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Enamorada de mi hermano

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Leslie conoció a su hermanastro cuando tenía 8 años y tuvo que vivir en la casa del nuevo esposo de su madre, sin embargo, nunca imaginó que terminaría relacionada por algo más que simple parentesco legal a su hermanastro Fernando.

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Capítulo 1
Aún mantiene fresco el recuerdo del tiempo que pasaron ellas dos solas, su madre y ella, luchando contra todo; solo porque su padre había decidido comenzar una nueva vida con su compañera del trabajo, quien tenía una década menos en años a comparación de él. Ella tuvo que aprender a hacer muchas cosas a corta edad para ayudar a su madre, que tuvo que trabajar de manera exhaustiva para poder mantener su nivel de vida actual. Sin embargo, cuando se comenzaron a acostumbrar a aquella rutina, el timbre sonó. — ¿Quién es? — Ábreme, Lisie, soy yo, papá. Leslie no abrió la puerta, su madre le había dicho que, si eso llegará a ocurrir, le dijera que se encontraba encerrada en la casa, ya que su padre no tenía ningún asunto pendiente; pues, cuando decidió marcharse, se había llevado todas sus pertenencias consigo. Por lo que su madre, Carol, había hecho cambiar la cerradura para evitar algún incidente con su exmarido. — Mamá me dijo que no abriera la puerta a menos que ella esté aquí. — Pero Lisie, no soy un extraño, soy papá. Leslie corrió por el teléfono para llamar a su madre y contarle lo que estaba ocurriendo; mientras en la puerta, la paciencia y el tono calmado en la voz de su padre comenzaba a ser suplantado por uno lleno de ira; incluso comenzó a aporrear la puerta, esperando causar miedo en la pequeña y que accediera a abrir el lugar. — No tengas miedo, amor… ve a tu habitación y enciérrate, voy para allá. — se escuchó por el teléfono. — Sí, mamá. Así lo hizo, los golpes e insultos en la entrada de la casa fue escuchado por los vecinos, quienes intentaban en vano calmar la ira del hombre; la conmoción se hizo tan grande que algún vecino llamo a la policía; quien llegó justo en el momento en que la puerta estaba cediendo por las patadas de ese hombre. — ¡Abre de una vez! ¡Voy a echar la puerta abajo y una vez que entres te vas a enterar! — ¿Qué está ocurriendo aquí? – preguntó el oficial alumbrando con su linterna la cara del hombre para hacerse notar. David, mostrándose ansioso al verlos, se relaja enseguida; levanta sus manos en un tono inocente, mostrando sus palmas para demostrar inocencia; era demasiado tarde, los policías escucharon sus gritos y amenazas, además, habían visto lo que deseaba hacerle a la puerta. — Es mi casa oficial, mi pequeña se encerró adentro y estoy intentando liberarla. — ¿Cuántos años tiene la niña? — Tiene 8 señores. — Con 8 años y no poder abrir la puerta desde adentro. ¿Está con alguien más? — No, señor, solo se encuentra ella. Mi esposa está trabajando en este momento. — Ya veo… entonces, si su esposa está trabajando ¿A quién le estaba gritando que se las pagaría? — Eso, yo… David no sabía qué hacer, la vecina, responsable de la llamada a emergencias, salió a hacerle frente y hablar claramente con los oficiales; les explicó, que ese hombre llevaba un año, que las había abandonado; además, de que la joven que se encontraba a sus espaldas era su nueva amante y que no tenían nada que ver el uno con el otro, ya que nunca se habían casado. Carol llegó corriendo, se veía completamente asustada al ver las luces de las patrullas, no pasó mucho tiempo hasta que un oficial había actualizado a la madre; David, por su parte, perdió la compostura en cuanto la vio e intentó caerle a golpes, cosa que los oficiales habían evitado de manera excepcional, lo