Mal presagio
Aunque haya hecho todo cuanto estuvo a mi alcance para evitar que ese sombrero boca abajo me generara desgracias no podía evitar estar alerta.
Esa mañana como todos los días. Me desperté, abrí los ojos y al levantarme lo hice con el pie derecho. Siempre tenía especial cuidado en este detalle que era el que abría el día para que todo saliera como se planeaba.
Entré al chorro de agua fría para activar mi cuerpo, me quedé pensando un poco en la belleza de la mujer y lo imprudente que era.
Recordé que las gemelas deberían ya estar listas desayunando esperando que las llevará al colegio y me di prisa.
—¡Uy a alguien se le hizo tarde! Anoche vimos entrar a una señora a tu habitación. Pero después la vimos salir algo molesta. —dijo la pequeña Ava guiñándole un ojo a Leah.
—¿Qué le hiciste tío? —Pequeñas espías, no se les escapaba detalle alguno.
—Yo no le hice nada, solo tuvo que irse porque, —Pensé en decirles una mentirilla, pero no quería atraer nada negativo. —.No me sentía a gusto con ella y le pedí que se marchara. No se habla más del tema. ¡Apresúrense!
Salí de la casa y active la alarma de mi auto para notificarles que llevaba afán. Unos segundos más tarde salieron ellas cargando sus pequeños bultos escolares.
Mis bellas sobrinas eran dos gotas de agua. Les había regalado una pulsera a cada una, aunque me había asegurado de poner un detalle de un color diferente para reconocerlas sin que ellas lo notarán.
Muchas veces llamaba a una y me contestaba la otra, entonces había decidido que no participaría más de sus juegos.
—Ava ¿Cómo vas con Educación física? Recuerda que debes mejorar la nota para final de mes.
—Bien, por supuesto tío. ¡Estoy dando lo mejor de mí! —Respondió Leah.
—Leah, deja de hablar por tu hermana o te vas a quedar sin el dinero para tus onces de hoy. —Me dirigió una mirada sorprendida y mencionó:
—¡Oye! ¿Cómo lo haces? Mamá y papá aún no saben distinguirnos. ¡Nos conoces demasiado! —Todos nos reímos de sus ocurrencias y yo me sentí orgulloso de mi astucia. Claro eso me duraría hasta que ellas se fijarán que era lo que me hacía diferenciarlas.
—Vendré a recogerlas temprano, en la tarde debo hacer algunas diligencias y necesito llegar a tiempo. Así que les agradezco que no me hagan esperar, par de mocosas. —Me besaron en la mejilla y se bajaron del auto. Me quedé allí unos segundos asegurándome que entraran al colegio cuando un golpe en seco me hizo llevar mi mentón hasta golpearse con el volante.
—¡Maldición! —grité enfurecido al ver que las niñas se habían percatado de lo sucedido y se acercaban para verificar que todo estuviera bien.
Abrí la puerta respirando odio puro 100% acabado de salir de mis entrañas. Les hice una señal de alto a las niñas y ellas se quedaron paralizadas, luego dibuje medio círculo indicándoles que las quería de vuelta ingresando en el colegio y ellas obedecieron.
Con mi mandíbula tiesa y saboreando la sangre en mi boca dirigí mi mirada al conductor del auto que me había chocado.
—¿Dónde te sacaste la licencia? ¿En una rifa? —grité y pude reconocer que era la misma mujer a la que había rechazado la noche anterior.
Ella se disculpó y nerviosa pedía que le pasará la cuenta de los honorarios del mecánico. Bajó a un chico rubio y le pidió que ingresara al colegio.
—No se preocupe, yo pago un seguro y eso se resuelve en cuestión de segundos. Pero lo que si no se puede evitar es la mala suerte que ronda su vida. —dije con desprecio y me subí en mi auto para alejarme de ese bulto de sal.
No sé si fue el destino o se quería desquitar por mi desagravio.
