Capitulo 2: Sigue tus sueños.

3389 Words
Pasó unas semanas del acuerdo hecho entre Tay y Alexander. Se comportaba respetuoso con los chicos y con Sebastián por su petición. Fingió que era un buen padre frente a ellos. Tay no le dijo nada a Sebastián del acuerdo, no quería que se sintiera mal por su culpa. Mientras el orfanato era reconstruido los chicos se hospedaron en la mansión de Alexander en la gran colina, era bueno disimulando su disgusto de tenerlos ahí con una sonrisa forzada todo el día. Ese día cuando hablo con María, salió con la mejilla izquierda colorada y con el ceño fruncido mientras ella era arrastrada por sus hombres fuera del orfanato junto a sus otros empleados a los gritos. Para los niños él era como un héroe que los liberó del ogro malo, lo miraban con los ojos brillantes y bien abiertos, siempre lo buscaban por toda la casa para saber qué estaba haciendo. Estos encuentros repetitivos de los niños con sus voces agudas y alegres le causaban dolor de cabeza y no lo dejaban trabajar tranquilo, pero tuvo que mantener las apariencias con mucho esfuerzo. Los empleados a cargo de cuidar a los chicos eran amables, leían cuentos, preparaban las comidas, los bañaban y los acostaban. Todo valía la pena para Tay cuando miraba sus rostros sonrientes. Estaba tranquilo de saber que estarían bien en su ausencia y comunicado por medio de Alexander, por el celular que le compró, por cualquier problema que surja. Lo único que tenía que hacer, era cumplir con su parte del trato, graduarse y vender sus libros en su nombre. El primero de marzo festejó por primera vez, junto a sus hermanos, los empleados y Alexander, el día de la creación de la tierra dado por la diosa Lucirus. Plantó la semilla dorada de un árbol pidiendo un deseo. A los segundos de hacerlo empezó a llover y no paró hasta las doce en punto de la noche. Los niños comieron un banquete y recibieron un regalo cada uno. Satisfechos se fueron a dormir con las mejillas rojas y una sonrisa radiante en sus rostros. Pasaron los días y ya era diez de marzo, el pueblo estaba un poco más lejos de la gran ciudad así que tenían que salir cinco días antes para llegar a tiempo al acto que daba inicio las clases. Así que no tendría tiempo de descansar, ni bien llegaban tenían que asistir al acto e instalarse en su cuarto. Tay estaba en la habitación guardando ropa en una maleta grande y negra. Fue hasta una mesa larga, blanca y de madera adherida a la pared con dos cajones. En uno de ellos tiene guardado un collar que tenía en la manta que lo envolvía cuando lo abandonaron, no sabía cómo María no se lo robó antes, pero agradece que no fuera así. Estaba feliz de tener algo que podría ser de su madre, la cadena estaba rota y tenía una piedra de diamante en forma de corazón. Está puede ser una pista sobre su familia, para encontrarla. Cuando abrió el cajón, estaba vacío, su collar no estaba—No…—Sus ojos estaban bien abiertos mirando el cajón vacío mientras negaba con la cabeza. Las manos le temblaban—Lo puse en este—Su voz salió temblorosa. Abrió el otro cajón pero no había nada. La puerta de su habitación se abrió de un golpe y Alexander entró apresurado hacia donde estaba Tay—¿Qué haces ahí parado? Se hace tarde, muévete—Lo tomó del brazo y lo hizo caminar. —Tengo que buscar algo—Sus intentos de soltarse fueron en vano. —No me importa, camina, después me mandaras un mensaje y haré que mis sirvientes lo busquen. Tay no se atrevía a decir nada que lo hiciera estallar y cambiará de opinión sobre el contrato. Bajo la cabeza al suelo y apretó sus labios aguantando las ganas de llorar, su pecho dolía con intensidad como si hubiera sido apuñalado. Alexander lo soltó antes de entrar a la sala principal, se acomodó el saco de su traje n***o y paso sus dedos por los mechones negros caídos en su frente—Cambia esa cara y entra Tay—Dijo abriendo la puerta. Sus ojos estaban un poco rojos y la luz del salón lo hizo cerrarlo por un segundo. Al abrirlos vio a todos sus hermanos reunidos con una sonrisa para despedirlo. Corrieron para abrazarlo entre todos y eso logró calmar el dolor en su corazón. —Mi familia—Susurro para si mismo. —Tay no te vayas, te vamos a extrañar—Dijo una de las niñas pequeñas llorando sobre su estómago. —Lo siento Lucia, pero te mandaré mensaje a través de Alexander muy seguido—Le dedicó una sonrisa y acarició su pequeña cabeza. —¿Lo prometes? —Lo prometo. —Bueno chicos no se olviden del regalo—Dijo Sebastián. En su mano tenía una caja de color azul marino, plana pero grande como la palma de su mano—Pense que esto sería un buen regalo de nuestra parte, espero que cuando lo mires también te acuerdes de lo mucho que te queremos—Abrio la caja que contenía un collar. Tay abrió los ojos de la sorpresa y las lágrimas salieron—Mi collar—Se acercó a Sebastián y lo abrazó ocultando su rostro en su pecho—Gracias Seba. Siempre estarán conmigo sin importar la distancia. Los niños también se sumaron al abrazo llorando por su partida. La cadena había sido reparada y ahora era más fuerte, se podría decir que sería difícil que se rompiera. —¿Quieres ponértelo?