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Enamorando al MILLONARIO

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Blurb

Deanne Adornetto es una italiana recién graduada de la universidad de periodismo que consigue su trabajo soñado gracias a Eleonor Russel, la dueña de la revista de moda más popular del mercado. Su jefa le propone un trabajo sucio, acercarse a Lucas Coleman, un sexy millonario con el que casi acaba en la cama, para sacarle información sobre la desaparición de su hermano y ex prometida. Deanne se niega, pero si no lo hace, perderá el trabajo por el que tanto le ha costado obtener. Así es como termina involucrándose con la familia Coleman, y mientras más pasa tiempo con ellos, más secretos y verdades ocultas comienza a surgir.

A la vez que se acerca mucho más a Lucas, y pronto no sabe si lo que siente por él es una mentira, o se está volviendo verdad.

Aunque el destino tiene una curiosa manera de actuar, y puede que la mentira sea más grande que el amor. Porque cuando alguien ama, no miente, o al menos, eso es lo que sabemos hasta ahora.

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1 "Citas Desastrosas"
 Al llegar a casa, encuentro a Mayra, mi mejor amiga, sentada en el sofá, con un libro sobre Defensa civil entre sus manos. Está tan concentrada leyendo, que no me nota de inmediato. Se ve hermosa allí sentada, perdida en su propio mundo. A veces me pregunto por qué demonios sigue soltera, si es hermosa, en su interior y exterior. Mi mejor amiga tiene el cabello rubio claro, que cae en suaves ondas hasta su espalda baja. También posee unos hermosos ojos verdes, grandes y llamativos. Pero la verdadera razón de que siga soltera es porque lleva consigo un pasado tormentoso y difícil, y es demasiado inteligente como para fijarse en cualquier hombre. Hay muy pocos que la merecen.  Yo siempre fui un poco más atrevida que ella referente a los chicos (y a quién engaño, con todo lo demás también), pero desde que mi novio Paul me dejó hace tres meses para irse a trabajar en Canadá, no he salido con nadie más. Su partida me rompió el corazón, porque nunca pensé que de verdad se fuera, dejándome aquí. Me pidió que me fuera con él, pero en esta ciudad estaba mis sueños, mi familia, mis amigos y me negué. Él se enfureció con—migo, dijo que no estaba interesada en nuestro futuro, que era una egoísta por sólo pensar en mí y no importarme su futuro profesional. Sin embargo, me mantuve firme y menos de un mes después, ya se había ido.  No tomé muy bien su partida durante varias semanas, pero estaba terminando la universidad y los exámenes finales me habían obligado a salir de aquella depresión. Tiempo después, pude volver a ser yo misma, inclusive a veces hablábamos y él me contaba lo maravillosa que era su vida en Canadá. De eso ya hacía un año, pero a veces sentía que sólo fueron unos días. —¿Estudiando para algún caso? —pregunto, tiro mi bolso en el sillón contiguo al sofá y me siento junto a mi mejor amiga. —No, sólo me mantengo actualizada, las leyes siempre van cambiando y mejorando —asegura, y puedo ver esa luz en su mirada, como si estuviera enamorada. Y de cierta forma, lo está, de su carrera. Ama con locura ser abogada, no la imagino haciendo otra cosa. Aunque esté trabajando para un despacho de abogados de poca monta, con muy pocos clientes y baja reputación. Pero éste era Nueva York, la ciudad de los sueños y de los soñadores. Había demasiado estudiantes de derecho, demasiados estudiantes de periodismo, de medicina y contaduría, demasiadas personas esperando cumplir sus sueños y era una carrera constante para alcanzarlos. Ella tenía que sentirse afortunada de que al menos cuenta con un trabajo de lo que estudió, porque conozco a muchos abogados buenos, que están en el bar de la esquina, en el restaurante del frente, tratando de sobrevivir en esta ciudad.  