Normalidad
Saber dar el primer paso siempre es complicado, porque nuestros pensamientos en momentos claves regresarán a las advertencias. Esas palabras que escuchamos en un momento en el que nos sentimos desprotegidos y vulnerables, aquellas que nos marcaron innegablemente para cambiar nuestro modo más inocente de ver la vida. No es sencillo saber cuándo nos tocará vivir un momento decisivo, pero hay que estar atentos en el segundo en que suceda, ya que un aprendizaje intenso viene acompañado de esta experiencia y puede ser que en ocasiones sea demasiado intenso como para aceptarlo en primera instancia. Los cambios son complicados, nos dejan sin herramientas y mientras nos permitimos volver a construirlas, estamos desprotegidos, ese es el punto de todo.
Lisa Navarro se levantó como todos los días, no había nada excepcional que comentar. Abrió los ojos en su habitación, se estiró un poco y luego se dirigió a la ducha inmensa que tanto le gustaba y que había mandado a hacer luego de un muy buen trato que se había hecho en la compañía. Ella era la directora del departamento de publicidad en la empresa de su hermano, y aunque su trabajo estaba plagado de horarios incumplibles junto a clientes insoportables, todo el mundo creía que ella pasaba sus días sentada en su oficina con una sonrisa en los labios solo porque la veía como a otra dueña más, un mero objeto de entretenimiento. Eso la molestaba.
Era en el departamento de publicidad, precisamente, donde los trabajadores realmente la conocían. Sabían lo mucho que se esforzaba en su trabajo, en cada asignación de la que estaba encargada y que cada detalle pasaba por sus manos sin excepción, no había empresa muy pequeña o trabajo insignificante, todos era importantes y allí radicaba la diferencia en su éxito. Lisa no era ni sería nunca, alguien que dejara las cosas suceder por azar, eso ya no formaba parte de su personalidad, duros aprendizajes se lo habían demostrado.
Ella terminó su ducha con un suspiro y salió de nuevo a su habitación. Se vistió usando uno de sus trajes típicos para la oficina, se peinó para luego colocarse un poco de humectante en los labios y estaba lista para salir. Bajó desde su departamento en el pent-house hasta el estacionamiento en el ascensor para continuar hasta su auto. Se subió y condujo hasta el edificio de las oficinas de IA Tecno como todos los días. Subió en el ascensor hasta el departamento de publicidad y entró en el lugar saludando a todos como cada día. Caminó hasta su oficina y dejó sus cosas en el escritorio.
-Buenos días, Lis- saludó su secretaria con una sonrisa, usando el diminutivo de su nombre -aquí tengo tu desayuno.
-Gracias Andrea, eres una amor- dijo ella aceptando la comida que olía delicioso -esto nunca ha formado parte de tu trabajo, pero no dejas de hacerlo.
-Solo te cuido un poco- comentó la mujer -la verdad es que si no trajera tu comida, no tomaría bocado hasta el almuerzo. Ya ha pasado antes con muy malas consecuencias.
-Gracias otra vez- aceptó ella riendo -algún día me acordaré.
Andrea salió de su oficina con una sonrisa en los labios y negando un poco. Aquella mujer era una de sus mejores trabajadoras, nunca faltaba al trabajo, jamás ignoraba u olvidaba sus responsabilidades, era eficiente y diligente. Además, eran bastante cercanas porque habían comenzado a trabajar juntas desde el día uno, en el momento en que ella asumió el cargo que su hermano le había dado Andrea había aceptado ser su asistente y ninguna de las dos se había arrepentido de nada. Se llevaban bien, la dinámica que manejaban era muy buena. Andrea había sido la persona más cercana para ella en el trabajo hasta el día que llegó Lena y cambió mucho.
Luego de desayunar, encendió el computador que estaba sobre su escritorio para comenzar a revisar, editar y mejorar todas las campañas con las que estaban trabajando hasta el momento. Sus productos eran los mejores del marcado, la calidad ya de por sí les daba una ventaja, pero todos los recursos que ella había usado hasta el momento para dar credibilidad, llamar la atención y ser los creadores de los productos más comprados en el mercado, era la obra que más orgullo le daba, porque venía de su esfuerzo y del de su equipo. Se encargó de pequeños detalles sobre asignaciones prontas a salir hasta que estuvo satisfecha. Atendió llamadas e incluso una pequeña conferencia con un asociado que le pedía consejo.
“-Tienes una llamada de Lena en la línea uno- le anunció Andrea desde el teléfono fijo de la oficina”.
“-Gracias, la tomo- ofreció ella antes de sonreír”.
Marcó el número indicado en el teléfono y esperó hasta que la voz de su cuñada y mejor amiga resonara en el audífono.
