La nieve no dejaba de caer sobre el parabrisas del auto que ya no lucía tan espectacular bajo la nieve, Timothy manejaba con total confianza y tranquilidad, mientras que Vera deseaba que el auto volara sobre la nieve.
En las calles de East Aurora donde muchas veces ella caminó, ya no se veían los adoquines en las aceras, todo alrededor era blanco.
Lo único hermoso que Vera observaba de aquel paisaje por la ventana del auto de Timothy, eran las casas iluminadas de colores centelleantes, que dejaban ver a su paso la calidez de la época navideña.
Vera recordó por un instante lo que disfrutaba caminar bajo la nieve. En su adolescencia en East Aurora, ella y sus hermanos solían jugar en la nieve con sus amigos a construir muñecos de nieve de diferentes tamaños, sus hermanos y ella escondían en sus abrigos algunas zanahorias para usarlas de nariz para los muñecos de nieve.
Mientras que sus amigos y su novio Charlie, traían bufandas y sombreros viejos, aquellos días felices habían quedado en el olvido.
Vera no había vuelto a pensar en aquellos días, pero la nostalgia apareció de repente trayendo a su memoria un día donde sus hermanos y su infiel amiga Sara, compartían bajo la nieve fría a lanzarse bolas de nieve, su novio Charlie la besaba con cariño mientras ella reía en sus brazos
Vera pegó su frente en el vidrio de la ventana sintiendo una mezcla de emociones en su interior, un grito en su alma subió a su mente diciendo: ¡Traidora, mentirosa!
Vera aún no podía creer que hubiera sido tan ciega cómo para no darse cuenta de lo coqueta que era su amiga Sara con su novio.
Charlie y ella estaban saliendo desde la secundaria y su amiga Sara lo sabía, era testigo de lo enamorada que ella estaba de Charlie, Vera no lograba entender la frialdad y el descaro que tuvo su amiga el día que la confrontó.
Ella esperaba lágrimas y arrepentimiento por parte Sara, pero lo único que recibió de ella fueron excusas, y acusaciones, su amiga le reprochó nunca darse cuenta qué entre Charlie y ella había una atracción qué tarde o temprano terminaría en un romance.
Pensando en eso, el paisaje nostálgico y gris fuera del auto entró en el alma de Vera y las luces navideñas que parpadeaban festivas en los árboles y las casas, desaparecieron en su mente dejando a su paso un recuerdo amargo y doloroso.
Una sombra gris oscureció su mirada, las lágrimas estuvieron a punto de escaparse de sus ojos, cerrando sus ojos por unos segundos las ocultó. Vera prefería olvidar aquellos momentos y hacer de cuenta que nunca habían pasado.
Timothy notó que Vera se había puesto triste, así que se le ocurrió una idea, mirándola fijamente le dijo: Oye Vera; ¿Que te parece si vamos a esa cafetería por una taza de chocolate caliente con malvaviscos y una galleta de jengibre?
Vera lo miró sorprendida, iban a cenar a la casa de sus padres, la mesa de su madre estaría llena de platillos diversos, su madre había pasado toda la mañana en la cocina y Timothy le estaba proponiendo detenerse en una cafetería para tomarse una taza de chocolate con malvaviscos y una galleta de jengibre, esa idea le pareció a Vera inconcebible e infantil.
Vera pensó: ¡Claro que no! ¡No pienso bajar vestida así a esa cafetería…!
Ella abrió su boca para dejar salir sus pensamientos, cuando Timothy detuvo su auto frente a la cafetería, luego con una sonrisa traviesa bajó del auto, abrió la puerta del lado de Vera y con gracia y elegancia la cargó en sus brazos hasta la entrada de la cafetería.
A Vera no le dió tiempo de decir ni una palabra de lo que había pensado, en minutos ya estaba sentada en una mesa ante una humeante taza de chocolate con tres malvaviscos blancos como la nieve.
Timothy no dudó en tomar un sorbo de su espumeante chocolate, que le dibujó un bigote cremoso en el borde de su labio superior al primer sorbo.
Timothy fingió no haberse dado cuenta, mordió su galleta de jengibre por la cabeza del muñeco, Vera no pudo evitar reírse al verlo actuar como un niño, en especial que seguía comiéndose la cabeza del hombrecillo de jengibre y bebiendo despreocupadamente su delicioso chocolate.
Vera olvidó por completo los recuerdos tristes que la asaltaron antes, entre risas y bromas, Vera tomó su hombrecillo de jengibre y al igual que Timothy empezó a comerse su cabeza, disfrutando del chocolate y los malvaviscos.