Yo soy una periodista, una de las pocas que logró cumplir su sueño. Mi madre, una exitosa actriz retirada, utilizó uno de sus tantos contactos y logró hacerme una cita para la revista Fantasy. La dueña, la mismísima Eleonor Russel, es una vieja amiga suya de cuando ambas se reunían para las entrevistas a mi madre. Sin embargo, no todo el crédito que esté donde esté se lo debo a ella, puesto que Eleonor no me hubiese contratado si no hubiera visto en mí potencial. No tiene el éxito que tiene por contratar cualquier chiquilla recién salida de la universidad, y a pesar de su amistad con mi madre, si mis artículos en la página Web que manejaba, no le hubiesen encantado, ahora mismo no estaría regresando de trabajar en su empresa.  Suspiro, hoy cumplía exactamente doce meses desde que me contrató, el tiempo para demasiado rápido cuando te gusta lo que haces, cuando te levantas cada mañana emocionada por ir al trabajo y escribir sobre moda y actualidad. Es como un pasatiempo para mí, uno por el cual me pagan y me hacen viajar a lugares maravillosos y conocer a gente increíble. En simples palabras, es el trabajo perfecto. —¿Cómo te fue hoy? —pregunta Mayra, dejando el libro a un lado y prestándome toda su atención. Está vestida con esa camisa de su hermano mayor que robó cuando tenía quince años, ya está manchada y el color, principalmente rojo, ahora era solo un rosado opaco. Debajo de éste, unos shorts de algodón diminutos, y cómodos, pero horribles. —Bien, las chicas me prepararon una pequeña fiesta aprovechando que Eleonor había salido con su nueva cita a comer —respondo con una pequeña sonrisa—. Cortamos un pastel y trataron de meter mi cabeza dentro, pero fui más rápida y las esquivé.  Ella suspira, se ve triste.  — Tu trabajo es tan divertido comparado al mío. Sólo me quedo sentada todo el día mientras los verdaderos abogados resuelven los casos que, por cierto, son más fáciles que tres al cubo.  La codeo con una sonrisa. — ¡Oye! Yo no sé cuánto es tres al cubo.   Sonriendo, se sienta derecha y me mira. Dejo de sonreír, porque Mayra nunca me da esas sonrisas brillantes por nada. Es una chica reservada, nunca está tan feliz si no hay un buen motivo detrás. No es como yo, que después de las diez de la mañana y tres tazas de café, soy todo un amor, la alegría en persona. Antes, sin embargo, puedo ser peor que Wednesday Addams. —Tengo buenas noticias para ti también —dice. —Dispara —pido de una vez, cuanto antes me diga, mejor. —Hablé con Charlie, y dice que quiere tener una cita contigo –murmura, dándome una sonrisa tímida.  Abro los ojos como platos. ¿Mi mejor amiga se volvió loca? La miro como si fuera a matarla, y ella lo nota, porque se levanta y da un paso hacia tras, sus piernas listas para correr de ser necesario. Y sería necesario. Charlie Daniels era un tipo engreído y lindo que conocí por internet hace unos meses. Es periodista también, por lo que congeniamos desde el primer momento, sobre todo porque me encanta que siempre esté informado sobre los nuevos acontecimientos, y que siga mis artículos al pie de la letra cada vez que salen. Me agradaba hablar con él, pero no para tener una cita.  Él, sin embargo, ha estado enviándome indirectas muy directas sobre tener una cita. Había logrado esquivarlo con éxito, hasta ahora. Fue un error presentárselo aquella vez por teléfono, no se puede confiar en mi mejor amiga. —Antes de que comiences a gritarme, creo que es un hombre encantador. Está divorciado, no tiene hijos, es un muy buen periodista y me cae bien. No has salido con nadie en meses y él parece genial. —Tú tampoco has salido con nadie en meses, y yo no estoy por ahí buscándote citas –respondo, con dureza en mi voz.  Su rostro cae, ambas sabíamos por qué no salía con los chicos. Me siento mal de inmediato, mi comentario estuvo fuera de lugar, y no fue necesario pinchar la herida. Mi mejor amiga no era como yo, no superaba las cosas con la misma facilidad y tampoco era una chica sociables en sus mejores días, después de lo que le pasó, todo había empeorado. —Lo siento, no quise decir eso. —Sí, lo hiciste. —Me da una sonrisa, pero está forzándola—. En serio deberías salir con este chico, es muy lindo. Sé que sólo lo hemos conocido por chat y teléfono, pero seguramente es igual de encantador en persona.  