Al día siguiente, me levanto de muy buen humor. Voy hacia las ventanas y las corro, dejando que el brillante sol iluminara toda la habitación. Normalmente cuando Dylan y yo teníamos nuestro encuentro cibernético, dormía como un bebé, por lo que al día siguiente despertaba de muy buen humor. Como toda chica, dormir para mí era importante, una mala noche de sueño era capaz de arruinarme todo el día.
Lo primero que hago es ver mi Iphone 13, para ver si Dylan respondió mi mensaje adjunto con la foto de mí desnuda, pero no lo hizo. Suspirando, pongo el móvil a cargar y me voy directo a la ducha. Me desnudo, no sin antes mirar mi cuerpo en el espejo. Mi rostro era el de una mujer complacida, era sorprende que un hombre pudiera satisfacerme aún a distancia. Nunca me había tocado y sin embargo, sentía que sus manos habían estado en mi piel.
Me ducho durante diez minutos, enjabonando mi cuerpo y mi cabello castaño. Cuando salgo, me visto con una ropa interior mucho menos sexy que la que vestía anoche. Pantalones cortos de algodón negros con un estampado de flores, y una camisa blanca holgada que ocultaba mis sugerentes pechos. No era gorda, pero definitivamente tenía curvas llamativas.
Camino descalza hacia la sala de estar, que está justo al salir de mi habitación. Mi madre siempre decía que mi apartamento parecía una caja de cerillas, por lo diminuto que era. Tenía razón, mi habitación no era muy grande y el baño mucho menos, justo afuera quedaba la también pequeña sala de estar, que se componía de dos sofás color marrón que había comprado en una tienda de segunda mano, olían a cigarrillos cuando los compré, pero logré quitar el olor con un rociador de aromas.
Un televisor pantalla plana que mi mejor amigo me había regalo por mi último cumpleaños hace un mes, estaba colocado en medio de un estante donde guardaba todos mis libros de cocina y mis discos. Debajo estaba uno de mis aparatos electrónicos favoritos: mi equipo de sonido. No de última generación, pero se escuchaba muy bien y eso era perfecto para mí.
A la derecha se encontraba la puerta de entrada del apartamento y justo al frente, estaba la isla de la cocina, otra de mis cosas favoritas de la casa. Detrás, estaba la cocina entera. Y allí concluía el tour por mi apartamento, porque como dije antes, era diminuto. Pero me gustaba todo del lugar, desde las paredes color mostaza hasta los pisos de madera vieja que rechinaban al pasar.
Lo había alquilado hacía dos años, cuando decidí que era lo suficientemente mayor para irme a vivir sola. También compré casi todas las cosas que ocupaban el lugar, por lo que no importaba si eran de segunda mano, eran míos y eso me importaba.
Voy hacia el equipo de sonido y tomo un CD de Katy Perry. Sí, yo era una de esas personas que aún compraban CDs en vez de simplemente comprar la canción digitalmente. ¿Pero cuál era la diversión de coleccionar discos si no iba a escucharlo? Ninguna.
Voy hacia la cocina y saco huevos y tocineta para preparar mi desayuno, mientras bailo al ritmo de Roar. Echo dos huevos en un bol y comienzo a batir mientras canto suavemente la canción, deteniéndome solo para agregar una pizca de sal.
Busco la tocineta y enciendo la cocina. — I got the eye of the tiger, the fire, dancing through the fire, because I am a champion, and your'e going to hear me roar, louder, louder than a lion.
Pongo un poco de aceite de oliva al sartén y hecho los huevos ya revueltos para hacer una tortilla. Pongo otro sartén y agrego un poco más de aceite para freír la tocineta. Muevo las caderas, meneándome cuando la canción me lo pide. Es una canción poderosa y llena de positivismo, justo como me siento hoy. No puedo cocinar sin música, siempre que estoy preparando algo la música tiene que salir por algún lado, si no, no me siento inspirada a nada.
—Roar, roar, roar, roar...
—¡Eso, ruge tigre! —exclama una voz, sobresaltándome.
Cuando me giro, haciendo magia para no tirar el bol al suelo, encuentro a mi mejor amigo cerrando la puerta de mi apartamento, mientras me mira con una sonrisa divertida en sus encantador y atractivo rostro. Cameron, mi encantador ayudante de cocina abiertamente gay y el único hombre aparte de mi padre que amo más que a mi vida.
Pongo una mano en mi cadera y lo fulmino con la mirada.
—Te di una llave para emergencias ¡no para que entraras cuando te diera la gana a mi casa! —reclamo, pero en realidad no puedo estar molesta con él y el muy maldito lo sabe.
—¿Qué? ¿te da pena que escuche rugir a mi gatita? —pregunta, todavía burlándose de mí. — Esa manía que tienes de cantar mientras cocinas y bailas es tan tú.