“-Hola, cariño- saludó Lena, era extraño como todas ellas habían adoptado el apelativo cariñoso de Ale -¿lista para el almuerzo?”.
“-No sabía que hoy tuviéramos reunión- comentó ella con una sonrisa”.
“-Fue algo sorpresivo- explicó Lena -pero Ale no tiene tantas responsabilidades ahora mismo y Cary aceptó luego de mucho rogar, así que sería fantástico que tú también aceptaras”.
“-Claro que acepto- afirmó ella -no es como que tenga una cita romántica o algo mejor que hacer con mi tiempo”.
Un silencio cubrió algo del tiempo en la bocina y ella supo que le había dado demasiada información, justo antes de que comentara algo más, su amiga habló.
“-Eso es bueno- aceptó Lena con rapidez -entonces nos vemos en unos minutos. ¿Subes o nos vemos en la recepción?”.
“-Subo- afirmó ella con una sonrisa -estoy segura de que tengo que presionarlas para que no nos tardemos una hora en decidir”.
Ella colgó sabiendo que su amiga tendría algo que decir, pero le dio la oportunidad. Se levantó, tomó su bolso y se dirigió al ascensor. Unos minutos más tarde se encontraba en la entrada de la oficina de su hermano, Lena reía junto a Cary mientras ambas se preparaban para salir. Ellas la vieron y sonrieron antes de comenzar a molestarla como siempre hacían, era extraño como su relación se parecía mucho más a las relaciones de hermanos que de amigos y eso era algo que le encantaba. Bajaron hasta la recepción para dirigirse al estacionamiento, se subieron al auto de Lena para que ella las llevara al restaurante que al solían ir cuando estaban juntas.
Al entrar, encontraron a Ale sentada en la mesa que siempre pedían, esta las saludaba con una sonrisa inmensa en los labios. Se sentaron allí y esperaron a que el mesero llegara para tomar sus órdenes que siempre eran las mismas. Las conversaciones comenzaron con rapidez y fueron poniéndose al día con toda la información. Había pasado bastante tiempo desde que había visto a sus amigas, Lena siempre estaba ocupada con su ya notorio embarazo, Ale con su nuevo esposo y bebé, la única que había quedado era Cary, pero su amiga también se había enamorado y estaba embarazada.
-Hablando de tiempo- inició Lena de pronto -creo que es necesario hablar de lo que sucede en tu vida Lisa, cariño. No es algo que tengas que hacer si no quieres, pero te he notado tan alicaída, ya no eres la misma tú, aquella mujer valiente y algo cínica.
-Creo que todos cambiamos- dijo ella con simpleza.
-Pero solemos hacerlo en un paso hacia lo que consideramos mejor para nosotros- comentó Ale con una pequeña mueca -es como si tu personalidad extrovertida y atractiva se hubiera ocultado bajo una roca.
-Todos tenemos nuestros momentos- comentó Cary intentando restarle tensión al asunto -y siempre podemos cambiar nuestra perspectiva del mundo.
-Pero es extraño y me preocupa- dijo Lena tan sensible como siempre.
Ella suspiró antes de mirar a Cary a los ojos, sabía que su amiga le estaba diciendo que era un buen momento para decir la verdad. Y lo estaba considerando.
-Sé que solo se preocupan por mí- comentó ella -pero a veces es complicado estar con ustedes.
-¿No somos buena compañía?- Preguntó Lena con sorpresa.
-Por supuesto que sí- afirmó ella con fuerza -pero sus vidas han cambiado drásticamente, te enamoraste de mi hermano y te casaste con él, Ale también consiguió a su media naranja aunque casi lo detestó en el proceso y Cary sucumbió también, aunque se negaba desde el inicio. Todas son felices, me harán una tía revoltosa, pero a veces eso me recuerda que soy la única que queda. Ya no somos nosotras contra el mundo, ustedes tienen sus vidas y sus hijos mientras que yo sigo tiendo mi trabajo junto a una vida solitaria.
-Nos tienes a nosotras- afirmó Cary -siempre nos tendrás.
-Pero entiendo lo que quieres decir- comentó Ale con empatía en sus ojos -a veces nuestra felicidad es demasiado incluso aunque seas feliz por nosotras.
-Sé que suena horrible…- inició ella.
-Si es la verdad, entonces está bien- interrumpió Lena -querer tu felicidad no tiene nada de malo, cariño.
-Es que no pienso que pueda conseguirla- soltó Lisa -al menos no del mismo modo en el que ustedes lo hicieron.
-Recuerda que todas dijimos lo mismo, cariño- explicó Ale -yo incluso lloré, para más colmo y todas caímos. Así que no te niegues a la oportunidad.
Ella sonrió a medias antes de que Cary conectara sus ojos a los de ella. Entendimiento cruzó por sus miradas.