Suspiro de nuevo, si es lo que tengo que hacer para que su humor mejor, entonces ¡adelante! Además, salir con chicos nunca ha sido un problema para mí, y después de Paul es hora de que comience a socializar. Mi vida profesional iba genial, ¿por qué no darle una oportunidad a lo personal? Y por supuesto, necesitaba follar con urgencia, los vibradores no eran lo mismo que un hombre viril. Le doy una sonrisa entusiasta, porque ella se lo merece. — Está bien, ¿Cuándo es la cita? —Ésta noche, en el bar Richar's. ***  Exactamente una hora después, estoy en mi auto, camino hacia el bar Richar's. Me tomó sólo una hora arreglarme, mayormente porque Mayra me ayudó a elegir el conjunto. Era un crop top n***o, con tiras entrelazadas en la espalda, no había necesidad de usar sostén. Con una falda del mismo color en forma de tubo hasta mis tobillos, y para un toque más sensual, tenía una apertura en la pierna derecha. Me depilé todo el cuerpo, por lo que mis piernas relucían y estaban suaves y finas. El toque final para el vestuario eran unos tacones Prada de diez centímetros, blancos leche.  Mi cabello está suelto por mi espalda, en ondas suaves que Mayra me había hecho con un ondulador. Estoy maquillada suavemente, pero mis labios brillan en rojo, que combina perfecto con mi color de cabello y mi piel pálida y pecosa.  Mi monedero también es n***o, y la cosa más costosa que llevo puesta hoy. Mayra me dijo que estaba hermosa, pero tuve que revisarme mil veces en el espejo para estar segura de que me veía bien. No estoy nerviosa en realidad, sólo quiero estar muy presentable, después de todo, es una cita.  Cuando llego al bar, estaciono afuera y me bajo. Al entrar, el guardia no me pide identificación, pero sí me da una mirada de arriba abajo, detallando mis pechos como si “allí” estuviera mi fecha de nacimiento.  Al entrar, me doy cuenta de que el bar es mucho más elegante de lo que pensaba, menos mal se me ocurrió venir en un bien vestida. Voy directo hacia la barra, donde pido un gin tonic y me siento en uno de los taburetes. De inmediato, varios hombres me miran, pero mi cara de pocos amigos les deja saber que no estoy interesada. No quiero que el tipo venga y me encuentre con alguien más.  Minutos después, en cuanto voy por mi segundo tonic, un hombre calvo, con una enorme barriga y traje n***o, se sienta a mi lado. Al principio no le doy mucha importancia, pero a medida que los segundos pasan y su mirada no se despega de mí, lo miro de vuelta, dispuesta a decirle que tomara otro camino porque no estaba disponible. Aunque no tan amablemente. —Hola Deanne –murmura, y mi cuerpo se paraliza. Me da una sonrisa de dientes amarillentos, como si fumara mucho, y tengo que resistir el impulso de hacer una mueca. ¿Cómo sabe mi nombre? Nunca lo he visto, lo hubiera recordado. Además, me mira con una sonrisa bobalicona, como si fuera una diosa. —¿Quién eres? –pregunto, frunciendo el ceño. Su sonrisa se hace más grande. —Es un poco ofensivo que me preguntes eso, ya que estuvimos hablando durante meses. Me siento decepcionado.  Hubiera sonreído ante ello, sino no fuera por el hecho de que la sorpresa me deja muda. No, no podía ser posible. Este tipo frente a mí, con barba desaliñada que parecía un profesor alcohólico no podía ser el increíble periodista con quien había estado hablando durante meses. Nunca le vi la cara, pero seguro como el infierno que no era él. —¿Charlie Daniels? –pregunto, impresionada. —El mismo querida, no hay dos como yo.  Me quedo en silencio de nuevo, tratando de analizar la información. Entonces, Charlie me da otra sonrisa y me pide un trago de whisky, aun sin importarle que lo que esté tomando ahora sea algo diferente. —El Whisky tiene mejor sabor —explica. —Cuando te pedí una descripción de ti mismo me dijiste que eras caucásico, por tus genes europeos –digo, e ignoro el trago de whisky que el barman me ofrece—. Y no me gusta el whisky. Su sonrisa cae un poco, pero no lo suficiente. — Lo soy, mi padre era británico. —¿Y qué hay de tus ojos azules como el mar oceánico? –lo imito—. Porque seguro como el infierno que se ven marrones para mí. —Que seas italiana no te da el derecho de humillarme ¿acaso eres racista? —¡Por supuesto que no soy racista! –exclamo enojada. El barman me dedica una mirada de advertencia, así que me mantengo en silencio y trato de relajarme—. No me interesa el color de tu piel o de tus ojos, pero me mentiste en tu descripción.  