Con toda la confianza del mundo y que erróneamente le he permitido, entra en la cocina y toma un tenedor, picoteando en mi tocineta. Le doy un empujón para que se aparte, pero con 1.80 cm de altura y 90 kilos, era como si estuviera golpeando una pared de piedra. Por supuesto, un hombre como él tenía que mantenerse así comiendo como un lunático y cuando no estaba comiendo de su propia comida, robaba la mía.
—Esto huele delicioso —murmura. — Quiero una tortilla también, y un poco de tocineta.
Gruño, pero voy hacia al refrigerador y tomo dos huevos, haciendo el mismo proceso que antes. Si no le cocinaba, entonces me torturaría hasta que le diera de comer.
Después de que termino de cocinar, no sentamos en la isla de la cocina a devorar el desayuno junto con un poco de café para mí, y jugo de naranja para él. Cameron no soporta la cafeína porque lo pone hiperactivo, mucho más de lo que ya es.
—¿Qué tenemos para hoy? —pregunta, cuando voy a lavar los trastes.
Como ya he dicho, aparte de ser mi mejor amigo también es mi compañero de cocina y además de eso, el repartidor. Nuestro trabajo es un tipo de restaurante online. La gente a través del teléfono, o la aplicación en Google store puede contactarnos para que cocinemos algo para ellos. Por supuesto, siempre hay un menú especial y varias recetas a la orden, por lo que hay mucha variedad para ser solo dos cocineros.
Mi cocina es una locura, muchas veces todo se descontrola, por lo que tengo que hacer una llamada rápida algún amigo cocinero para que venga ayudarme. Una vez que la orden está hecha, Cameron toma su motocicleta y va repartiendo la comida a nuestros clientes, ya sea a su casa, a sus trabajos o a donde sea que se encuentren.
—Sopa, pollo al horno, puré de patatas, y una ensalada de tomates y cebollas con lechuga —murmuro, es el menú especial del día.
Él se pone manos a la obra. Como regla, los clientes tienen que llamarme con al menos una hora y media de antelación, para que su comida pueda ser llevada a tiempo. La hora pico son de doce y media a una y media, pero no por eso dejamos de trabajar hasta las seis de la tarde, cuando los pedidos finalmente cesan. Es un trabajo duro, pero me encanta y a Cameron también, no ha habido un día en que haya faltado.
Cocinamos alrededor de una hora, cuando el teléfono finalmente suena, estableciendo la primera orden del día. Dejo de picar tomates y me voy hacia el teléfono, ubicado en la isla de la cocina.
—Buenos días, restaurante Camary's a domicilio ¿en qué puedo ayudarle? —pregunto, con amabilidad, invitando a la persona al otro lado del teléfono a hacer un pedido.
Nuestro nombre, Camary's, es sólo nuestros dos nombres de pila juntos. Cameron y Rosemarys, lo inventamos cuando estábamos juntos en la academia y sólo soñábamos con nuestro propio restaurante. Sí, la idea principal de este restaurante online es mía, pero mi mejor amigo me ayudó en todo el proceso, convirtiéndose en uno de los fundadores también.
—Hola Rose, es Anahí —saluda una de nuestras clientes más regulares. — ¿Cuál es el especial?
Repito la orden y ella suspira con anhelo.
—Suena jodidamente delicioso, pero estoy a dieta —evito las ganas de reírme. Anahí todos los Lunes comenzaba su dieta, pero aquello no llegaba al miércoles. — ¿No una ensalada que sea saludable pero rica?
Me quedo mirando hacia el refrigerador, tratando de hacer un inventario en mi mente de lo que tenía. Sí, podía hacerle una ensalada deliciosa y saludable a la vez. Tenía mucha comida en casa, pero de igual forma dos veces a la semana tenía que ir al supermercado abastecerme, era mejor era precavida que lamentarlo después.
—Puedo hacer algo por ti —digo.
—Gracias, eres un ángel. Envíalo a la dirección de siempre, y que lo traiga ese sexy compñaero tuyo —miro a Cameron, quien está preparando la sopa y sonrió. — Ah, y agrega el postre de siempre, es para mi compañera.
Me despido de ella y rio después de colgar. Sabiendo bien que ese postre, su favorito, es para ella misma, pero oye, yo no soy nadie para juzgar.
—Chica dieta quiere que le lleves personalmente la comida —bromeo a Cameron—, y que te embarres la natilla en el cuerpo, por favor.
Él ríe, pero sigue concentrado en su tarea. El teléfono vuelve a sonar, y salto emocionada. Me encantan los días agitados, porque el dinero abunda y el trabajo también.
—Buenos día, restaurante Camery's ¿qué desea?
—Que no seas una desagradecida y de vez en cuando llames a tu madre —regaña mamá.
Hago una mueca.