Salí a toda prisa de allí, invocando a mi mantra de tranquilidad.
—“Shanti, shanti, shanti… Om” —Lo tuve que repetir varias veces para que la paz entrará a mi vida.
Dejé el auto en el taller y me regresé a casa en taxi para hacer mis ejercicios matutinos, tomar el desayuno y dirigirme a la oficina a revisar el avance de los negocios.
—¡Qué cara traes! Joven. —dijo nuestra empleada al verme ingresar a la casa. Intenté solventar con una sonrisa falsa
—¡Tranquila! El inicio de una mala racha que se avecina. —dije restándole importancia y me fui a cambiar, agradeciendo que mi abuela no se había levantado.
Bajé a las áreas verdes de la casa donde tenía las máquinas para hacer ejercicio y quemé toda la adrenalina que me había provocado el incidente con el auto.
Salí, relajado y fui a tomar el desayuno. De allí procedería a bañarme porque si lo hacía en otro orden no soportaba el mal carácter que me invadía.
Recibí una llamada en el teléfono de la oficina de Esther angustiada:
—Hermano, Leah se ha roto un brazo y está en la escuela en enfermería. ¡Quisiera ir de inmediato por ella, pero el restaurante está a reventar y Arthur no dará abasto solo! ¿Puedes ayudarme con eso por favor? —¡No puede ser!
—¡Ya salgo para allá! —dije y colgué, recordé que había dejado mi celular en el auto por eso habían tenido que contactarla a ella.
Me subí en un taxi y acudí angustiado. Me dirigí a la enfermería que quedaba en el tercer piso, seguía sin entender ¿Cómo podían ubicar un lugar tan importante como ese en el área más difícil de acceder?
Llegué y no había nadie afuera esperando, así que empujé la puerta, bastante ansioso por ver a mi pequeña
—¡Oh, Profesora! Lamento entrar así, ¿Dónde está mi Leah? —Pregunto con inocencia a la maestra mientras ella enarca sus cejas y se retira las gafas para mirarme con más claridad.
—¿Cómo así? ¿Qué pasó con Leah? —dice ella y yo me siento estúpido, veo como la puerta se cierra y me apresuró a abrirla pero fue imposible, parecía que la hubiesen trabado desde afuera.
—Me llamó la mamá de las niñas porque una había sufrido un accidente, ahora pienso que todo fue una broma. ¿Es verdad? —Me volví a acercar a la maestra Laura y me senté cerca de ella.
—Pues, Ava dijo que me estarías esperando aquí porque necesitabas conversar algunas cosas conmigo. Y que no podías hacerlo en otro lugar porque tenías diarrea crónica. Por la misma razón, esperé aquí porque supuse que estabas en el sanitario. —La vergüenza me recorrió el rostro.
—Disculpe usted maestra, esas niñas son muy bromistas. Por lo visto quieren que intentemos algún tipo de relación, pero yo no soy cómplice y le ofrezco una disculpa si de alguna forma llegó a interferir con la armonía de su matrimonio. —mencioné con cautela porque era una situación delicada.
—Tranquilo, acabé de divorciarme hace algunas semanas y por chiste mencioné en la clase que quería un hombre hermoso y millonario para mi vida. Ese par cruzó miradas perversas, pero no me imaginé que se ocuparán de organizar un plan. —Ahí estaba la razón de sus preguntas sobre la maestra.
—Pensaron todo, a mí me sacaron a fuerza mayor la verdad de que me parecías atractiva. De todas maneras, maestra, disculpe esta y todas las locuras que se les ocurra. Son dos cerebros en vez de uno e inventan cualquier cantidad de travesuras. —Enseguida sonó el teléfono de la maestra y era la directora solicitando nuestra presencia en dirección porque nos estaba observando por las cámaras de seguridad desde la rectoría.
Después de que un bedel nos abrió la puerta, salimos y fuimos a poner la cara ante la rectora que estaba mal pensando las cosas.