—preguntó Sebastián sacando el collar de la caja. Tay asintió dándose la vuelta y dejando que Sebastián lo haga. El collar le llegaba hasta el centro de la clavícula y el diamante brillaba de muchos colores por el reflejo del sol que entraba por las ventanas. —¿Pero cómo lo arreglaron?—Miró a Sebastián que sonrió ante la pregunta. Alexander puso los ojos en blanco mientras miraba la escena distanciado con los brazos cruzados. —Le pedimos ayuda a tu padre. Tay se quedó congelado sin saber qué decir. —¿No te gusta hijo?—dijo tocando su hombro apretandolo con fuerza y mostrando una sonrisa. —Si, gracias—dijo Tay tratando de darle una sonrisa, pero ni siquiera pudo mirarlo. —Que bueno, pero ya es tarde, tenemos que irnos—dijo al mirar la hora en su celular—Vamos al auto. —Suerte Tay lo harás bien hermano—Sebastián le dió un fuerte abrazo y susurro en su oído—Si algo no te gusta vuelve, te estaremos esperando. —Gracias Seba—Se aferró a su remera con fuerza sabiendo que esa no era una opción—Voy a estar bien. Todos salieron a la puerta, Alexander sonrió y se metió al auto mientras los sirvientes cargaban las maletas en la parte trasera del auto. Tay los miró por última vez con una sonrisa y los ojos rojos y brillantes. Se agachó y abrazó a los más pequeños mientras sostenía la mano de Sebastián—Estudien y coman bien, no se enfermen, cuídense mucho, los voy a extrañar—Sentía su garganta seca y cerrada con cada palabra y su cuerpo no paraba de temblar—Los amo mucho, los voy a extrañar un montón. Y con eso Tay se separó y entró al auto cerrando la puerta y bajando la ventana. El motor se puso en marcha y los más pequeños corrieron detrás del auto mientras lloraban y gritaban su nombre. Los sirvientes y Sebastián se acercaron para detenerlos. Tay los miró por el espejo de atrás sosteniendo con su mano derecha el collar. No podía evitar los temblores de su cuerpo y apretar los labios aguantando las lágrimas. Alexander frunció el ceño y rodó los ojos. Miro el collar que sostenía en su cuello.—No sabes lo caro que me salió ese arreglo, no sabía que tenías una joya así, ¿Acaso la robaste?—Dijo ocultando con su mano la sonrisa que se asomaba. —No—dijo Tay acomodándose en el asiento mirando hacía adelante aún tocando el diamante con sus dedos. Esa respuesta tan corta lo hizo enojar, pero trató de contenerse—¿Era tan importante para que tu hermano quiera arreglarlo?—Iba a seguir hablando sobre que se lo cobraría de la ganancia de su primer libro pero Tay lo interrumpió. Mirando por la ventana le respondió—Estaba conmigo cuando me abandonaron en la puerta del orfanato de bebé. Es muy importante para mí—Hizo una pausa y lo miró—Gracias. Lo miro por unos segundos en silencio y luego respondió—No me lo agradezcas, yo no quería gastar más dinero del que ya estoy gastando por tu culpa—Miro por la ventana mientras hablaba, pero no sonaba enojado para la sorpresa de Tay. Paraban para descansar en la noche en un hotel y luego seguían el camino bien temprano en la mañana. Al acercarse a la gran ciudad había menos vegetación y árboles, las hectáreas eran de tierra seca y había algunas casas destruidas y en una parte el suelo estaba oscuro, como si algo se hubiera quemado. Pero al estar frente al letrero de "bienvenidos a la gran ciudad" la vegetación se hizo presente de nuevo, pero no había flores ni árboles, sólo pasto. Las calles se veían bien cuidadas al igual que las casas, se veían modernas y tenían un lindo jardín decorado. Había tiendas, edificios grandes y gente caminando por todos lados con ropa sin agujeros y la mayoría, con una sonrisa en sus rostros. Era muy diferente al pueblo donde creció, no parecía que a estas personas les faltará un plato de comida todos los días como a sus hermanos y todos los habitantes. Pero había algo que llamó su atención, un sonido muy fuerte de tambores. Había un grupo de personas con papeles sobre sus cabezas y gritando a todo pulmón las mismas frases. —Otra vez esos estúpidos manifestantes—dijo Alexander apretando los dientes. —Voy a tomar otro camino señor para evitar quedarme en medio de la policía. —Si, haz eso—Suspiro mientras se daba un masaje en el entrecejo con sus dedos. —¿Qué es eso? —¿No lo sabes Tay?