—Lo siento mamá, he estado un poco ocupada en el trabajo —miento. No me juzguen, amo a mi madre, pero a veces era demasiado molesta y hoy tenía demasiado trabajo como para ponerme a discutir con ella, como siempre hacemos cada vez que hablamos.
—Veo que te va bien en ese restaurante online que tienes —murmura y puedo saborear su tono de desaprobación.
Al principio mamá me dijo que esto no iba a tener éxito. No es que fuera una mala persona, ella simplemente era demasiado sincera y sólo decía lo primero que le venía a la mente. Mis padres no pensaban que tendría un futuro prometedor siendo chef, mucho menos en mi especialidad, la repostería. Para ellos, yo debí haber estudiados contaduría, abogacía o medicina. Como mi hermana mayor, Gissele, que estudia Ciencias políticas porque desea en algún momento convertirse en alcalde de Nueva York.
No les cayó bien la noticia de que sería una repostera, y pusieron el grito en el cielo una vez les dije que estudiaría cocina en una de las mejores academias de la ciudad. Para ellos, esta carrera no valía de nada, sólo era un pasatiempo que tarde o temprano me iba aburrir y entonces, tendría que estudiar una verdadera profesión. No les hice caso, ellos mandaron suficiente en mi vida antes de cumplir los dieciocho, era mi tiempo de hacer lo que me viniera en gana.
Cuando me cansé de que criticaran todo lo que hacía, alquilé un apartamento con mis ahorros y mi trabajo y poco a poco me hice independiente. Lo odiaron aún más que estudiara cocina, ahora no tenían ningún control sobre mí.
—Los clientes no faltan, gracia a Dios —digo, tratando de que mi voz suene neutra, pero fallo miserablemente porque ella nota mi emoción.
—Vamos a ver cuánto dura la emoción —asegura, pero no mata mi emoción. Ya no la dejo afectarme de esa forma.
—¿Para eso llamaste mamá? Estoy ocupada.
—Haz estado tan ocupada jugando a la cocinita que no respondes mis mensajes. Hoy tenemos una reservación en el Paladaum, tu hermana tiene una noticia importante que darnos.
Pongo los ojos en blanco, como era Gissele, probablemente esa información importante era que había cambiado de novio a uno con más dinero. Y como eran mis padres, ellos estarían felices.
—No puedo, tengo que trabajar mamá —digo y siento la mirada de Cameron en mí, diciéndome silenciosamente que tenía que ponerme a trabajar ya.
—Tengo dos semanas que no te veo Rosemary —dice, y mi corazón se alivia un poco, casi suena como si me extrañara de verdad—. Así que te espero en el restaurante a las seis, no se te ocurra llegar tarde.
Sin despedirse, cuelga el teléfono. Suspiro, de verdad no quiero ir a esa cena, sólo se tratará de mi hermana mayor siendo elogiada por sus maravillosas notas y yo siendo criticada por mi estilo de vida y por mi trabajo “poco profesional”. Una de las razones por la que me fui a vivir lejos de casa es esa, no quiero seguir escuchando sus críticas sobre mí como si yo no fuera u hija también.
Se supone que si soy feliz, ellos tienen que ser felices por mí también.
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El restaurante Paladaum era uno de los más exclusivos de la ciudad, lleno de luces, con asientos cómodos en forma de sofá, camareros que eran una verdadera belleza, y la comida más costosa del siglo. He comido aquí antes porque mis padres a pesar de no ser ricos tienen muchos amigos importantes y una buena cifra en sus cuentas de banco. Papá se gana la vida como contador, y cuenta con su propia empresa y mi madre, es ama de casa, pero en sus años de juventud fue una modelo reconocida que hizo una pequeña fortuna.
Eran dos personas completamente diferentes, papá siempre fue el más pacíficos de los dos, calmando a mamá cuando se pone histérica. Se complementaban bien, a pesar de que los mundos dentro de su cabeza eran diferentes.
—Hasta que puedo ver tu rostro —saluda mi padre cuando me ve llegar. Le doy una sonrisa y lo beso en su mejilla. Hago lo mismo con mi madre y Gissele, que me miran de arriba abajo, evaluando mi vestuario.
Estoy usando un vestido coral que se pega a mi cuerpo por encima de las rodillas. Es sencillo, pero su espalda es descubierta y tiene un recatado, pero atractivo escote en los pechos. Tacones de diez centímetros color beige y perlas de color blanco en mis orejas. Recogí mi cabello en un moño rápido, porque no había forma de no mostrar la espalda con un vestido así.
—Te ves bien —murmura Gissele, sorprendiéndome. Entonces, agrega segundos después. — Si quieres seducir a mi novio. Debiste traerte algo más recatado, por Dios, no estamos en un club.
