Capítulo 1: Para ti, dentro de 18 años.

2939 Words
Era el año 2019 a fines de febrero, el aire era cálido y el sol no daba tregua. Sobre una colina, sentado bajo un gran árbol, mirando el campo de flores de varios colores, estaba Tay. Su cabello n***o se mecia con el viento y gracias al árbol daba la sensación de que era fresco. Miraba en especial flores de color violeta mientras jugaba con sus manos y suspiraba. Tay esperaba una noticia muy importante, su hermano Sebastián, que debía rendir una materia que no aprobó en el año de cursada, le traería el papel que cambiaría su vida. Apoyó la cabeza en el árbol y miró a través de las hojas los pequeños rayos de sol que traspasaba haciendo brillar sus ojos azules y volvió a dar un largo suspiro, su estómago no paraba de hormiguear. Desde que nació solo fue testigo de la parte más afectada económicamente de la población, en el pueblo Lucía las casas lucen deterioradas al igual que el orfanato donde vive. Los más adinerados viven en la gran ciudad, un lugar seguro y con buena atención médica. Algunos ricos vienen a este pueblo de vacaciones pero se quedan en lo alto de las colinas. Miran a los residentes como basura y los tratan como servidumbre dándole una pequeña cantidad de dinero por hacerles un favor. Los niños y Sebastián son la única familia que tiene, durante 14 años hizo lo que pudo para protegerse y protegerlos. Maria la señora encargada de cuidarlos hace todo menos eso. El dinero que manda el gobierno para el mantenimiento del orfanato se lo guarda para ella y deja con hambre a los niños. Desde una edad temprana Tay trabajo y a la vez estudio para traer algo de comida a sus hermanos. Lo más duro era el invierno, sus ropas estaban gastadas por los años y con agujeros que cocieron más de una vez, no contaban con las mantas suficientes para cubrir del frío a todos los niños y se las arreglaban durmiendo todos juntos para no sentirlo tanto. Pero ahora tenía 17 años, a solo un año de ser echado por María del orfanato y estar a su suerte. Pero no era eso lo que le preocupaba, era sus hermanos, no quería que María los maltratara como hizo con él durante años. Si lograba quedar inscripto en la escuela más prestigiosa de la gran ciudad con beca completa, su futuro estaba asegurado, pero no importa cual fuera la opción sus hermanos quedarían solos y tenía que pensar en algo para que estuvieran seguros. Tenía la certeza de que si quedaba inscripto y terminaba sus estudios, tendría varias propuestas de trabajo en muchas editoriales de libros famosos. Con las historias que haga podría ganar una buena cantidad de dinero para mantener el orfanato pero eso llevaría varios años y en ese tiempo ellos estarían desprotegidos. Sebastián también trabajaba pero no era suficiente y también tenía que concentrarse en estudiar, no quería que él estuviera solo, era dos años menor que él y no quería que se esforzará de más. Sintió una punzada en el centro de la cabeza y cerró los ojos con fuerza llevando su mano derecha a la frente. —¡Tay! La voz ligeramente gruesa por la lejanía llamó su atención, giró su cabeza para ver quién lo llamaba. Sebastián iba a su encuentro corriendo con un papel en su mano izquierda alzada sobre su cabeza y con una sonrisa mostrando los dientes. Tay se puso de pie y también se apresuró para saber cuánto antes la noticia, las manos le sudaban y su pecho subía y bajaba con rapidez. Sin previo aviso su hermano lo abrazó rodeado con la mano libre su pequeña cintura. Su cuerpo era delgado, de tez pálida y de estatura baja. Sebastián al contrario, era alto, de piel morena, pelo n***o y ojos café. —¡Entraste Tay!, ¡Lo hiciste! En sus ojos se acumularon lágrimas y se aferró más a su hermano apoyando su cabeza en su pecho. —Gracias… Sebastián acaricio su cabeza—También aprobé la materia que debía. —Muy bien Sebastián, sabía que podías—Dijo con una sonrisa mirándolo a los ojos y tomó la carta para leerla. En su contenido decía que su tutor debía firmar unos papeles antes de su admisión y eso le borró la sonrisa y la felicidad que tenía hace un segundo. Era verdad, se olvidó de ese pequeño detalle por todo lo que estuvo pensado, María debía firmar por él porque todavía era considerado menor de edad. Tenía que pensar en cómo iba a lograr que lo hiciera—Vamos a casa, tengo que hablar con María—Se alejó de Sebastián que lo miraba con atención. —¿Qué pasa?