Capítulo 2

1972 Words
Cuando el reloj marcó las cinco de la tarde, el treinta y uno de diciembre, el timbre sonó, finalmente había llegado Jacobo con su hijo; cuando Carol abrió la puerta y saludó de beso a Jacobo, Leslie bajo las escaleras para saludar, ahí fue cuando conoció a quien se convertiría en su amigo de juegos y compañero de estudio. — Él es mi hijo, saluda. — Mucho gusto, mi nombre es Fernando, tengo doce años. — Qué educado, mucho gusto, me llamo Carol, no tienes que ser tan formal, siéntete como en tu casa. — Mi nombre es Leslie, mucho gusto. — estiro la mano para saludarlo, el niño, con esos profundos ojos negros, la observó unos cuantos segundos para pasar, por un lado, y sentarse en la sala. — Perdona Leslie, no le gusta mucho que lo toquen, no desde lo de su madre. La noche de Año Nuevo fue un poco incómoda para Leslie y algo aburrida para Fernando, ambos infantes no tenían un tema de conversación, por más que sus padres se esforzaran en hacer ameno el momento y por más divertido que ellos mismos lo estuvieran pasando, si ambos no congeniaban habría un gran problema. — ¿Qué te pareció Fernando? — Es algo callado, pero es un buen chico. — no podía decirle a su madre que no tenían tema de conversación y que hacerse amiga de alguien como él era un poco difícil. — Sé que con el tiempo llegarán a ser los mejores amigos… — Sí, yo también lo creo. — Que bien, estaba un poco asustada de que no te agradara… te tengo una sorpresa… el siguiente mes nos mudamos con ellos a su casa. Leslie dejó caer el cepillo con el que desenredaba su cabello después de tomar una ducha antes de dormir, sin dar crédito a las palabras que decía su madre, que no tardó nada en tomar su teléfono para avisar de las buenas noticias. Su madre estuvo haciendo preparativos durante todo ese mes, mismo en el que pidió vacaciones en su trabajo para no entorpecer el proceso. Leslie seguía yendo a la escuela como si fuera lo más normal del mundo, no podía permitirse bajar sus notas, muy a su pesar necesitaba subir el promedio general si no deseaba ser mandada a una sección de chicos problema. Era imposible para ella poder concentrarse en la escuela como generalmente lo hacía; sus amigas la habían dejado a solas en constantes ocasiones a petición de ella; necesitaba dejar de socializar en ese momento si deseaba subir su promedio y así lo hizo. El día de la mudanza Leslie ya había terminado con sus exámenes, esa era la razón principal por la que su madre había aplazado su mudanza; con todas sus pertenencias arriba de la camioneta y el dueño del apartamento con las llaves en sus manos, partieron a lo que sería su nuevo hogar. Fernando no se encontraba en casa y Jacobo solo les pudo dar la bienvenida en la entrada; indicándoles dónde se encontraban sus habitaciones; esta era la primera vez para Leslie que veía una casa tan grande, contaba con varios cuartos vacíos e incluso tenía la asistencia de sirvientes; la habitación de Leslie se encontraba justo al lado de la de Fernando; era bastante espaciosa y adornada cuidadosamente para ella. Aventó su maleta; su ropa no era mucha y no tenía adornos para arreglar la habitación, simplemente un peluche que le habían regalado hace mucho tiempo, tanto, que no recordaba exactamente como lo había obtenido, pero, que significaba bastante para ella. Una vez que terminó de desempacar se recostó en la cama y sin pensarlo comenzó a soñar. Era un sueño del pasado, un sueño de cuando su padre biológico estaba con ellas; recordaba todas las veces que su madre tuvo que agachar la cabeza llena de miedo; mientras que su padre argumentaba la falta de suministros o que la ropa ya se encontraba gastada; los lujos ya no eran los mismos y los gastos solo aumentaban con su entrada a la escuela. Estaba tan molesto que un día, cuando no pudo comprarse licor para intoxicarse; después de gritarle a Carol como era costumbre, alzó la mano para golpearle. Leslie abrió los ojos de forma abrupta, ya era de noche, se había quedado dormida varias horas; se tranquilizaba a ella misma con que ya no se encontraban en ese infierno y que ahora las cosas serían diferentes, que sin importar lo mucho que su padre le haya aterrorizado, no todos los hombres eran iguales. Agitada por la pesadilla que acaba de tener, baja las escaleras para tomar un poco de agua; es una casa acogedora, aunque se siente un poco solitaria con las luces apagadas, además de lo grande que es; en el comedor se encuentran su madre junto a Jacobo y Fernando, quienes parecen esperar a que ella los acompañara. — Ya despertaste, ven siéntate a cenar, te estábamos esperando. — Pueden comenzar a servir. — una sirvienta hizo una reverencia y marchó a la cocina para comenzar a servir los platillos. — La mudanza es divertida, pero acomodar todas las cosas cansa mucho, ¿no lo crees? — Ah, sí. — La cocinera te encantará, ya sabe todos tus platillos favoritos. — le dijo entusiasmada su madre mientras observaba al personal. — Si algo no es de tu agrado, solo dilo. Nadie te juzgará. — Sí, gracias. No sabía cómo referirse a él, Fernando, sin embargo, permaneció en silencio, era algo molesto que saber que ahora había más gente en la casa, era probable que toda su rutina, misma a la que estaba acostumbrado y no deseaba renunciar, se viera afectada de manera radical por la presencia de ellas; por el momento se guardaría sus comentarios y observaría como evolucionaban las cosas. Con la cena servida la nueva familia comenzó a cenar en silencio, ocasionalmente Jacobo o Carol