Nuestro primer beso

1623 Words
Al llegar al restaurante, el ballet parking el cual era un joven Delgado y rubio me abrió la puerta. Le di las llaves para que lo estacionar y me adentre en el restaurante. -Buenas tardes Srta, ¿Tiene reservación o ya la esperan?- me dijo la chica de la entrada una mujer joven delgada y Morena. A lo lejos vi como Amelia estaba sentada en nuestra mesa de siempre la cual estaba a lado de la ventana en donde tenía un hermoso paisaje de el jardín del mismo restaurante. -Claro mi amiga está esperando.- Paso y detrás venia la chica Morena con una carta en la mano. -¡Hola Anita bebé!- Dijo Amelia levantándose de la silla para darme un beso en la mejilla y un fuerte abrazo. Yo respondí con mucho gusto. Después me senté enfrente de ella y coloqué mi bolso en el perchero -Aqui le dejo su carta, enseguida viene el mesero para tomar su orden- dijo aquella chica -Gracias- dijimos Amelia y yo. Enseguida se retiró la chica y Amelia me miró con una sonrisa que se podía notar lo emocionada que estaba por que le contara cada detalle. -Vamos amiga cuéntame, ¿Que pasó con la bruja de Leslie? ¿Porfin le quedó claro que ahora eres la que manda? dime que decía el testamento.-dijo algo intrigada -Ay amiga, pues nada de lo que crei que pasaría pasó...- en cuanto iba a contarle todo a Amelia el mesero se acerconpara tomarnos la orden. Yo pedí un corte de carne y una ensalada de frutos rojos con queso de cabra y nueces. Amelia pidió una ensalada por que estaba cuidando su figura para su boda, ya que se casaría en un mes que obviamente a lo contrario de mi ella si se casaría con el hombre de sus sueños. Al llegar el mesero comenzamos a comer. Yo tenía demasiada hambre pues no había desayunado nada después del incidente de la mañana. Cuando comíamos le contaba a Amelia lo que había sucedido con el testamento y los que decía sobre mi vida con Santiago y que no hacía lo que mi padre pedía nada de lo que me correspondería sería mío. Claramente Amelia estaba igual de desconcertada que yo, pues no podía creer que mi padre me obligara a casarme con un hombre como Santiago y sobre todo tendría que procrear un hijo con el. -Amiga jamás imaginé que pasaría eso. Lo peor que pensé cuando te marqué es que Leslie se quedaría con todo pero creo que prefiero que ella se quede con todo que eso.- Dijo algo triste. -Lo sé amiga, pero la verdad yo se que ella tiene que ver en eso, mi padre no podría tomar esa decisión solo. Pero ahora tengo que cumplir con lo acordado.- dije para después tomar de mi copa de vino tinto . Y no es que me importe el dinero ni esas cosas, ya que bien podría hacer mi propia constructora o si no trabajar con algunos amigos en las suyas. Pero no permitiré que lo que mi madre y mi padre construyeron juntos se pierda. Después de un rato cambiamos de tema sobre su boda y lo hermosa que sería pues ella era súper minuciosa con cada detalle. En ese rato mi celular comienza a sonar y cuando lo veo era un número desconocido. -Si bueno, ¿quién habla? -Hola Ana, soy Santiago. Quisiera preguntarte si podemos reunirnos en un rato más para poder ver algunos detalles sobre la boda. - su voz era tan ronca pero a la vez tan dulce que de verdad sentía que ese hombre era todo un don Juan. -Mira la verdad ahora estoy en una comida con una amiga. En una hora te puedo ver y así acabar de una vez por todas con esto.- dije algo seca -Esta bien. Te veo en una hora entonces en mi oficina. -Ok ahí te veo. Adiós.- Colgué enseguida antes de que el pudiera si quiera adiós y la verdad aun que ese hombre no lo negaré es algo atractivo y sobre todo sexy, me negaba a sentir algo por el ya que de verdad estaba muy molesta por que el sabía y lo permitió. No podía llegar a sentir algo de amor o si quiera deseo por el. Pasaron unos 40 min en donde Amelia y yo platicamos sobre muchas cosas y dejamos de lado el tema sobre mi boda o Santiago. Me despedí de ella pagando la cuenta y me dirijo al valet para pedirle mi coche e ir a ver a Santiago. De camino no podía dejar de pensar en todo lo que pasaría a partir de hoy, que mi vida cambió por completo. La verdad no estaba lista para casarme con alguien fuera desconocido o no, yo aún era muy joven. Aún me faltaba vivir, viajar, conocer personas y vivir una vida s****l antes de casar. Yo aún era virgen y me