dirigieron a la habitación de ella. Estaba sumamente intranquila. Todo se había complicado más de la cuenta. Desde que James los había abandonado, por la razón más estúpida del mundo, “miedo”. Eso, sin contar que todo el tiempo de su relación había sido una mentira. Una en la cual, Farah y David fueron los más perjudicados. Al parecer no tenía suerte en el amor desde un principio. Sebastián, el novio de toda su vida desde los dieciséis años. Una relación de hermosa, comprometida, y compenetrada, una hija, y de la noche a la mañana, se había casado con otra, viviendo con ella. Fue un golpe duro para Cristina, pero el tiempo, y el enfrentarse desde muy joven sola al mundo, le ayudó a sobreponerse a ese fracaso. Seis años después, había conocido a James. Con quien ella creyó que tenía la posibilidad de tener un hogar, como el que siempre soñó. A pesar de que él, era un hombre confundido, acomplejado, y atormentado. Todos podían ver que tenía serios sentimientos por ella. Pero todo se había ido a la mierda hacía dos años. Al enterarse de muy mala manera, que desde que se conocieron años atrás, él había tenido una relación con una mujer ocho años mayor que él. El pequeño se quedó dormido a su lado, y ella lo terminó de acomodar. De repente, sintió la mirada de su hija, que tenía rato parada en la puerta. Se acomodó el pelo en un moño. ¡Dios! ¿Cuándo creció su niña, qué ella no se dio cuenta? —Mami, ven. Vamos a ver televisión. Voy a aprovechar que David se durmió, para que estemos un rato a solas. —De acuerdo, princesa. Cristina estaba un poco dudosa. No recordaba haber sido tan emocional a esa edad. Sin embargo; compartiría un buen rato con ella. Tal vez era lo que hacía falta a ambas. Quién podría saber que ese rato de madre e hija, cambiaría para siempre el resto de sus vidas.
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