| Prologo |

315 Words
POV Gianella Ares ya se había ido. Lo vi partir sin mirar atrás, de la mano de Susan, su prometida. Ella sonreía. Él no. No puedo decir que no me dolió, porque me rompí. En silencio, por dentro. Como se rompen las cosas que nadie se atreve a mirar muy de cerca. Pero era lo mejor. Nuestro amor era una herida abierta. Y también, un crimen de la sangre. Lo correcto, me repetí, una y otra vez. Lo correcto no siempre es lo justo. Lo correcto no siempre es lo que duele menos. Yo por mi lado… acepté. Acepté el anillo de Bruno, acepté sus planes, su familia, sus ganas de construir una vida conmigo. Acepté aunque mi corazón seguía diciendo otro nombre en la oscuridad. La boda se acercaba. Y yo fingía estar bien. Sonreía en las fotos, respondía a los mensajes, decía que todo iba bien. Hasta que vomité. Fue esa mañana, en el baño de la casa de mi madre. El olor a café me revolvió el estómago y antes de que pudiera entender qué pasaba, ya estaba arrodillada frente al inodoro. Luego, la negrura. Me desmayé. Desperté con el corazón acelerado, las manos heladas. Algo no estaba bien. Miré el calendario. Conté los días. El atraso. Casi dos semanas. Mi garganta se cerró. Salí a comprarla como si no supiera exactamente qué iba a encontrar. Pero lo sabía. La caja temblaba en mis manos mientras me encerraba en el baño. El silencio era tan fuerte que escuchaba mi pulso en las sienes. La abrí. Seguí las instrucciones. Esperé. Dos líneas. Dos líneas. No una. Dos. Mi reflejo en el espejo me devolvió unos ojos grandes, asustados. Me toqué el vientre con delicadeza, como si ya pudiera sentir algo ahí dentro. No era de Bruno. No. Era de Ares. Y por primera vez, el amor prohibido que habíamos enterrado… tenía un latido.
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