aterraba el solo pensar que la perdería con alguien que no amaba y que ahora tendía que hacerlo por que teníamos que tener un hijo como decía el testamento. Estaba algo nerviosa por volver a verlo. Se me hizo tan corto el camino. Cuando llegue vi las enormes letras que llamaron mi atención "Jones And Jonhson asociados" como era posible que el apellido de mi familia estuviera en la empresa. Digo la verdad jamás supe que mi padre tenía otra empresa o si quiera fuera socia de otra. Salí del estacionamiento para dirigirme a la recepción. Ahí se encontraban 4 chicas y todas rubias altas y la verdad con un cuerpo increíble. Incluso me sentía un bicho raro, ella eran preciosas. -Buen día vengo a ver al Sr. Santiago Jones, tengo una reunión con el.- dije muy segura de mi para verme imponente. -Buen día, claro. Me podría dar su nombre para anunciarla.- la chica tenia una voz muy dulce y pude distinguir que en su gafete tenia el nombre de Erika. -Claro, Soy Ana Johnson su prometida. -La chica me miró con una sonrisa en cuanto dije prometida. Después llamo a la que creo es su secretaria y le aviso que había llegado. -Srta el Lic. Santiago la está esperando puede subir. Su oficina está en el piso 45. -Muchas gracias Erika- dije sonriendo. Enseguida caminé hasta el ascensor y me subí. Di clic en el botón 45 y empezó a subir. Al llegar vi como había una gran puerta de caoba con un letrero dorado en el cual decía su nombre y no pude evitar mirar a la linda chica que al parecer era su secretaria. Ella al verme se levantó y se dirijo a mi. Era una chica peliroja, con ojos grandes y verdes. Su cuerpo era precioso, tenía una cintura tan pequeña y no podía dejar de pensar que el maldito de Santiago ya se habría acostado con ella. Pero que me pasaba acaso ¿estaba celosa? en eso una dulce voz me saco de mis pensamientos. -Buen día srta, el Lic. Santiago la está esperando. ¿Gusta café, agua o algún té?- No lo podía negar la chica era muy linda y la verdad no me importaba si se acostara con ella o no, porqué como el dijo "ESTO ES UN NEGOCIO" -Muchas gracias...-pude ver que tenia un gafete que decía Paola.-Paola y si me gustaría un té de frutos rojos si no es mucha molestia.- dije con una gran sonrisa en mi rostro. Después de todo creo que pasaremos un rato aquí así que tengo que relajarme con algo. Entre a la oficina de Santiago en donde estaba el sentado en su escritorio en una llamada. Cuando me vio entrar dejó el telefono para atenderme. Se levantó y acomodó su traje. No podía dejar de mirar al hombre tan sexi que era, tenía un sonrisa tan perfecta. Su voz tan varonil. Era un hombre que parecía Tallado por los mismos dioses. -Con esa mirada que me haces se nota que me deseas tanto querida Ana,-dijo con una voz tan arrogante y mirándome de una manera que de seguro estaba pensado que traía debajo de la ropa. -Jaja quisieras Santiago. Que se te borre eso de la mente. Yo no te deseo. Simplemente estoy mirando tu traje que para ser sincera no te queda nada bien es deberías pensar en cambiar de marca porqué realmente la que traes pues digamos que no te sienta muy bien.- dije algo arrogante y retadora. Enseguida el se me acercó con tanta rapidez que no me dio tiempo de resccionar. Cuando menos me di cuenta ya me tenía sobre la pared y su boca estaba rota cerca de la mía que podía saborear su aliento a menta y fresas. Yo estaba temblando de las piernas, mi respiración era algo agitada y la de el estaba igual. -Te das cuenta que si me deseas- su voz era algo agitada y se notaba que al igual que yo estábamos deseosos de besarnos. Al sentir sus labios con los mío mi cuerpo se sentía como flotando como si hubiera desaparecido el mundo y solo fuéramos el y yo. Al principio me resistí pero después no pude negarme e hicimos una sincronía con nuestros labios, despues nuestras lenguas se juntaron para así bailar juntas. El beso era tan apasionado que me sentía tan excitada. En eso la puerta de la oficina se abrió y una voz conocida hizo que nos separaramos rápidamente. -Lo siento, vengo a traer el té de la señorita.- puso el té en la mesa de la pequeña sala que se encontraba a un costado de la oficina de Santiago y después se retiró. Yo estaba nerviosa pues no sabía lo que me diría o haría después de esto.
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