| ¿Subastada? |

2611 Words
POV Gianella Apenas había abierto los ojos cuando mi celular vibró con insistencia sobre la mesa de noche. El nombre de mi madre iluminaba la pantalla: “Sara”. Suspiré con fastidio antes de contestar. Ya sabía para qué llamaba. — ¿Qué pasa, mamá? — respondí — ¡Gia! Por fin contestas — la voz de Sara, mi madre, sonaba nerviosa, pero muy emocionada — ¡Es hoy! No puedo creer que no hayas llegado todavía. Tu vestido está listo, te lo mandé hace días. ¿A qué hora piensas aparecerte? Apreté la mandíbula. Odiaba que me llamaran “Gia”. — No voy a ir, mamá — respondí sobando mis ojos. Estaban hinchados y rojos, como lo habían estado los últimos 3 meses. Un silencio breve se apoderó de la línea, seguido por un tono más serio. — ¿Cómo que no vas a venir? — preguntó tratando de sonar triste, pero sonaba enojada. — Papá murió hace tres meses. ¿De verdad crees que estoy de humor para ver cómo te casas con otro hombre? — pregunté, muy ofendida. — No es cualquier hombre — respondió Sara, con una calma tensa — Es Arthur. Lo amé mucho antes de que tu padre apareciera en mi vida, y el destino nos separó, está es mi oportunidad de ser verdaderamente feliz. No tienes sentirte de ninguna manera. — ¿Y tú no puedes esperar un poco más? ¿Por respeto por papá? ¿Por mí? — He esperado lo suficiente, Gianella. Toda una vida, además la boda fue pospuesta por qué no iba a casarme al día siguiente de la muerte de tu padre. Pero no puedo seguir viviendo en pausa por algo que ya no está. Sentí que las palabras me caían como una bofetada. “Algo”, esa palabra me dolió. — Tú nunca lo amaste de verdad, ¿no? — pregunté conteniendo las lágrimas. — No es eso, no digas cosas injustas. Él fue un buen hombre, un buen padre. Pero mi vida no terminó con la suya. No pude aguantar las lágrimas y colgué sin decir adiós, no iba a llorar con ella en el teléfono. Minutos después, el celular volvió a sonar. Era Sara de nuevo. No quería contestar, pero si no lo hacía mandaría que me busquen. — ¿Qué más quieres? — pregunté duramente. —Solo quería saber si vas a estar presente… aunque sea un momento. Es mi boda, Gia. — Estoy en mi departamento y no manejaré 2 horas hasta Seattle. Deja de llamarme así — respondí con un tono seco — No soy una niña, y no soy tu Gia. No voy a ir. Iré a una gala benéfica esta noche. Ayudan a personas sin hogar, eso es más importante que tu… show. — Haz lo que quieras — respondió Sara, sonaba herida, pero aún con esa arrogancia elegante — Te amo. Aunque no lo creas. Corté nuevamente sin decir nada más, no es aunque no lo crea, es así porque no lo parece. Después la separación con mi padre no hizo el intento de llevarme con ella, como si yo no le importara o quizá por que le estorbaba en su nueva vida. Horas más tarde, aún estaba tirada en mi cama, sumida en los recuerdos de mi padre: su risa, sus historias, su forma de mirarme, como si yo fuera su mundo entero, muy diferente a mi madre. Él me entendía. Me amaba por sobre todo. Ni siquiera tenía hambre, solo quería volver a dormir entonces escuche la puerta y vi a Nathali, mi roommate, entrar en mi habitación sin avisar, como un huracán de vida en medio del duelo. — Levántate, ya. — dijo Nathali, lanzando un n***o medianoche sobre la colcha — Si no vas a la boda, al menos vas a la gala. No vas a quedarte aquí pudriéndote en autocompasión. — No es autocompasión — respondí sin mirarla— Es duelo. — ¿Y crees que tu papá querría verte así? Porque yo no lo creo. Cerré los ojos con fuerza, luchando contra las lágrimas que no pensaba derramar. Sabía que Nathali tenía razón. Tal vez no en la forma, pero sí en el fondo. — Esta gala no tiene nada que ver con Sara. Es por ti. Es por salir, respirar, volver a sentir que el mundo sigue girando aunque duela. Sabes que si la situación hubiera sido al revés tu padre no permitiría que estés aquí sola llorando. Hazlo por él. Nathali me alcanzó el vestido sin darme opción a réplica. Era n***o, sobrio, elegante, con un escote discreto y un corte que le abrazaba la figura. Lo tomé en silencio. El color estaba bien, no usaba otro desde que mi papá murió. Sentía que usando otro color le faltaba el respeto, el n***o se volvió mi armadura frente al mundo. Nathali lo sabía, y por eso lo compró en este color y no eligió algo diferente, como él vestido que eligió para ella, un rojo vibrante que parecía gritar estoy viva con cada paso. — Solo porque tú te tomaste la molestia de comprarme un vestido, iré… — murmuré antes de ir a bañarme. Nathali sonrió. — Perfecto. Estás a una copa de vino y unos tacones de ser tú otra vez — no respondí nada porque ya había pasado por la etapa de olvidar mis