No miento, la verdad me importa poco su físico, pero no fue sincero. Aunque con Charlie no pareció funcionar, porque el hijo de perra es un completo mentiroso. ¿Meses hablando con un impostor?  Joder, mi madre me advirtió sobre esto, y yo no quise hacerle caso, por ser una engreída. —Te mentí en mi descripción, pero sigo siendo yo. –Sus esfuerzos para tratar de convencerme fallan. —No lo creo, si mientes en algo tan sencillo como tu apariencia, no quiero pensar en qué más me has mentido. Y definitivamente eso no habla bien de un periodista. –Entonces, me detengo. — ¿Si eres periodista verdad? Su respuesta tarda varios segundos. — No, pero estudié periodismo dos semestres. En realidad, soy profesor en la universidad. —¡Fuera de aquí! –ordeno, apuntando hacia la salida con mi brazo derecho para dar énfasis. Tengo que detenerme a mí misma de mirar hacia arriba para ver si mi cabello está echando humo, porque estoy muy cabreada con el imbécil delante de mí. Quien iba a decirlo, seis meses hablando con un completo extraño mentiroso. Pude muy bien dedicar ese tiempo en escribir más artículos, tal vez haga uno ésta noche, sobre los profesores de universidad calvos y mentirosos que fingían otra identidad para salir con jóvenes periodistas. Para evitar que otra chica caiga. —Yo sólo pensé que sería mejor si te decía que era periodista, pero planeaba decirte la verdad... —¿Aparate de mentiroso también tienes problemas auditivos? ¡Cuando una dama dice que te vayas, es porque jodidamente quiere que lo hagas! –dice la voz fuerte de un hombre.  Charlie, (si es que ese era su verdadero nombre) y yo giramos en dirección de aquella voz, y casi me caigo de mi silla por segunda vez esta noche. Esta vez, al contrario de la anterior, para encontrarme con un hermoso hombre a mi derecha, inclinado sobre la barra que nos mira con interés. Evidentemente y para mi vergüenza, ha escuchado toda mi discusión.  Sus ojos son azules muy claros, casi llegando al gris, llamativos y espectaculares. Tiene una barba de dos días encima de ese rostro asombroso, su cabello es castaño oscuro, casi n***o. Está con un traje gris, corbata negra y zapatos finos. Tiene el cabello despeinado y eso le da un aire más juvenil a su atuendo tan formal. Seguramente está entre los veintimuchos o treinta y pocos.  Lo reconozco, todo periodista respetable en esta ciudad sabe quién es él. Periodista, millonario, inteligente, engreído, sexy, mujeriego y un salvador de citas desastrosas, de esto último me acabo de enterar. Lucas Coleman es el dueño de su propia revista, sobre finanzas, política y religión. Es extremadamente culto, sabe tres idiomas y está aprendiendo un cuarto, tiene a medio Nueva York pegado a su revista cuando saca un nuevo artículo criticando a los políticos, o expresando su opinión sobre la decaída de la economía del país. O simplemente siendo él.  Y lo tengo aquí, salvándome de la peor cita que he tenido en la vida.  Charlie parece enojado, pero algo en los increíbles ojos del hombre lo convencen de que lo mejor es no pelear, no tiene ni idea de quién es. Me da una mirada por última vez, antes de dar la vuelta y marcharse con el rabo entre las piernas. El irse sólo confirma mi teoría de que es un idiota de mierda, ni siquiera se quedó a pelear por mi compañía. No es que le hubiese prestado mucha atención tampoco, pero intentarlo al menos hubiese significado que de verdad está interesado en mí, y no hubiera quedado como un cobarde. —No deberías salir con hombres así –recomienda el hombre, como si fuera un viejo dándole un consejo a una niña. Es así, siempre opinando, sin importar si es su problema o no. Uno de sus lemas es: "Si Dios me dio el poder de pensar, y una voz para hablar, entonces voy a expresar lo que pienso".  No es que siga su revista, pero en la universidad se habló mucho sobre él, y cómo había logrado hacer un imperio con su revista.  Aunque una parte de mí se irrita, le doy una sonrisa, porque me salvó después de todo. —Cita a ciegas –respondo, como si eso explicara todo.  