sometieron en el suelo y le advirtieron que si volvía a ocurrir otro incidente como ese lo arrestarían sin dudar. Los oficiales tuvieron una conversación con Carol, quien observaba nerviosa la puerta casi derrumbada de lo que alguna vez fue su casa; su corazón estaba acelerado, creía que algo malo le había ocurrido a su pequeña, pero, al escuchar la voz de su madre, Leslie, abrió la puerta con algo de esfuerzo y, abrazando a un oso, corrió a sus brazos, llorando aterrada por las amenazas de ese hombre. — Tenía mucho miedo, mamá. — ¡Solo quiero que me des lo que es mío! – alzó la voz David nuevamente. La mirada molesta de Carol no se hizo esperar, David no había hecho nada, lo único que obtuvo de él había sido una falsa promesa de esperanza que se rompió en cuanto ella salió embarazada. Tomó el anillo de compromiso que le había regalado y se lo arrojó a la cara. — ¿Era eso lo que querías? Vete y no vuelvas. — ¡Todo lo que tienes me lo debes a mí! — ¿Disculpa? Esta casa fue el regalo de mi padre, el trabajo que tienes es gracias a mi tío, el auto en el que te fuiste junto a ella fue un presente de mi hermano… ¿Qué has hecho por tu propia cuenta? Nada. — Señora, puede comprobar lo que está diciendo. — Claro, tengo todos los papeles a mi nombre. Entre. El día terminó con una advertencia para David y una orden de restricción que obligaba a David a estar alejado de la niña y su madre en un radio de cinco kilómetros. Esa noche, tanto él como su acompañante, pasarían la noche en prisión, debido al disturbio que hizo, alterando de esa manera el orden de esa pequeña colonia. Carol no se quedó de brazos cruzados, a pesar de que ya tenían la orden, sabía que David haría todo lo posible por sacarle lo que más pudiera, así que, tomó el teléfono y comenzó a llamar a todos sus conocidos, quería deshacerse de esa casa con todos los recuerdos que guardaba en ella, buenos y malos. Por su bien psicológico y el de su pequeña. No pasó mucho tiempo antes de que la casa encontrara un comprador, para ese momento Leslie y su madre se encontraban viviendo en un pequeño apartamento cerca del trabajo de su madre y no muy lejos de la escuela de la pequeña; agradecía que el complejo estudiantil tuviera todos los grados básicos para la educación; ya que, el trabajo en la oficina era algo demandante y no podía darse el lujo de tomar días para buscar una escuela apropiada para su hija. Leslie pasaba la mayor parte de su día en casa, leyendo libros o cocinando para su madre, se había vuelto alguien bastante madura para su edad; pero no había más, no podía dejarle toda la carga de la casa a su madre. Llevaban medio año en la nueva casa, si bien su madre siempre se veía cansada y llegaba a darse un baño para recuperar energías y cenar junto a ella; un día de la noche a la mañana comenzó a sonreír más. Tarareaba canciones alegres mientras se maquillaba para ir al trabajo, llegaba con energía suficiente para ver un programa de televisión nuevo que le habían recomendado sus compañeras del trabajo; si bien este cambio fue extraño para Leslie; la sola idea de que su madre fuera feliz en esa situación le parecía algo bueno. — Hija, hoy llegaré tarde a casa, no me esperes y cena. — Está bien mamá, que te diviertas. No paso mucho tiempo cuando de la boca de su madre comenzó a salir el nombre de un hombre de su trabajo; Leslie tenía un poco de miedo sobre eso, pues recordaba de manera vivida todo lo que habían vivido con su padre; pero, no podía cortarle la felicidad a su madre, por lo que forzaba una sonrisa mientras la animaba. Poco tiempo después, cuando la época decembrina se acerca, su madre anuncio que comenzaría a traer a ese hombre a casa para que ella lo conociera; asegurando que, si después de que ella conviviera con él, si