—Le tocó el hombro impidiendo que camine. —Necesito que ella lo autorice—Dijo mirando al suelo con el ceño fruncido. Sebastián se quedó unos segundos sin saber que decir—Lo…lo va a firmar Tay. Siempre encuentras la manera de resolver todo, no sé qué sería de mí sin tu ayuda. —Gracias seba—Dio un largo suspiro y lo miró con una sonrisa—pero creo que sería al revés—dijo en un susurro mientras empezaba a caminar. Sebastián también trabajó para ayudar a los chicos y perdió parte de su infancia, algo que siempre le produce un pinchazo en el pecho de solo recordarlo, no quería eso para él, todavía le falta dos años para terminar el colegio y solo debería concentrarse en eso, hacer lo que le gusta. Debía pensar rápido en un plan para que Sebastián no cargara con eso mientras no esté. —¿Qué?, No entendí —Nada, vamos. Las calles eran de asfalto pero había baches por todos lados. Las veredas también tenían baldosas rotas o algunas sólo eran de tierra. Todo se veía descuidado en esta zona a diferencia de lo alto en las colinas donde se hospedaban los ricos. Tay se paró frente a la puerta vieja de madera sosteniendo el picaporte que era de un color n***o pero ahora estaba rasgado y desgastado. Tomó una gran bocanada de aire cerrando los ojos y agarró con más fuerza en su mano el picaporte. Exhaló por completo el aire de sus pulmones y abrió los ojos. Un solo pensamiento pasaba por su mente: Puedes hacerlo, eres fuerte. Abrió la puerta y le llamó la atención que los niños estuvieran en la entrada con las piernas temblando y mirando al piso. —¡¿Cómo puede ser que no sepan dónde está ese bueno para nada?! Maria se acercó a los gritos a los niños con la intención de golpear al primero que levantará la mirada o hablara. —Maria—Tay se acercó y les dio señal a los dos niños más cercanos que se apartaran más atrás. Con su mano medio levantada cubriendo a los chicos siguió hablando—¿Porque me buscas? No es necesario que los trates así. —¡Por fin!—alzó sus manos grandes al frente de su cara mostrando una sonrisa con los ojos brillando. Esa forma de mirarla y ese entusiasmo por verlo no era nada bueno, le producía escalofríos en la espalda. —Vengan chicos, vamos a la habitación—Sebastian se acercó y guió a los chicos lejos de esa mujer. Antes de desaparecer por el pasillo miró por última vez a Tay y apretó los dientes. —Hay un hombre que quiere verte niño, más vale que seas educado y te comportes—dijo agarrándolo del cuello y obligándolo a caminar a su oficina. —¿Un hombre?¿Por qué?—Que María estuviera tan contenta solo quería decir una cosa, era una persona adinerada. Tragó saliva y entrecerró los ojos por la fuerza que ejercía en su cuello. —Deja de hacer preguntas y más te vale que hagas todo lo que te diga, será tu patrocinador en esa escuela de ricos. Tay abrió los ojos, ella lo sabía—¿Cómo? La puerta de la oficina estaba abierta, los rayos del sol iluminaban el piso de madera con una forma cuadrada. Cuando le dijo que era un hombre se imaginó a una persona mayor, pero era un hombre joven, alto, bien vestido, pelo n***o corto, lasio y brillante. Estaba mirando por la ventana cuando los pasos fuertes de María llamó su atención a la puerta. Sus ojos eran verdes y brillantes como la piedra esmeralda. Maria lo obligó a entrar y con una voz dulce llamó su atención—Joven Alexander le traje al chico—empujó a Tay por la espalda para que se acercara. —Tay—Su voz era gruesa y sería, lo miró con una sonrisa de arriba a abajo y se rió por lo bajo. Tay sintió un escalofrío por todo su cuerpo, la mirada de ese hombre no le gustaba. Frunció el ceño y lo miró a los ojos sin pestañear—¿Para que me busca? Maria golpeó su cabeza con la palma de su mano derecha—¿Cómo te atreves a hablarle así?