intentaban aminorar el ambiente pesado provocado por el silencio de los chicos, pero fue imposible, fuera de respuestas secas no podían obtener nada más; se encogieron de hombros y los dejaron estar; eventualmente comenzarían a comportarse forma más amistosa entre ellos, estaban seguros de eso. Con el baño listo, decidió bañarse antes de dormir, pues mañana tenía clases y debía de entregar un trabajo que había dejado a la mitad; las matemáticas no eran su fuerte y era muy probable que si lo aplazaba por más tiempo no podría terminarlo. Entró al baño como era costumbre; se emocionó al ver una tina en él, era la primera vez que veía una en persona, las conocía por los programas de la televisión que veía con su madre en ocasiones. Entró al baño dispuesto a relajarse como lo hacían en las telenovelas, el agua caliente relajaba sus músculos y el aroma a lavanda despejaba su mente; estaba segura de que se sentiría renovada una vez terminara el baño, aunque no sabía si debía de tirar el agua de la tina o alguien más la usaría, eso nunca lo mostraban en la televisión. Por el calor y el aroma a lavanda comenzó a quedarse dormida dentro de la tina, la música clásica que se escuchaba de fondo no ayudaba mucho; sin poderlo evitar cayó profundamente dormida dentro del agua. — Oye, despierta… Vamos, despierta… Leslie abrió los ojos, podía distinguir el vapor del agua caliente del baño, el aroma a lavanda en el aire y la música clásica de fondo; no podía moverse demasiado, sentía el cuerpo pesado, algo era claro, alguien la había sacado de la tina. Fernando había entrado al baño hacía más o menos cinco minutos, cuando escuchó un golpe sordo proveniente del baño cuando regresaba a su habitación; su padre le había dicho que Leslie iba a tomar una ducha primero, por lo cual él tuvo que esperar en la biblioteca hasta que le pareció extraño no escuchar que nadie saliera. Fue en el momento que, al pasar por la puerta del baño, escuchó un sonido sordo. Abrió la puerta sin dudarlo, comprobando lo que suponía, Leslie se había desmayado por un golpe de calor, el golpe sordo fue provocado por su cabeza el momento de chocar con la tina. No tuvo más remedio que sacarla de la tina para recuperar su temperatura, Fernando tenía cursos de primeros auxilios por parte de la escuela, donde les decían qué hacer en casos como estos; sabía que era posible que no pudiera hacer mucho, pero cualquier ayuda en ese momento era buena. — ¿Qué ocurrió? — Deja de parlotear y pásame agua, hay que bajar su temperatura. — Como diga, joven señor. — No te quedes viendo, ayúdame a llevarla a su habitación y llama a un médico. Fue gracias a la rápida intervención que Leslie pudo salir bien librada en esa ocasión, aunque Fernando mostraba una mirada molesta por tal hecho; permaneció a su lado hasta que se recuperó, el médico no vio ningún signo de alarma, por lo que solo le recetó un ungüento para el golpe y baños menos largos en la tina. — Gracias. Era la primera vez que tomaba un baño de tina. — Idiota, pudiste morir. Fernando salió de la habitación completamente molesto, sabía que su padre y su novia se pondrían muy tristes si le llegase a pasar algo a esa niña; ya había visto el rostro mortificado de su padre y no deseaba volver a verlo teñido en la tristeza, por lo que, muy a su pesar, debía de cuidar de esa niña tan atolondrada e ingenua. Leslie se dio cuenta de que tenía puesto el pijama, por lo que le dio las gracias a la sirvienta que se quedó a su cuidado; fue en ese momento en el que se enteró de que Fernando había sido no solo su salvador, sino también quien la había ayudado a cambiarse de ropa antes de que llegará el médico. Estaba algo avergonzada y al mismo tiempo admiraba la tenacidad de ese niño por haberla salvado, estaba segura de que, si las cosas hubieran sido al revés, ella se hubiera quedado congelada sin saber que hacer y podría haber ocurrido algo más serio. No conocía demasiado a Fernando como para poder regalarle algo que le agradara, pero, realmente deseaba demostrarle que estaba agradecida por salvarle la vida; aunque sea con un presente, pero, para alguien como Fernando que no hablaba mucho y que la mayoría del tiempo se la pasaba en la biblioteca o encerrado en su habitación, no tenía la menor idea de que regalarle. —¿Qué le puedes regalar a una persona que lo tiene todo? – preguntó sus amigas, esperando que alguien le diera una respuesta que ella pudiera hacer. — Eso es algo difícil, si lo tiene todo… cualquier cosa que le des, se le hará poca cosa. — ¿Y si le haces algo a mano? ¿Sabes cuándo es su cumpleaños? Puedes hacer algo que le sirva, de esa manera será más difícil que se deshaga de él, ¿no lo crees? Leslie se puso a pensar, era cierto, no era necesario gastar dinero para que un regalo sea bueno y sincero; por lo que, saliendo de la escuela, se dirigió a la tienda de revistas más cercana y compró, con ayuda de sus amigas, una revista de manualidades; era seguro que, en ella encontraría el regalo perfecto para un ratón de biblioteca, cómo le llamo Catalina. Y no se equivocaron, dentro de una de las revistas que compraron, encontraron la guía para hacer hermosos separadores para libros hechos con hilo, se veían elegantes y bastantes sencillos. Esa revista contaba, además, con un gran surtido de peluches y otras cosas que podía hacer con cosas recicladas y otras nuevas; así que solo era cuestión de comprar los materiales para ponerse a elaborar su regalo de agradecimiento.
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