no era de su agrado rompería su amistad con él. Leslie no se creía con la suficiente importancia como para interponerse en la vida privada de su madre, por lo que no contestó. — Buenas noches, tú debes de ser Leslie. Eres más bonita de lo que dijo tu madre. Mucho gusto me llamo Jacobo. — Mucho justo, Leslie. Pase, enseguida le hablo a mi mamá. Esa noche tuvieron que pasar la cena con una persona más en la casa; si bien no era muy evidente la incomodidad de Leslie, no podía evitar que con ese hombre era fácil hablar, además de que la mirada cálida que le regalaba a su madre era sincera. Esperaba que su madre fuera feliz. Jacobo le contó cómo se habían conocido en una junta, también el cómo se enamoró de ella a primera vista y cuanto más tiempo pasaban juntos, eran más las ganas que tenía de estar junto a ella. Él era viudo, su mujer había muerto hace dos años de una enfermedad incurable, dejándolos, a él y su hijo, solos. Por eso comprendía en cierta medida las dificultades a las que Carol se estaba enfrentando y en cierta medida la admiraba por criar a una niña tan bien portada como lo era Leslie. — ¿Debería traerme a mi hijo para Año Nuevo? — ¡Esa sería una grandiosa idea! ¿No es así? No podía decepcionar a su madre, así que asintió tímidamente, no sabía que ese sería solo el principio de algo que nunca podría detener; su madre sonreía radiante y eso lograba disipar un poco sus nervios, aunque no estaba segura de lo que fuera a pasar más adelante; siempre vería por la felicidad de su madre. — Perfecto, él también estudia en el mismo colegio que tú, aunque va años adelantados porque es mayor, así que es muy probable que no se hayan conocido aún. Es muy inteligente, si necesitas ayuda con alguna materia, no dudes en preguntarle. — Sí, está bien, gracias. Comenzó a sentirse nerviosa después de platicar un rato con sus amigas mientras salían de compras por Año Nuevo; irían a comprar algo de ropa, el hermano mayor de una de ellas era quien los acompañaba y si bien, a ellas les hablaba de manera gentil, su voz se endurecía con su hermana, por lo que estaba realmente nerviosa por eso. — ¿Los hermanos mayores siempre son así? — Mi hermano es un idiota, no le prestes atención. El hermano de Mary, en cambio, ah, es tan apuesto. — Pero ¿qué dices? Es un dolor de cabeza, solo se mete a mi habitación para molestarme, el otro día me echó agua encima e hizo un tiradero en mi cuarto, al final me tocó limpiar todo porque mi madre le creyó más a él, solo por ser el mayor. Leslie pasó saliva con fuerza. Las compras de ese día culminaron con un breve descanso en el parque cercano mientras esperaban a que el padre de su amiga llegara a recogerlas; fue bastante divertido pasar tiempo con sus amigas durante las vacaciones, aunque no se volverían a ver hasta su regreso a clases. — ¿Por qué tienes esa cara preocupada? – pregunto Antonio, hermano mayor de Catalina, aunque ya era mayor de edad, le gustaba pasar tiempo con su hermana, era evidente que no lo demostraba de manera abierta, pero sentía bastante afecto por esa chiquilla regordeta. — Mi mamá conoció a un hombre, estoy feliz por ella, de verdad; pero… estoy preocupada de que se convierta en mi nuevo papá… he escuchado que los padrastros suelen ser fríos y crueles… además, tiene un hijo que es mayor que yo y no sé… solo estoy nerviosa supongo. Reía nerviosa mientras acomodaba un mechón de cabello por detrás de su oído, Antonio sonrió, la mirada de esa niña le gustaba; aunque reprimía sus impulsos, pues, no deseaba arruinar la poca cercanía que ambos tenían, no desea ser malinterpretado. — No deberías preocuparte tanto, todo está bien. Yo… — el claxon lo detuvo; Leslie y Antonio solo intercambiaron miradas.

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