penas con el alcohol y no quería volver a ese lugar. Terminé de secar mi cabello y ondee las puntas con la secadora, no sabia que mas hacerme en el rostro. Llevaba tres meses sin maquillaje. Veía mis ojos ojos pequeños y marrones antes reflejan la alegría de una niña, ahora la una madurez profunda de una mujer. — Tienes que maquillarte un poco — dijo Nathali viendo mi rostro. La dejé hacer la verdad es que no tenía muchas ganas de nada — Ahora si… hermosa. Delineado n***o, rubor, pestañas risadas y labios rojos. Nunca había utilizado un labial de ese color. Una vez listas, subimos a mi auto, Nathali manejó hasta la gala. Este año estaba organizada en un salón art déco lleno de luces tenues, columnas doradas y un murmullo constante de conversaciones elegantes. Apenas cruzamos la puerta, tomamos una copa de martini del primer camarero que se cruzó en su camino. Solo un trago, nada más. — Bien, entremos con dignidad — dijo Nathali, levantando su copa como si fuera un brindis silencioso — Nada de caras largas, ¿ok? Asentí sin muchas ganas y bebí un sorbo para relajarme un poco. Recorrí el salón con la mirada, en busca del anfitrión, o al menos de alguien conocido. Pero entonces… lo vi vi, más bien dicho… los ví. Apoyado contra una de las columnas, semioculto entre las sombras, un hombre besaba con hambre a una rubia espectacular. No era un beso cualquiera. Había urgencia, deseo, una pasión que parecía no tener freno. El cuerpo del hombre era imponente: espalda ancha, brazos marcados, mandíbula fuerte. No puedo ver más, pero lo que alcancé a distinguir me hizo tragar saliva. ¿Quién venía a un evento como este para besarse de esa forma tan íntima? Intenté apartar la mirada, pero por algún motivo, sus ojos volvían una y otra vez al mismo punto. Solo llegué a ver el rostro de la rubia, no había visto bien al hombre, pero por lo poco que ví era un hombre muy atractivo. — Gianella, ¿estás bien? — preguntó Nathali, al notar que estaba distraída. —Sí… sí. Solo… creí ver algo — respondí sin mucha convicción. Caminamos por el salón, con nuestros martinis en mano, cuando volví a girar la cabeza hacia la columna donde había visto a aquella pareja. No entendía por qué lo hacía, pero algo en él había llamado mi atención. Seguí caminando mirando hacia atrás cuando choqué contra alguien. No ví a la mujer frente a mi hasta que fue demasiado tarde. Mi copa se volcó por completo sobre el vestido blanco marfil de la rubia. — ¡Ay, no! Lo siento, lo siento muchísimo — dije retrocediendo un paso. — ¡¿Estás ciega o qué te pasa?! — gritó la rubia mirando su vestido arruinado. Esa mujer era hermosa. Alta, delgada, rubia. Era la misma rubia del beso apasionado. — Lo siento mucho — respondí en automático, no sabia que mas decir — No te vi, fue sin querer — No me importa si fue sin querer. Este vestido vale más que tu cochino Toyota — espetó la rubia con una mirada venenosa — ¿Tú…? ¿Tú eres la que nos estaba espiando hace un rato? — La rubia dio un paso hacia mí de forma desafiante — Qué patética — dijo mirándome a los ojos. — ¿Espiar? ¿Crees que alguien quiere ver esa escena barata que estabas montando contra una columna? — respondí cruzándome de brazos. — ¡Perra! — gritó abalanzándose sobre mí. Antes de que Gianella pudiera responderle, una voz grave interrumpió el creciente caos. — Lauren. Ya fue suficiente. La voz llegó de repente, grave, dura, como un chasquido. Ambas volteamos y ahí estaba él. El hombre de la columna. Su cuerpo imponente, su mirada afilada como navaja. Apareció al lado de la rubia como una sombra protectora, con una presencia que imponía. Lo miré a los ojos por primera vez y sentí una presión en el estómago. No eran nervios, era algo peor … curiosidad. — ¿Todo bien aquí? — preguntó él, dirigiéndose a ambas, aunque su mirada se detuvo por un momento en ti, lo cual me hizo temblar. — Ares — dijo la rubia, que ahora sé que se llama Lauren, cambiando por completo el tono. Casi dulce, empalagoso, como si necesitara la aprobación de ese hombre ¿Se llamaba Ares? o ¿era un apodo? — Me tiró la bebida. ¡Mira mi vestido! — Fue un accidente — repetí con frialdad, pero sin bajar la mirada. La estupida esa me llamó niña. — Vete a tu casa — dijo el tal Ares, Lauren sonrió pensando que él se refería a mi ¿Me estaban echando? — Lauren, estoy hablando contigo. — ¿Qué? — Lauren lo miró con incredulidad, sus ojos ya estaban rojos del coraje. Ahora con esto esperaba que hiciera una rabieta. — Ahora — dijo él, con firmeza, sin levantar la voz, sin dar más explicaciones. Lauren lo observó, boquiabierta, herida. Pero algo en su rostro le dijo que no iba a convencerlo. Así que giró sobre sus