Capítulo 3: Él

1244 Words
Salgo de la ducha y me pongo uno de los vestidos que dejó la personal shopper para mí, es blanco y de encajes, largo hasta la rodilla, pero muy ajustado en mi cintura, cubre bien mi pechos, dejo mi cabello suelto y me maquillo apenas con polvo y un labial rosado brillante que asemeja el color de mis labios. No tengo ánimo para maquillarme, pero tampoco puedo presentarme desaliñada ante mi padrino. Me calzo las sandalias blancas y bajas que dejan desnudos mis pies, son hermosas, aspiro el aire de la noche para no sentirme desmayar, mi corazón late desbocado, no veo la hora de ver a mi padrino y sacarle toda la información sobre mis padres. Tocan a la puerta. Corro a abrir con la esperanza de que sea él, es Rosa. —Mi niña, la comida está lista, el señor Cósimo llegó hace una hora, se bañó y ya está en la mesa, la mandó a buscar. —¿Ya había llegado? ¿Por qué no vino a verme de una vez? Estoy desesperada por saber de mis padres. Rosa sonríe y chasquea la lengua. —Algo de lo que aprenderá a su lado es paciencia, él tiene su ritmo y sus rituales. Ahora puede bajar al comedor y verlo. La sigo e indago sobre cómo es mi padrino, yo imagino que al ser un hombre joven de treinta años y con tanto dinero a su disposición, se la debe pasar de fiesta, debe ser alegre y jovial, con muchos amigos divertidos, pero Rosa me aclara que es de pocos amigos, y las fiestas a las que asiste lo hace por obligación por su apellido y sus negocios, que es de poco hablar y casi nunca sonríe. —Genial, es un amargado. Rosa asiente y me deja ver una mueca triste, aunque no da más explicaciones. Llego al comedor y mi aliento se corta cuando me detengo frente a él que ocupa la cabeza de la mesa, se levanta, paso saliva, es alto y musculoso, bello y elegante, lleva una polo blanca y pantalones en color beige, el cabello húmedo y abundante peinado hacia atrás, tiene un rostro varonil y sexi. Trago grueso y me recuerdo que es mi padrino. Hago un repaso mental de la ropa que llevo, no muestro de más y eso tranquiliza mi mente. —Camelia, tenía años sin verte, has creido, siéntate. Bienvenida. Me siento cerca de él sin dejar de mirarlo a los ojos, se vuelve a sentar, me dedica una media sonrisa muy corta y regresa la vista a Rosa para que sirva la comida, ella lo hace y yo solo veo su rostro atractivo, muero por preguntar sobre mis padres, pero por alguna razón me mantengo en silencio en su presencia que me intimida. Rosa se retira y finalmente quedamos solos. Aspiro aire y me siento valiente para hablar. —Gracias por recibirme, gracias por la ropa, por el teléfono, la portatil y por recibirme en tu casa, padrino. Me mira atento por unos segundos, se queda mirándome en silencio, me doy cuenta de sus pupilas de dilatan. —Te lo debo, he sido un mal padrino, ni una llamada te hice nunca, lo siento, no soy un hombre de demostrar afectos y tus padres me pusieron ese compromiso de bautizarte en una religión que ya hace mucho ni practico. Aspiro aire para evitar llorar. Ladeo la cabeza en un gesto de súplica. Él me mira atento, repasa mis facciones con gesto curioso. —¿Cómo están? ¿Qué pasa? ¿Saldrán libres? ¿Por qué me han mandado para acá? Suspira y mira hacia la puerta, se recuesta de la silla y tras unos segundos en silencio, se lleva los dedos al los ojos, los restriega y chasquea la lengua. —Verás: tu padre está metido en un lío gordo, uno de sus socios lo ha vendido para salir bien librado, ese socio es un político importante, tu padre no saldrá bien librado de esto, al menos por ahora no lo veo posible, mi relación con él siempre ha sido muy discreta, casi nadie sabe que nos conocemos y que somos cercanos, esa es la razón por la que estás aquí. —¿Corro peligro? —Ya no, conmigo no, eres mi protegida. Tengo papeles para ti con una nueva identidad, pasarás como una prima lejana que protejo, nadie fuera de esta casa debe saber que eres la hija de Adolfo. —¿Qué podría pasarme? Me mira fijo a los ojos, sus ojos son hermosos, paso saliva, me cuesta mantener la mirada. —Tiene enemigos, la policía misma quería usarte para hacerlo hablar o aceptar cargos, él sabe que estás conmigo y que estás bien, no hay forma de que caigas en manos enemigas, es mi compromiso. —¿No saldrán? —Tu madre será liberada mañana, de ahí volará a Grecia y permanecerá oculta un tiempo, también con alguien que la cuidará de los enemigos, ustedes estarán bien y Adolfo está mejor en la cárcel, tengo hombres cuidándolo allí, sabes que no permitan que finjan que atentó contra su vida o que lo ataquen, ahí puedo cuidarlo mejor. —Gracias, gracias por todo, padrino. Sonríe por fin, recuerdo las palabras de Rosa diciendo que no sonríe mucho. —Estás muy bonita, has crecido bastante, te prometo que seré ese padrino que no fui, comenzando por darte educación, dime que quieres estudiar y dónde y mañana mismo haremos el papeleo. Sonrío. —Gracias, por ahora no tengo cabeza para eso, quería estudiar odontología. —Estudiar te hará bien para distraer tu mente, no estaré mucho por aquí, no me verás tanto, estarás sola, así que es mejor que te ocupes en algo. —Ahora quiero estudiar derecho. —Me parece más últil. Mañana te llamará una de mis asistentes, se encargará de eso. —Así que estaré sola en este castillo... —Hay reglas, nada de chicos, nada de salidas nocturnas, nada de drogas o alcohol. Rio avergonzada. —Entonces entré a un convento. Afirma serio. —Me gusta que lo pienses así, lo único que no habrá para ti serán misas y trabajo doméstico, pero sí piensa en esto como un convento, hablo en serio, no quiero verte en fiestas, o en r************* volviéndote loca, puedes hacer vida social, pero necesitas mantener una buena imagen. —¿Nada de chicos? —No en el castillo, te recomiendo ser prudente, eres muy joven y estás bajo mi responsabilidad, te conviene ser prundente. Asiento seria. —Sé que mi situación podría ser peor ahora, gracias por cuidarme. Seré prudente: Iré a la universidad, evitaré esas salidas y tener vida social. —No es lo que dije, puedes tener amigos. Sonrio con pircardía, aunque me reprendo enseguida por ello. Él recoge una media sonrisa que estaba a punto de esbozar. —Pero prefiero no tenerlos, después de todo: qué diría sobre mis padres. —Están en China, eso dirás, recuerda que no serás Camelia, no más, no por ahora. —¿Mi titulo será falso? —Solo debes saber que tengo poder e influencia, si te digo que confíes en mí, tú confía en mí. Afirmo en su dirección, recuerdo que leí que era un político importante, además de tener dinero, tiene poder político. Las cosas quedaron claras entre los dos, me da tranquilidad saber que se ocupará de proteger y defender a mi padre, aunque fuera desde las sombras. Soy su protegida.
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