—Continúo hablando luego de ver por su expresión qué de verdad no sabía nada—Son manifestantes, se hacen llamar "Los elegidos por Lucirus" para ayudar a tu gente, pelean para que todos tengan los mismo derechos. La policía los reprime siempre, pero siguen volviendo y cada vez son más y están mejor organizados, es muy molesto la verdad. Tay no podía creer que esto estuviera pasando, que haya personas que protesten para que todos pudieran vivir bien, pero no creía que eso llegaría a pasar o por lo menos no en su generación. Dieron vueltas por varias calles hasta llegar a la escuela. Había un gran muro de piedra, grueso y alto, en el medio una gran reja de color n***o que era manejado por un empleado en una cabina. Había más autos llegando. Tay miraba todo con los ojos bien abiertos. Al entrar había un estacionamiento a cada costado del muro y más adelante había una hilera de piedras en línea recta que separaba el pasto del estacionamiento. Estaba decorado con flores y árboles haciendo un camino hasta la entrada del colegio, en el medio había una gran fuente de agua con la forma de una mujer, la diosa Lucirus. Se bajaron del auto y caminaron por ese camino. Tay no le quitaba los ojos de encima a los árboles y flores de color violeta, el perfume que desprendían con el viento ligero era dulce. —El equipaje después lo llevarán a tu habitación, me iré después del acto—Dijo Alexander pero Tay no le estaba prestando atención—¿Me estás escuchando Tay?—Tocó su hombro para llamarle la atención. El cuerpo de Tay dio un salto y se detuvo—Perdón, estaba viendo las flores. Alexander suspiró y siguió caminando—Camina Tay. Más adelante, algunos alrededor de la fuente y otros frente a la puerta de entrada del colegio, bien vestidos, junto a sus hijos, hablaban con otras familias. —Como odio esto—dijo Alexander apretando los dientes y fingiendo una sonrisa. —¿Qué cosa?—Se atrevió a preguntar. —Alexander—Llamó un hombre de voz grave detrás, vestido de traje azul, tenía el pelo rubio y ojos azules. Ambos voltearon a verlo, pero el señor miró con detenimiento a Tay. Abrió los ojos, su cuerpo se tensó por un segundo y su boca estaba un poco abierta, pero de inmediato recuperó la compostura sonriendo. —Señor Llegaría, tiempo sin verlo. —Lo mismo digo, es una lástima, me gustaría que hablaras con mí hijo y le enseñarás un poco más de tu inteligencia para dirigir una empresa siendo tan joven, con solo 26 años hiciste crecer bastante tu empresa, mejor que tu padre a los 40. Alexander se cruzó de brazos y sonrió—Gracias, Lucio, pero voy a estar ocupado. —lo entiendo—Miro a Tay y siguió—Veo que también inviertes en otros productos, es para lo único que sirven. Tay se estremeció por sus palabras y miró a Alexander que seguía con la vista al frente sin decir nada. Lucio extendió su mano y se presentó—Soy Lucio Llagaría, ¿Cuál es tu nombre? Dudoso por sus palabras extendió su mano titubendo y la estrecho con el mayor—Tay —Tay Veralo—Completo Alexander. Lucio apretó con fuerza su mano y lo miró con detenimiento a los ojos—Debe tener una falla si no responde rápido. Tay soltó un quejido por el dolor en su mano y su cuerpo quiso alejarse como reacción pero Lucio no lo soltaba. La forma en la que lo miraba era extraña y le causaba escalofríos. Alexander frunció el ceño y sacó una carcajada—No es lo que piensas Lucio, a veces uno hace las cosas de buen corazón y no por ser un buen negocio—Agarró su muñeca con fuerza y la separó de Tay poniéndose delante suyo—¿No lo crees? Lucio sonrió y miró a un costado metiendo su mano derecha en el bolsillo de su pantalón. Algunas personas los miraban mientras hablaban tapando sus bocas—Es verdad, esperando que en el futuro sean de utilidad para la sociedad. Alexander sonrió de lado y se dio la vuelta, obligando a Tay a hacer lo mismo—Nuestra charla va a tener que terminar aquí, falta poco para el acto. —Me temo que sí. Cuando ya estuvieron más lejos subiendo la gran escalera en medio de la entrada Alexander habló—Ese viejo molesto, siempre queriendo que hable con su estúpido hijo. Tay acariciaba su mano derecha pensando en la mirada de ese hombre, podía sentir todavía su hostilidad causando escalofríos en su espalda. El salón de actos era muy grande los asientos eran de color rojo mirando hacía una gran escenario con el telón del mismo color, todavía estaba