Acosado por la maestra Laura

1311 Words
Acosado por la maestra Laura. Ella se veía muy risueña aclarándole a la maestra que había sido una broma de las gemelas. Yo, por el contrario estaba avergonzado, enterarme que se había acabado de divorciar me dejaba un poco de tranquilidad. —Esas jovencitas van a ser un serio problema si no se reprenden a tiempo. Así, que como usted es el representante legal; porque a decir verdad no conozco a sus padres. Va a tener que encargarse de amonestarlas, yo por mi parte solo puedo imponerles algunas labores de servicio comunitario por la osadía que han cometido. —dijo la directora de la institución. Cruce los dedos en mi espalda porque no las iba a amonestar, simplemente hablaría con ellas. No me gusta hablar del prójimo, pero esa mujer era un “esperpento” asumo que en su juventud se emocionó con las cirugías y llevaba su rostro deformado. Los pómulos eran extravagantes y ni que decir de su labio superior dividido en dos mitades con una parte más prominente que la otra. Parecía que la hubiese atacado una colmena de abejas. —Despreocúpese que yo solvento. —Adoraba a esas niñas aunque me hicieran pasar malos ratos. Y ellas a mí, por eso puedo comprender el deseo de que tenga una novia para que sea feliz. Y pues ellas admiran a esa profesora por ende consideran que es la candidata perfecta. Salimos de la rectoría y de nuevo ofrecí una disculpa a la maestra. —No se preocupe, le disculpo siempre y cuando me acepte una invitación a cenar, hay un restaurante nuevo al que quiero ir a probar la comida tengo pases de cortesía, pero no tengo acompañante. ¿Aceptas? —Si rechazaba esa invitación después del incidente que habíamos tenido podía parecer un tipo arrogante y odioso así que acepté. —Con gusto, solo dime el lugar, la hora y allí estaré. —No tenía muchas ganas de asistir, pero no me quedaba de otra. Como no quería volver otra vez a la institución, quise hablar con el maestro de Educación Física para que me dejara retirar a las chicas antes de tiempo y de paso preguntaría por su rendimiento. Entré al patio de juegos y recuerdo un balón a punto de estrellarse con mi frente. Luego, vi todo oscuro y cerré los ojos para recuperar mi compostura. —Lo lamento señor. ¡Fui muy inoportuno! —dijo un chico acercándose, pero ya sabía que no era culpa de él sino el ciclo de desgracias que se había abierto en mi contra. Las gemelas se acercaron y una de ellas preguntó: —¿Estás bien tío? ¿Qué haces aquí? —Las miré con reprobación y fui a hablar con el maestro que por fortuna solo habló maravillas de más dos, aunque estoy seguro qué a él lo engañan. Y Leah qué es la más ágil para el deporte, presenta haciéndose pasar por su hermana. Las dos me esperaban con mirada manipuladora. Evite mirar sus dulces ojos y les ordené —¡Recojan sus cosas porque nos iremos a casa! —Ellas sin chistar empezaron a tomar sus mochilas, guardando los útiles personales que tenían regados por todo el lugar. Tardaron unos segundos y cuando ya me retiraba, le avisé al Profesor, quién ofreció una sonrisa y me enseñó un pulgar arriba. ¡Era un tipo agradable! El taxi estaba esperando por mí, las empuje dentro del auto y Ava interrogó —¿Qué ha pasado con tu coche, tío verduguillo? —Eran expertas en usar términos rebuscados. Les sonreí y les aclaré que en casa íbamos a solucionar. Apenas llegamos corrieron hasta donde estaba la abuela, para qué las salvara de mi furia. —Mi señor Tamany, llamaron del taller que ya puedes retirar el auto. —dijo la empleada del servicio. Enhorabuena, no me imaginaba salir a cenar en la noche sin transporte. —Gracias, Merceditas, eres un primor. ¡Huele muy sabroso! ¿Ya está listo el almuerzo? —No quería salir sin comer, al fin y al cabo ya era hora de almuerzo. —Si señor. ¡Ya está listo! En breve pondré la mesa. —Sonreí porque después del vino lo único que me ponía feliz era comer. Me acerqué a la recámara de las gemelas y llamé a la puerta, salió Leah, mientras Ava intentaba evitarme. —Las necesito a las dos. ¡Tenemos que hablar! —Salió cabizbaja demostrando que la mayor de la culpa era suya. Hablé con ellas y les expliqué que todo lo que habían organizado era irresponsable de su parte. Cuando les confesé que tenía una cita con su profesora saltaban de alegría. —Pero, no se emocionen. Lo hago solo por cortesía. —Tomamos el almuerzo, tomé una breve siesta y salí al taller para retirar el auto. Cuando regresé, encima de mi cama había ropa limpia y debidamente planchada, me habían elegido una camisa roja de lino con un pantalón n***o. Aún era temprano y revisaría las ventas de ese día, antes de alistarme para salir a cenar. Terminé estresado porque estaba observando algunas inconsistencias en las ganancias, pero asumí que aún era muy temprano para obtener el total del día. —Me dijeron las niñas que tienes una cita y yo te preparé un té. —Entró la abuela Luna con una taza de algo que olía horrible. —Y eso ¿Qué es? —le dije haciendo un gesto de desprecio —Es muérdago, no lo desprecies porque su poder es enorme. —Agarré la taza y me la bebí lo más rápido posible. —Gracias abuela. Sí, saldré a cenar con la profesora Laura, pero no es una cita, es simple cortesía. —Alzó una ceja dándole poca credibilidad a lo que acababa de escuchar. Y se despidió. Observé el reloj y ya tenía que irme a cambiar o llegaría tarde. Apenas bajé las escaleras y grité que ya me iba, llegaron las dos chiquillas cada una por su lado, me rociaron con perfume, pusieron un pañuelo bien doblado en mi camisa y me entregaron un ramo de claveles —¡Qué te vaya bien tío! No olvides decirle que se ve hermosa. —Las besé y me subí al auto. Llegué al lugar, dejé el auto en el estacionamiento y ella estaba en la puerta esperándome. Se veía radiante. Estuvo risueña durante toda la velada y a mí parecer muy coqueta. Cenamos, dejamos nuestra opinión sobre la comida y nos retiramos. Cuando subió a mi coche le entregué las flores, pero me aseguré de decir que eran las niñas quienes se las habían enviado, no quería verme comprometido o que ella malinterpretara mi cordialidad. —Me indicas la dirección de tu casa. Ya es un poco tarde y quisiera regresar a la mía temprano. —Pude parecer grosero, pero ella agarró una de mis manos y la posicionó en mi pecho. —Somos adultos, no necesito regresar temprano a casa. —Con cuidado sin parecer grosero, tomé la mano. La llevé a mis labios y la besé. —Lo sé, pero no soy un tipo aprovechado. —Como eso no le había funcionado, subió un poco su falda enseñándome sus perfectos muslos. Le guiñé un ojo y encendí el auto esperando que me indicara la dirección. —Bueno, pero al menos cómprame un helado, después de esa comida se me antoja … ¡Algo dulce! —Como no me quería arriesgar iría al autoservicio de McDonald y le compraría un kilo de helado. Ella se dio por vencida y me indicó a donde debía llevarla. Esa mujer no me generaba ningún sentimiento, era linda, pero no me interesaba. Regresé a casa y recibí varios mensajes explicando lo bien que la había pasado. Como no quería ilusionarla, preferí pasar por grosero y descortés así que no le respondí a sus mensajes.
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