—Su voz era alta y gruesa, pero luego miro al joven ablandando su expresión y volviendo a la misma voz dulce que puso antes—Lo siento mucho joven, estos chicos son salvajes, no saben comportarse, hago lo que puedo para guiarlos por un buen camino. —Veo que no hace un buen trabajo—Dijo acercándose a Tay—Me gustaría hablar con el chico a solas—Toco su hombro y sintió cómo su cuerpo se tenso. Sonrió de lado mirándolo. —Como guste señor—Salió de la oficina y cerró la puerta. —Iré al grano niño—Se alejó y caminó unos pasos hacia el escritorio deslizando sus dedos por un papel—quiero comprarte por tu habilidad con los libros. Tay se quedó congelado en el mismo lugar siguiendo todos sus movimientos con el ceño ligeramente fruncido pero cuando pronunció esas palabras abrió bien los ojos y cerró sus manos en un puño—¿Comprarme? —Exacto, hay muchos, digamos amigos, que también querían patrocinarte, en esa escuela hablaban de ti como un futuro prodigio por un libro que mandaste y bueno eso es una inversión segura para cualquiera, por suerte logré llegar primero—Movía sus manos de un lado a otro explicando mientras miraba su reacción. Pudo notar que estaba nervioso, sus piernas temblaban ligeramente y sus manos estaban cerradas en un puño con fuerza, pero la forma en la que lo miraba, sin pestañear, como un león a la defensiva, lo hizo sonreír—Créeme te convendrá mucho estar de mí lado, te daré todo lo que necesites para tus estudios y solo espero de ti la mitad de tus ganancias en el futuro. —¿Por qué necesitas esto si ya tienes lo tuyo?—El corazón le latía con fuerza. Esto no era nada bueno. —Bueno, tienes razón, vivo en la gran ciudad y tengo mí propia empresa exitosa y millonaria, pero siempre es bueno invertir para generar más ingresos, además—Se acercó a Tay y continuó—esto es algo que te conviene, no te faltará nada mientras estudias y—Lo miro a los ojos con una sonrisa—parece que podrás soportar ese lugar. —¿Soportar?—susurró su pregunta aflojando sus manos. —¿Y bien?—Volvió a caminar hasta el escritorio y se cruzó de brazos con una sonrisa levantando un poco la mandíbula—¿Qué harás Tay? Tay volvió a fruncir el entrecejo y tragó saliva—Aceptare—apretó los dientes y lo miró a los ojos arrogantes que tenía. —Muy bien—antes de que continuará con su palabrería Tay lo interrumpió. —Pero con una condición. —¿Condición?, Ja, ¿Me pondrás una condición niño?—Frunció el ceño y sus ojos brillaban de furia mientras lo miraba sin pestañear. Tay no desvío la mirada, sus pies temblaban y su corazón no paraba de bombear con rapidez por todo su cuerpo—Aceptaré si cuidas del orfanato. —¿Qué?—Dijo levantando la voz mientras se acercaba a Tay, pero lo enojó más que ni siquiera se moviera un poco por su presencia—Ja—Peino su cabello n***o hacia atrás—de verdad eres una buena inversión—sonrió mostrando sus dientes blancos—Lo haré, pero si me fallas y te sales del colegio por el motivo que fuese, ellos lo van a pagar. —Eso no va a pasar—Pasara lo que pasará, jamás dejaría que algo malo les sucediera a ellos. Alexander sonrió de lado soltando una carcajada y fue hasta el escritorio, tomó un papel y una lapicera—Después haré otra copia para ti—Dijo mientras escribía—¿Algo más Tay?