Era imposible que la gente no los mirara, ella se veía como una princesa en su vestido elegante y Timothy aunque no vestía en un traje elegante, se podía notar su clase y su porte atractivo.
Los ojos críticos de una mujer regordeta y de mejillas sonrosadas estaban clavados en Vera y su acompañante, Vera no se había dado cuenta de la presencia de esa mujer, ni de sus críticas miradas.
Vera estaba disfrutando de las bromas infantiles de Timothy, él estaba esforzándose en hacer olvidar la tristeza que vio dibujarse en los ojos de Vera.
Timothy comprendía la sensación de tristeza que provocaba el paisaje gris de la época, su prometida y su hermano se habían casado el día de Navidad.
Timothy tuvo que soportar las miradas de lástima, de crítica y acusación de su propia familia y amigos, por eso podía comprender a la perfección lo que Vera sentía.
Vera era la primera persona que él había conocido que podía comprender lo que significaba el dolor y el peso de una traición amorosa. Y de una manera curiosa él se sentía conectado con Vera y esa sensación le gustaba.
Para Timothy era importante que Vera dejara atrás los recuerdos que la habían atrapado, por eso al morder la cabeza de su galleta de jengibre le dijo: Sabes Vera, las galletas de jengibre se disfrutan mejor si empiezas a comertelas por la cabeza, así los malos pensamientos se van…
Después, tienes que sumergir los pies de la galleta en el chocolate caliente, así si vas por mal camino tendrás que detenerte a recalcar la ruta…
Como te darás cuenta Vera, comer una galleta de jengibre es todo un arte, una ciencia matemática…
Metiendo un pie de su galleta de jengibre en su chocolate, Timothy la humedeció y luego la puso en la boca de Vera, ella comprendió en ese instante lo que pretendía hacer Timothy.
Siguiendo su ejemplo, Vera humedeció los pies de su galleta en su chocolate, partió uno de los pies y lo puso suavemente en la boca de Timothy.
En ese instante sus ojos se cruzaron en una mirada infinita, sin palabras Vera le agradecía a Timothy hacerla sentirse bien.
La mujer regordeta tenía sus ojos puestos en el hermoso vestido que traía puesto Vera, le disgustaban las atenciones que el guapo acompañante de Vera tenía con ella.
Cuando lo vio tomar de la mano a Vera y besarle la mano, la mujer decidió levantarse de su asiento e ir hasta la mesa donde se hallaba Vera.
¡Hola Vera! La saludo ignorando a Timothy. ¡Que gusto verte de nuevo por aquí! Precisamente anoche me preguntaba mi sobrino Charlie por ti, él está preocupado por que no le has respondido sus llamadas…
Todavía no han finiquitado lo de la venta de su antigua casa, Vera cariño, Charlie aún te sigue queriendo, y esa es la verdadera razón por la que él quiere reunirse contigo…
Querida, ¡los hombres tienen derecho a un deliz, debes comprender que esa es su naturaleza…!
Mira cariño, mi sobrino ya pagó por su error, haber soportado los celos enfermizos de tu amiga Sara fue suficiente para entender lo que perdió al dejarte ir…
Escucha cariño, tú y mi sobrino están destinados a volver a estar juntos, llámalo Vera, y dile que lo perdonas, para que vuelvas a ser feliz otra vez y se te quite de una vez por todas esa amargura que veo en tu cara…
Vera tenía un nudo en garganta, el enojo y la tristeza habían vuelto a aparecer, esa mujer había sido una de las que la había culpado por el engaño de Charlie, y aunque no la había visto en dos años, la mujer le hablaba como si se hubieran visto ayer.
Timothy al ver el rostro de Vera, se levantó de la mesa y se presentó: Buenas noches señora, soy Timothy Reynolds el prometido de Vera…
Puedo entender que su sobrino se lamente de haber perdido a una mujer tan maravillosa como Vera, fue un grandísimo imbécil al perderla, eso es algo con lo que él tendrá que vivir por el resto de su vida…
Y cuando lo vea, dígale que puede quedarse con la casa, Vera no necesita de eso, en cambio él sí…
Volviéndose a Vera le dijo: Mi amor, tu mamá nos debe estar esperando, debemos irnos ahora mismo o llegaremos tarde a la cena…
Inclinándose, besó a Vera en los labios para después decirle: Si hubiera sabido que pasarías este horrible momento, te juro mi amor que no te habría traído aquí, perdóname cielo…
Después le dió la espalda a la mujer para levantar en sus brazos a Vera, para que su vestido largo no tocara el piso y se ensuciara, luego salió con ella en sus brazos por la puerta de la cafetería, dejando a la mujer roja del enojo.