bajo y había algunas personas sentadas. Había algunos cuadros grandes colgados en las paredes con un marco hecho de oro puro y tallado a mano. Alexader lo hizo pasar primero para que tomara asiento y antes de que el acto comenzará le dijo—Las cosas serán así a partir de ahora, espero que no me decepciones. Tay no respondió, las palabras no salían de su garganta, se sentía una presa rodeado de depredadores llenos de maldad, su cuerpo temblaba y se sentía asfixiado, era incapaz de concentrarse mientras el director hablaba por el micrófono. Luego del aplauso final, los familiares se iban retirando y los jóvenes se iban instalando en sus habitaciones. Alexander y Tay bajaron las escaleras y a cada esquina vio una flecha donde indicaba dormitorio de hombres y mujeres, no lo había notado cuando ingresó. Por el pasillo de la derecha estaba un ascensor y al lado las escaleras. En la pared había un cuadro con la indicación de cada piso. En el primer piso estaba la biblioteca, baños y un lugar de estudio; en el segundo piso estaban las habitaciones de los chicos de primero y segundo año; en el tercero la habitación de los de tercero y cuarto año y en el cuarto piso las habitaciones de quinto y sexto año. Alexander y Tay entraron al ascensor y apretaron el botón del cuarto piso, en la pared detrás de su espalda había un letrero que indicaba la cantidad de personas que podían subir en el ascensor, entraban veinte personas. Era grande y a cada costado había un espejo con un barandal de metal que brillaba de lo limpio que estaba, el piso era de color rojo, parecía ser una tela y se sentía suave. La puerta del ascensor se abrió y salieron. En el medio de todas las habitaciones había una gran sala de descanso, había muchos sillones, mesas y una gran televisión sobre una mesa lisa y ancha. A los costados estaban las habitaciones, que rodean la sala de descanso en un cuadrado, en cada puerta decía el nombre de su huésped. La suya estaba a lo último, en la esquina derecha. Tay abrió la puerta y lo primero que vio fue la gran ventana deslizable cubierta por una cortina blanca. Su cama estaba en el medio y a su lado había una mesita de noche. Entro para ver más y al costado vió otra puerta. —Ese es tu baño—Dijo Alexander sentándose en la cama. Desde la cama podía ver al frente el gran armario de pared con puerta deslizante de madera y al lado un escritorio para estudiar—Hasta balcón—dijo mirando por la gran ventana. —Es muy lindo—Dijo pasando sus dedos por la mesa de color blanco, era lisa y de madera. Con una hilera de tres cajones a cada costado y en el medio la silla con ruedas de color n***o. Su equipaje ya estaba en la habitación al lado de su armario. Alexander frunció el ceño al verlo tirado ahí en el suelo y no acomodado—Esos idiotas—susurró. Se levantó de la cama y se acercó agachándose para abrirla—Ayúdame a acomodar la ropa. Tay se quedó un momento mirando a Alexander sin entender lo que estaba haciendo, bueno, si entendía, pero no sabía porque lo estaba haciendo. —Rápido Tay. Alexander deslizó la puerta y adentro, en el medio, había un tubo de color blanco al igual que la pared, largo y con muchas perchas, solo estaba colgado dos juegos de su uniforme para clases y para gimnasia. Debajo había unos cajones para guardar ropa interior y a cada costado cubículos llenos de lápices, lapiceras, libros, pack de hojas y su mochila, todos guardados en orden y prolijo. —Por lo menos eso lo arreglaron. Tay guardó la ropa en cada percha y los pantalones los dobló y los guardó debajo y en los cajones acomodó su ropa interior. —Gracias por la ayuda. Alexander lo miró y luego se levantó del piso acomodando su ropa—Ya me voy. —Bien—dijo Tay en voz baja poniéndose de pie también. Alexander abrió la puerta y se detuvo antes de salir para mirarlo, podía notar que estaba nervioso por cómo movía sus manos, una de ellas estaba colorada todavía. —Llamaré para saber tus avances y tú también me debes mandar mensajes para tus hermanos, no quiero que me estén molestando todo el día con eso. —Bien. Alexander le dio una última mirada y salió de la habitación cerrando la puerta. Tay tomó asiento sobre la cama, el colchón era cómodo y las mantas olían a lavanda, la tela era suave al tacto. Recordó a ese hombre y las palabras de Alexander, apretó el collar y se acostó de lado abrazándose, solo esperaba no tener que pasar por lo mismo otra vez. ------------------------------------------- BUENO ESPERO QUE LES GUSTE EL CAPITULO, GRACIAS POR VOTAR Y VER :)
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