—Extendió su mano con la lapicera. Tay se acercó y la tomó—Si, María, quiero que saques a María del orfanato, a ella y los otros empleados. —Bien, será así—Tomó la lapicera de su mano y lo escribió—Más vale que cumplas con tus palabras con lo caro que te vendes—Dijo firmando el papel. Tay tenso su espalda por sus palabras, estar a la venta para un rico, ser tratado como un artículo es lo que menos quiere, pero si eso mantiene a sus hermanos a salvo no lo dudaría—Cumplire—Tomó la lapicera y firmó con su nombre. —Eso espero Tay Veralo—Puso su mano en su hombro y sonrió—Ahora vete, arreglaré las cosas con Maria. —Yo no tengo apellido. —Ahora lo tienes, te adopte con este contrato y espero que sea duradero de tu parte—Dijo mientras lo empujaba a la puerta. —¿Me adoptaste?—Tay no pensó que ese papel fuera de adopción, no pensó ni en leerlo. —Bueno, si, eres de mí propiedad ahora, es como una adopción podría decirse, tengo que dejar una buena impresión a la sociedad, decir que te quiero como hijo y además que quiero ayudarte con tus estudios y toda esa cursilería. Hay que mantener las apariencias, no puedo decir algo como que te compre, no sería ético decirlo en voz alta—Alexander abrió la puerta y lo hizo salir—Fuera, tengo asunto que atender gracias a ti. Maria se acercó casi corriendo y antes de que pudiera preguntarle algo, Alexander la llamó para hablar. Tay fue hasta el baño a paso apresurado, su cuerpo se había relajado después de esa experiencia y ahora sentía ganas de vomitar. El estómago le daba puntadas y su espalda le daba calambres, se arrodilló en el suelo junto al inodoro, sus piernas ya no eran capaces de mantenerlo en pie, temblaban como gelatina. Lloro, dejo salir todo el miedo que sintió y el alivio de saber que sus hermanos estarían bien en su ausencia, que Sebastián podría estudiar sin tener que trabajar y que no pasarían hambre ni frío. En la gran ciudad, ya de noche, en una de las casa más grandes y lujosas, en el comedor, sentado en una silla de madera tallada a mano y con una almohada cosida, suave y de color rojo, estaba un joven comiendo, teniendo a elejir todo lo que quisiera de la gran mesa repleta de varios platillos minuciosamente decorados. Una mujer vestida de traje color n***o se acerca al joven sentado en la punta de la mesa larga y recta. Cortando la llamada se dirige al chico—Joven Max, sus padres no van a venir a cenar con usted. Max apoyó el tenedor y el cuchillo a los lados del plato haciendo eco en el gran salón. Miro a la empleada con el ceño fruncido y los ojos verdes brillantes de furia—Estoy comiendo, eso es algo de todos los días, no me importa. —Lo siento mucho joven, me retiro—Hizo una reverencia antes de marcharse haciendo resonar por todo el salón el sonido de sus zapatos. Max pasó sus dedos por su cabello para acomodar algunos mechones de su pelo rojo y relajo su expresión. Miró a su acompañante a su costado derecho, un chico joven de cabello rubio y ojos café, que lo miraba con una expresión de tristeza flexionando sus labios hacia abajo ligeramente—Tengo que despedir a esa incompetente, pero si hago eso mí padre me va a molestar—Dejo salir un suspiro cerrando los ojos y dejando caer su cuerpo en el respaldo, miro de nuevo a su acompañante y dijo—Saca esa cara, no me importa que no vengan David. —No creo que sea necesario despedirla, ella solo daba el mensaje de tus padres—Dijo con voz dubitativa jugando con sus manos mientras las miraba. Max lo observó y volvió a suspirar—No la voy a despedir, mí padre me joderá la vida si hago eso, no sabes las ganas que tengo de empezar el colegio para irme de esta casa, además, tu compañía es la única que necesito David. El joven de cabello dorado levantó la cabeza para mirarlo a los ojos con un brillo peculiar y con una sonrisa de oreja a oreja—Gracias Max. —Ahora come David—Dijo con una sonrisa de lado señalando con su mano abierta su plato. ___________________________________________ BUENO ESPERO QUE LE HAYA GUSTADO DE LO QUE SE VA A TRATAR ESTA HISTORIA GRACIAS POR VER Y VOTAR (☞゚∀゚)☞
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