Mi madre asiente de acuerdo, pero me encojo de hombros. Tengo un suéter en el coche, pero ir a buscarlo sería darles la victoria, y no estoy dispuesta aquello. Me visto como yo quiero, porque dejé de ser aquella chica buscando la aprobación de todo el mundo hace tiempo.
—Si Jack es tan idiota de mirar de esa forma a la hermana de su novia, entonces no vale la pena hermanita —respondo, caí gruñendo.
—¡Mamá! —se queja mi hermana.
—¡Rosemary! —regaña mi mamá, casi al mismo tiempo.
Pongo los ojos en blanco y miro a mi papá, que quiere esconder una sonrisa. Él, de los tres, es mi favorito. Odia mi trabajo, porque está de acuerdo con mi madre de que no llegaré a nada siendo chef, pero al menos no critica cada pequeña cosa que hago como mi hermana y mi madre. Él simplemente se queda en silencio, observando y analizando todo.
—Cállense las tres —pide, calmándonos. — ¿A qué hora llegará Jack?
—Pronto, seguramente hay tráfico —responde mi hermana, olvidándose de mí. Una sonrisa de enamorada ilumina su rostro—. Quiero que esté aquí cuando demos la gran noticia.
—¿No estarás embarazada verdad? —pregunta mi padre de inmediato, viendo alarmado.
—¡No! —exclama Gissele.
—Que alivio, un bebé ahora sería catastrófico.
Gissele luce tan horrorizada ante eso como mi madre. Ellas son tan parecidas, no sólo en personalidad, si no físicamente también. Giss tiene el cabello rubio y corto, casi del mismo color que el de mi madre, sus ojos son los mismos marrones oscuros y se broncean en el mismo centro, por lo que también son exactos. Cuando están juntas, parecen hermanas.
Yo, por el contrario, soy una copia de mi padre. Tengo sus ojos verdes, su piel pálida y su mismo cabello castaño, aunque el suyo tiene motas de gris. Pero nuestra personalidad no comparte muchos parecidos, a excepción de que a ambos nos encantan los dulces, a él comerlos y a mí prepararlos.
—Jack vendrá con su hermano menor, Damien —dice Gissele, dando un trago al vaso de agua frente a ella. Mi hermana me mira, y frunce el ceño. — Por la forma en la que estás vestida, él probablemente se interesará en ti, pero ni se te ocurra darle ánimos.
Frunzo el ceño yo también.
—¿Y eso por qué?
— Porque es un mujeriego y mala conducta. Vive la vida como le da la gana.
Mi madre, quien se mantuvo en silencio por demasiado tiempo para su gusto, se mete en nuestra conversación. — Rosemary sabe que no puede mezclarse con ese tipo de personas. Debe ser como tú, y buscarse a un buen hombre con una buena familia.
Gissele sonríe maliciosamente.
—Sus gustos no son tan buenos como para fijarse en alguien como Jack, por eso le advertí que no se meta con Damien, es todo lo diferente a mi novio. Poco serio, no tiene un trabajo importante, se negó a estudiar en la universidad ¡y conduce una motocicleta!
Mi madre jadea horrorizada. Ellas se quedan varios minutos criticando al hermano menor de la familia mientras yo miro mi teléfono, esperando un menaje de Dylan. Últimamente he estado anhelando mucho sus mensajes y llamadas, de hecho, han aumentado las últimas semanas. De pasar a llamarnos dos veces por semana, lo hemos estado haciendo cuatro veces, y siempre nos enviábamos algún mensaje caliente cada que podíamos.
Estoy consciente de que mayormente la que llamo soy yo, pero él nunca me ha rechazado y cuando está muy ocupado, simplemente se mete en el baño de donde está y hace que me corra, como anoche. Aunque, a veces, sólo quiero llamarle y contarle cómo estuvo mi día y que me cuente el suyo. A pesar de que cuando comenzamos hablar, acordamos que sólo sería para tener sexo telefónico porque no queríamos desarrollar sentimientos por el otro, por eso el anonimato, por eso nuestras conversaciones siempre eran sobre sexo.
No me atrevía a confesarle mis sentimientos, simplemente haría que se fuera y con lo mucho que me ha ayudado este año, no quiero que lo haga. Quiero que se quede, quiero que se atreva a verme en persona y me folle como me folla en la imaginación.
—¡Oh, ya está aquí! —exclama Gissele, sacándome de mis pensamientos.
Me giro un poco para ver al novio de mi hermana venir hacia nosotros mientras esquiva a las personas en el restaurante. Está vestido elegantemente, como siempre. Jack es un abogado, su padre es dueño de un bufete del que pronto él será socio. Su familia tiene dinero como arroz, por lo que mis padres están muy contentos de que estén juntos. Son la pareja perfecta, dice mi madre.
Miro al hombre que viene a su lado y mi boca cae al suelo.
Es Dylan.