Él sonríe, al menos parece que me entiende. Le doy un trago a mi bebida, mientras siento su mirada sobre mí. Dios me había puesto en el camino a un mentiroso compulsivo, pero a cambio me puso a otro hombre delicioso. Sí, el estar más de un año en total castidad me habían hecho un poco lujuriosa, pero nadie puede culparme, la mayoría de las mujeres aquí están babeando por él también. —Esas citas nunca funcionan —asegura, apartando la mirada de mi pierna descubierta y llevándola a mis ojos. —Ya aprendí mi lección y gracias por ayudarme —digo, y arrastro el vaso de whisky hacia su lado de la barra—. Este trago va por mi cuenta.  Asintiendo, y con una sonrisa, se despide y se va. Hundo mis hombros en decepción, al menos esperaba que me diera su número. Pero en cuanto lo sigo con la mirada hacia su mesa, me doy cuenta de por qué se fue sin nada más que una sonrisa. Hay una hermosa rubia que lo espera con una sonrisa, su cabello recogido en una cola elegante y su vestido con escote la hacen resaltar también, inclusive el barman se queda como tonto mirándola.  Bufando, me doy la vuelta y pido otro trago. Después de dos decepciones esta noche, no me queda nada más que beber sola.                                                                     ***  Dos tragos de gin tonic después, y ya estoy comenzando a sentirme ebria. No me he ido a casa porque Mayra está en el hospital, y sinceramente, no tengo ganas de llegar a un apartamento solo. La llamé hace unos minutos y le conté todo lo ocurrido, ella lució molesta y sorprendida, al igual que yo. Y, sin embargo, toda molestia se fue en cuanto Lucas apareció.  No dejo de mirar, en todo el rato que llevo aquí mis ojos no se apartan de él. El barman y yo hicimos una tregua silenciosa, él no me dice nada por mirar a un desconocido como una tonta, y yo no hablo sobre lo gracioso que se ve mirando a la rubia que acompaña a mi hombre. Estoy casi segura de que, si no hubiese estado trabajando, bien podría haberme propuesto un plan maquiavélico para separarlos.  Mientras termino mi tercer trago, me doy cuenta de que la mujer habla sin parar, mientras que él la escucha en silencio, asintiendo de vez en cuando. Aunque incluso desde la distancia, se puede ver que está distraído, mirando detrás de la cabeza de su chica, hacia la nada.  De un momento a otro, él saca algo del bolsillo de su pantalón, por debajo de la mesa. Con asombro, humor y diversión observo cómo teclea en su teléfono, sin ver el teléfono realmente, porque la sigue mirando a ella. Rio divertida, la escena delante de mí lo amerita. El barman me da una mirada de reproche, pero lo ignoro y me encojo de hombros, no tengo culpa de que su chica sea una aburrida. —Diez dólares a que no se va con ella esta noche —digo dirigiéndome hacia el barman. Sus ojos se iluminan, lo que me indican que es un hombre que le gusta apostar. —Cincuenta dólares a que sí lo hace —responde, suspirando en decepción. — Es demasiado hermosa, no va a poder resistirse. —Trato hecho —apuesto, sonriendo.  El barman es llamado por un cliente que quiere un trago, así que vuelvo a mirar a mi salvador, planeando algo en mi cabeza. Abro mi monedero y saco el pequeño pase del estacionamiento, lo rompo en pequeños pedazos y me levanto del taburete. El barman me vuelve a mirar, esta vez confundido, pero no intento explicar nada y me doy la vuelta, dirigiéndome hacia la mesa donde mi víctima está sentado.  Mientras camino hacia ellos, pongo en práctica todas las enseñanzas que aprendí de mi madre, y de las clases de actuación que me obligó a tomar cuando era pequeña porque estaba empeñada en que yo fuera actriz también. No lo logró, pero eso no significaba que no hubiera aprendido mucho.  Cuando llego a la mesa donde los tortolitos están, me dirijo hacia la fantasía s****l de todas las mujeres heterosexuales y le tiro los papeles en el pecho. Él y la chica parecen muy sorprendidos cuando me ven. —Ya veo por qué no respondías mis mensajes —digo con voz fuerte—. ¡Estabas revolcandote con ésta mujer! —termino gritando. 

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