tacones y se marchó, lanzándome una última mirada, como si fuera mi culpa que su novio fuera un patán. Ares se giró hacia mí. Sus ojos azules eran como una tormenta: intensos, impredecibles. Estaba esperando una disculpa, pero esta no llegó. — ¿Disfrutas armar escenas o simplemente no sabes cómo comportarte? — ¿Perdón? — respondí frunciendo el ceño. — No necesito que vengas a mis eventos a provocar drama. Te comportas o te vas — respondió en un tono seco, sonaba más como una orden que una advertencia y a mi nadie me ordenaba nada. — ¿Tus eventos? — arqueé una ceja, incrédula — No tenía idea de que eras el anfitrión. Si lo hubiera sabido, tal vez me habría quedado en casa. — No soy el anfitrión, pero soy el principal benefactor, mucha gente depende de este evento, el cual espero no se llegue a arruinar con la presencia de una niña — respondió él, sin vacilar. — Mira, no sé qué problema tienes conmigo, pero yo no hice nada — respondí conteniendo el impulso de pegarle — Fue un accidente. ¿Por qué saltas a defender a tu novia y luego la echas como si fuera basura? Él me miró con dureza, dando un paso más cerca. Se acercó a mi oído y susurró. — Lauren no es mi novia. Y tú no me conoces. No juegues a intentar entenderme, porque no me interesa tu opinión. Abrí la boca para responder, pero Ares ya se estaba dando la vuelta. Su perfume me envolvió por un segundo. Madera, cuero y un dejo de algo peligroso. — Tampoco me interesa saber quién eres — agregué pero él apenas me miró por encima del hombro, sin girarse y se fué. Me dejó aquí, con el martini a medio derramar, la respiración agitada y una mezcla de rabia y… algo más. Algo que no quería admitir. Porque ese hombre era un imbécil, sí. Pero también era el primer hombre en mucho tiempo que me hacía sentir algo. Y eso me molestaba aún más. ................ El ambiente en el salón comenzaba a transformarse. Las luces se atenuaron levemente y el murmullo de las conversaciones se apagó poco a poco, mientras un hombre subía a un pequeño estrado en el centro del lugar, sosteniendo un micrófono dorado y con una sonrisa demasiado grande para ser auténtica. — ¡Buenas noches a todos y todas! Gracias por estar presentes en esta gala benéfica a favor de la Asociación Unidos Sin Techo — anunció con voz animada — En unos minutos daremos inicio a nuestra esperada subasta anual… pero con un giro especial. Este año, subastaremos algo muy particular: ¡una cita con algunas de las solteras más encantadoras de la noche! Me detuve antes de llegar a nuestra mesa y giré lentamente hacia Nathali, quien sostenía su copa vacía ocultando su sonrisa culpable en los labios. — No — dije en voz baja, ya me imaginaba lo que estaba por venir — Dime que no hiciste lo que creo que hiciste. Nathali se encogió de hombros, como una niña que acababa de romper una ventana con la pelota. — Es por caridad — murmuró — Y, vamos… necesitas distraerte un poco. — ¿¡Me inscribiste!? — Mi voz salió más aguda, aunque no grité. Llamé la atención de las personas a nuestro alrededor. — Te lo iba a decir… en algún momento. Pero estabas tan amargada, tan triste… , que decidí que una pequeña sorpresa no te mataría. — Una pequeña sorpresa es que me compres un pastelito. Esto es una subasta por una cita, Nathali. ¿Estás loca? Yo no voy a citas, no después de lo que pasó con Franco. — Franco es cosa del pasado. Solo un poco loca… pero así me amas — sonrió con descaro — Por esa razón te inscribí es momento que salgas a divertirte, además será con un hombre con mucho dinero, quizá hasta esté guapo. Debes de superar el pasado. Cerré los ojos un instante, inhalando profundo, busqué mi lugar feliz, porque me iba a desgraciar matando a mi amiga delante de todas estas personas. El presentador continuaba hablando al fondo, anunciando los nombres de las primeras participantes que subirán al escenario. Sentía cómo el corazón me palpitaba en la garganta. Por eso insistió en que venga, incluso usó de excusa a mi padre. — ¿Sabes qué? — respondí exhalando con resignación — Me vas a deber una. Una muy grande. — No te debo nada, esta es por las veces que te cuide borracha, así que estamos a mano — me guiñó un ojo, y luego me rodeó el brazo para llevarme con suavidad hacia el estrado — Anda, Gianella, estas preciosa. Que esta noche sea el inicio de una nueva etapa en tu vida. Y mientras caminábamos juntas hacia el centro del salón, no pude evitar preguntarme si esa “cita” que aún no había comenzado solo sería un día sin importancia, o marcaría el inicio de algo más caótico, inesperado… y peligroso. Elegí la primera opción, pero me equivoqué
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD