— ¿Está seguro? —inquirió el señor Dávila a Yan. La superestrella tenía a Fernanda a su espalda. No permitiría que el calvo insolente le siguiera gritoneando a la pobre mujer. A comparación de ella, si él era el culpable no le podían decir absolutamente nada, dadas las condiciones del contrato. Claro está que nunca hacía uso de ese poder, salvo sea el caso de ser necesario como en ese momento. — ¿Acaso está cuestionando mis interacciones sociales? —preguntó Yan con la voz golpeada, no le daría tregua a cuestionar siquiera la ausencia que tuvo en la producción con la intención de “proteger” a la muchacha, cosa que a los ojos de la superestrella era un show bien montado entre la chica y el calvo. Tenía que acercarse a ella y ser su héroe cuantas veces fuera necesario sin importar si las s

