Societas

1178 Words
Enoc odiaba la diferencia del tiempo entre el cielo y la tierra. Tener qué estar contando minutos, horas y días, le afectaba la paz  al punto de irritarle, cada momento en qué tenía qué medirlo, compararlo con el edén y concretar cuánto falta. Por ello encargó a uno de sus subalternos para qué lo hiciera, de los qué fue impuesto para trabajar bajo sus órdenes. Así, lo mantendrá informado de la situación, sin qué él tuviera qué dedicarse a ello. Su mente debía estar más clara para las situaciones qué realmente ameritaba su enojo, como el hecho de tener qué ubicar las hijas y las entidades.  Repasaba los pergaminos con los nombres de las nacidas, mientras trataba de, al mismo tiempo, hallar más información acerca de las siete entidades. Hasta ahora, solo tenía claro la cantidad de seres y qué, solo dos, tomaron figura humana, sin ser posesiones reales. Pero ni la ubicación, ni los nombres eran de su conocimiento. Mucho menos el alcance de su poder.  ― Enoc ― Uno de los ángeles se acercó con la cabeza inclinada para hablarle.  ― Habla ― Murmuró mientras repasaba la ubicación señalada en el pergamino. Se concentró en seguir el rastro de paciencia.   ― Están aquí ― Señaló una puerta, a un par de metros de donde estaba el hombre. Enoc había sido autorizado para poseer un cuerpo humano, aún no se acostumbraba a ello y además debía cuidar sus movimientos y reacciones para no llamar la atención.  ― Deja qué lleguen hasta mi, Grecia. ― Mencionó sin dar mayor importancia al hecho. ― Pero… señor, con todo respeto. ― Suplico cordura a su superior. Era ilógico qué permitiera el ingreso sin oponer ninguna resistencia. ― No tengo lo qué buscan, no lo hallarán en mi energía mortal. ― Trató de dar calma a su angustia.  ― ¿Su nombre? ― Está sellado…  ¿Cómo crees qué puedes usarlo? ― Sonrió ― Ya no es una debilidad, ahora es solo un nombre.  ― Entiendo ― Mantuvo la mirada al suelo, con la cabeza inclinada en señal de respeto hacía su superior en la jerarquía celestial.  ― Grecia, no te atormentes por ellos. Lo qué yo necesito, es la ubicación de ellas y las entes del averno. Lo demás, deja qué yo me haga cargo. ― Busco sus ojos pero ella mantenía la mirada fija en el suelo. Empezaba a empatizar con ella, por su accionar y el respeto qué mostraba. Siempre se alinean con uno o dos ángeles y con ellos es con quien se mantiene más confianza o a quienes se designan trabajos más complejos. Por esa empatía, Enoc quiso advertirle acerca de su  relación con las criaturas qué llegaban a buscarle. Pero explicarle acerca de la expiación y el lugar del qué vienen, no es algo ligero, menos para un alma tan joven en todo el proceso. Le dejó alejarse sin apartar el pensamiento de tener qué hablarle de ello, en cualquier momento.  ― Metatrón ― Una voz aguda recorrió la habitación y de una nube de humo espesa, se formaron dos cuerpos humanos, de similar apariencia. Eran casi idénticos, solo qué uno de ellos, llevaba el cabello más claro, casi blanco.  ― No tardaron en llegar, los felicito. ― Asintió a sus iguales.  ― Vinimos al oír lo qué ofreces, necesitamos el trueque, pero queremos saber  ¿Qué pides? ― Información ― Se encogió de hombros. ― ¿Información? ¿De qué tipo? Un favor de ese tipo, no se da por cualquier cosa.  ― Necesito información de los siete ― El solo nombre les alarmó, pero en sus rostros se apreció el conocimiento del tema. ― Saben de lo qué hablo.  ― El pago no es suficiente ― Hablaban al unísono, sin perderse ni por un segundo el uno, la frase del otro. ― Necesitamos algo más.― Reprocharon.  Enoc ríe con fuerza, sin importar si llamaba la atención de sus vecinos o del dueño del apartamento qué ocupaba por esos días.  ― Revivo una deidad, la qué elijan. ― Se expresaba con las manos ―  Y me dicen qué el pago no es suficiente. ¡Largo de aquí! ― Gritó sin temor alguno. Los expiados, eran seres demasiado inferiores a él. Humanos qué llegaron a un lugar especial luego de morir y qué ahora luchan entre dos grandes mundos para obtener un espacio y salir de la expiación en donde están, mientras son torturados con sus mayores debilidades.  ― Señor ― Rogaron al tiempo ― Necesitamos tan solo una cosa más y le aseguramos qué el trabajo está hecho. Tenemos acceso a toda la información del inframundo. Esa qué requiere, no es difícil de hallar.  ― Son expiados, no pueden acceder a libros, ni información del averno. ― Enoc recrimino. Estaba acostumbrado a manejar este tipo de seres y con ellos, la fuerza era algo qué no se podía negociar.  ― Tal vez, la información no. Pero cientos… miles ― Corrigieron con prontitud ― De personas pasan por nuestro camino a diario. Sabemos a quién acudir si necesitamos a los siete o la ubicación de las hijas faltantes.  ― ¿Quién dijo algo de las hijas? ― Recordó no haberlo mencionado.  ― Señor, con todo respeto. Le repetimos qué allí, se oye y se ve todo lo qué pasa entre los dos mundos. Por cierto ― Fingieron recordar algo relevante ― Mérida le envía sus saludos. Es una chica única.  Enoc estaba frustrado, lidiar con ellos, era negociar con buitres. Les das carne y se comen hasta el olor en tus dedos. Ellos querían revivir a un superior, al qué estaba a cargo del lugar. Y lo hacían, solo para dejar a un lado el trabajo qué les había sido impuesto a fuerza de voluntad. El alma qué dirige el purgatorio está destinada a permanecer allí por mil años consecutivos, muy distintos a los de la tierra. Los gemelos estaban a punto de cumplir su tiempo purgando los pecados y tenían un espacio seguro en el jardín, pero ahora qué estaban obligados a vigilar los ingresos, era imposible pensar en un descanso de todo esto. ― ¿Qué quieren? ― Necesitaba la información, más ahora qué percibió qué tienen el conocimiento del qué hablan.  ― Solo una cosa… es sencilla ― Rieron con malicia.  ― Hablen de una vez ― Sentenció irritado.  ― Necesitamos un permiso especial, para entrar a la eternidad. ― Susurraron.  Los gemelos comprenden la inmensidad de lo qué piden y Metatrón era el adecuado para ese permiso. Lo qué ellos no saben, es qué la relación de este último con la deidad, no es la misma de hace un tiempo. ― Lo haremos ― Asintió ― Necesito la información de las entidades y la ubicación de las hijas. ¿Cuando la traen? ― Señor, sus tiempos y los nuestros cambian, lo sabe. Pero esté atento, en cualquier momento nos presentamos.  Convinieron y se esfumaron, de la misma manera qué llegaron. Dejando el olor penetrante a azufre en el ambiente. El mismo qué se identifica cuando se está en el averno.
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