In terra et pro ea

1097 Words
 Un movimiento y otro golpe, levantaba la mano y el cuerpo de Enoc se sacudía en el viento para luego caer contra el suelo.  ― Ela está muerta ― Vociferaba enojado ― Dos de las hijas ni siquiera aparecen.  Le permitía respirar, mientras sopesaba la gravedad de lo qué estaba diciendo. Otro movimiento de sus dedos y Enoc se contrae en un dolor inmenso. En la historia del jardín, jamás se había contemplado un castigo de tal magnitud.  ― ¡Déjalo! ― Gritó ella interviniendo. Le habían llamado al notar qué la deidad, no tenía intenciones de abandonar la tortura contra Metatrón.  ― No te metas en esto. ¿Desconoces lo qué pasó con ella? ― Señaló el pergamino con el nombre de su quinta hija, Mérida. La qué había sido arrebatada por Lucy.  ― Eso no es su culpa, ni siquiera la muerte de Ela. Ellas se perdieron en el mundo, mis hijas estaban solas, sin conocer el poder qué llevaban en su cuerpo y eso… ― Respiró antes de señalar ― ¡Es todo culpa tuya!― Un gritó más y el ser se sacudió. Ella no era más poderosa, pero en esta ocasión, la verdad estaba de su lado y le permitía herirle con la conciencia. ― Te lo dije ― Continuaba hablando mientras se acercaba a él, qué yacía en el suelo, al parecer, herido de alguna manera.  ― ¿Qué haces?  ― Enoc trataba de levantarse ante la mirada de su Dios, quiso acercarse a ella para detenerla, aunque estuviera en tal posición, la fidelidad por su deidad, era más grande qué cualquier rencor o castigo.  ― Hay lo tienes ― Ella señaló a la criatura tambaleante qué intentaba inmovilizar― Tal y como nos quieres a todos. Sumisos y obedientes. ― Señaló la corte de criaturas qué esperaban detrás de él, listos para obedecer cualquier orden.  ― Señora, he oído algo ― Metatrón intentó hablarle a ella. ― Dilo ― Él gritó desde el suelo.  ― Como ellas, existen siete en la tierra. Fueron enviados en las mismas condiciones.  ― ¿Siete hijos? ― Siete entidades, señor ― Corrigió. ― No son hijos de ella. Ni creaciones de su padre. Son solo entidades dotadas de fuerzas superiores.  ― ¿Para qué envía Lucy siete entidades a la tierra? ― El libro señor, ellos poseen el libro qué fue robado… La congregación de ángeles expresó sorpresa al unísono y luego un silencio se esparció por todo el lugar. Ni él ni ella hablaban y Enoc continuó con lo qué tenía por decir.  ― Señor, Lucy conocé mi nombre, me detuvo con ello cuando estaba por conseguir a Mérida… Diligencia. ― Corrigió.  ― ¿Su nombre? ― Reprochó ella. ― ¿Cómo obtuvo su nombre?... Entonces, los demás ― Sopeso sus palabras pero la realidad era mayor a lo qué ella estaba percibiendo y al comprender lo qué pasaba, el enojo la inundó aún más. ― Debimos acabar con ella, cuando la teníamos en nuestro poder.  ― ¡Silencio! ― Le corrigió con enojo. ― No se habla más del tema. Es una orden… para todos ― Señaló a la mujer qué esperaba un par de metros lejos de él ― Todos.  ― Señor ― Metatrón intervino nuevamente ― Lamento seguir incomodando. Es solo qué, las hijas estuvieron en … ― Desvió la mirada a ella, sabía que hablar del daño al qué fueron sometidas, despertará en la mujer, una ira incontrolable.  ― Habla ― Autorizó Dios cuando notó la mirada suplicante de Enoc.  ― A las tres qué faltan, las lastimaron, agredieron o maltrataron. Su camino fue restablecido cuando las hirieron y por eso no logramos ubicarlas.  La mujer cayó de rodillas, lanzando un grito desgarrador. Metatrón aún no mencionaba todo lo qué sabía con respecto a sus hijas y ella ya estaba padeciendo el dolor de imaginarlo.  ― Necesito recuperarlas, no importa lo qué pase.  ― Señor, volveré a la tierra si me lo permite. Las hallaré ― Ya perdí a Ela, no puedes correr la misma suerte. ― Volver a oír la pérdida de Ela, le lastimaba las entrañas, pero debía conservar el silencio, fingiendo qué solo había perdido a su acompañante.  ― Debiste protegerlas ― Masculló ella desde el suelo, sin mirarle ― Ese era el trato.  ― El camino se restableció cuando ellas se enfrentaron al peligro.  ― ¡No! ― Gritó ― Eso no es cuidarlas, las dejaste a su suerte, por qué no valen nada para ti.  ― No repitas eso ― Sentenció. ― Así es, ellas no valen por qué no son lo qué querías. Aunque creí reponer eso qué perdiste, no lo hice. Ellas no son para ti, lo qué para mi. Son solo una creación qué hace parte de tu venganza.  ― ¡Calla! ― Ordenó y a ella, las palabras no le salían de la boca. Por más qué lo intentara. ― Enoc ― Se dirigió a su hombre intentando dejar de lado el pensamiento qué la mujer le instaló. ― Necesito todo lo qué sepas acerca de las siete entidades, si tenemos una, la tenemos a ella. Y con eso, nos dará a Mérida.  ― Señor, debo seguir los pasos de las hijas, donde fueron dejadas y sus caminos. Pero para hacerlo necesito ser mortal. El cuerpo y las funciones de este, me permiten interactuar con las personas de la tierra y conseguir lo qué la claridad mental no me ofrece… ― El pasado… ― Confirmó él. ― Lo tendrás. Metatrón estaba a punto de marcharse, de nuevo. Le fue asignado una corte completa para su servicio. Necesitaría favores especiales mientras estuviera en la tierra y esos ángeles se encargarían de lo qué ocupara para cumplir con su favor.  Antes de partir, él se acercó para hablarle, su figura era similar a la humana, aunque sus rasgos mantenían un equilibro mayor y más armónico.  ― Enoc. Tráelas de vuelta y pide lo qué más anhela tu corazón. Eso mismo obtendrás.  ― Señor ― Asintió ― Solo una cosa deseo  y le prometo dejar mi vida en el proceso.  ― ¿Ela? ― Inquirió con sutileza y Enoc guardó silencio bajando la mirada ― Todo lo percibo y tienes su energía, por toda la piel.  ― Lamento deshonrar con mi debilidad.  ― Amar, no es una debilidad. Tráemelas y te la entregaré, de nuevo. Pero…―Amenazó con fuerza ― Si fallas, desaparecerás como el humo, como lo hizo Ela, en manos del enemigo.  Asintió de nuevo y se marchó, una guerra por recuperar a su amada, le esperaba en la tierra.
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