-Solo date tiempo- afirmó Lena con una sonrisa antes de tomar su mano -todo el mundo es distinto.
Lisa asintió, correspondiendo la sonrisa.
-Ezra ha preguntado por la tía Lisa últimamente- comentó Cary de pronto -¿cuándo irás a visitarnos?
-Pronto- aceptó ella sabiendo que aquello era mucho más que una invitación inocente.
La conversación regresó lentamente al ritmo común y todas reían, se alegraba muchísimo por sus amigas, le encantaba verlas tan felices. Disfrutó de cada risa, cada conversación o palabra, escuchó todas las anécdotas sobre embarazos o padres primerizos e incluso se burló cuando sus amigas no quisieron hablar de todo el sexo que tenían a pesar de tener niños pequeños o panzas creciendo. Esos momentos eran los mejores, saber que ellas estaban allí y que la comprendían a pesar de todo, era lo mejor. La única persona con la que había compartido eso era Alonso, y se alegraba de tener amigas como aquellas en su vida.
El almuerzo terminó unos minutos más tarde y ellas regresaron a la compañía en el auto de Lena. Subieron al ascensor y ella se quedó en el piso que le correspondía, sus amigas se despidieron con una sonrisa antes de continuar su camino hasta el último piso. Ella entró en el departamento de publicidad para dirigirse a su oficina, Andrea todavía no llegaba de su hora de almuerzo por lo que solo se dedicó a revisar todo lo que tuviera que ver con los nuevos encargos de publicidad, nuevos proyectos y productos.
Fue entonces que una llamada llegó, Andrea no estaba por lo que ella contestó directamente.
“-Lisa Navarro, oficina de publicidad- dijo con formalidad”.
“-Oh, señorita Navarro- dijo una voz masculina que sonaba bastante joven -no pensé que contestaría usted”.
“-¿Qué necesita?- Preguntó ella con una sonrisa”.
“-Hay un nuevo cliente asociado- comentó el hombre -o al menos es lo que se pretende, eso me han informado, y este quiere hacer una gran campaña publicitaria para dar a conocer este nueva asociación esperando que usted pudiera dirigirla. Por eso llamé a su oficina”.
“-¿En qué piso se encuentra?- Preguntó ella”.
“-En el piso de desarrollo- ofreció el hombre -pero podría ir a su oficina si le parece bien”.
“-Sí, eso sería lo mejor- aceptó ella -lo veo aquí señor…
“-Luis- dijo el hombre y ella colgó”.
Unos veinte minutos más tarde Andrea llegaba para recibir a hombre que fue conducido a su oficina.
-Hábleme de este nuevo cliente- pidió ella.
-Se espera que sea un nuevo asociado- le explicó el hombre luego de sentarse frente a ella -se piensa que eso sería beneficioso para ambas compañías.
-¿Se trata de una gran empresa?- Inquirió ella.
-No aquí en América, pero sí lo es en Europa- afirmó el hombre -se acaba de establecer una nueva sede en nuestro continente y al parecer quieren trabajar con los mejores.
Ella se congeló un segundo con aquellas palabras, sería una gran coincidencia si todos los sucesos se confabularan para que sucediera lo que se imaginaba, pero tuvo que preguntar. Su mente se lo pedía a gritos.
-¿Cuál es el nombre de esta empresa?- Soltó ella con cuidado.
-No han querido revelar demasiada información- comentó el hombre mirándola como si ella debiera saberlo debido a su nombre -pero creo que se trata de Santoros, la precursora italiana.
Su garganta se cerró, sus dedos se congelaron y ella solo se quedó allí pensado en lo que sucedía. Si aquello era cierto, entonces su hermano ya sabía la noticia y no se la había comunicado, es más, era la persona que había aceptado aquel trato inicialmente. Ella observó el rostro expectante de Luis que estaba tenso debido a la reacción de Lisa, el pobre hombre debía pensar que había dicho algo incorrecto por lo que ella recuperó la compostura y sonrió.
-¿Y esta empresa pidió que yo fuera la encargada de este proyecto?- Preguntó Lisa.
-Pidieron al director de publicidad- ofreció el hombre -al parecer investigaron muy bien su trabajo en esta empresa y por eso la quieren.
-Fantástico- dijo ella aunque empezaba a marearse -creo que será mejor si me envía los detalles del proyecto por correo y así yo puedo revisarlos con detalle.
El hombre asintió levantándose de la silla.
-Será un placer trabajar con usted- afirmó Luis.
-Igualmente- ofreció ella y lo observó hasta que el hombre se perdió en camino a los ascensores.
Se sentó en su escritorio una vez más antes de tomar varias respiraciones y calmar el mareo que casi la había tumbado, sabía que la ansiedad estaba recorriendo su cuerpo. Solo había una persona con la que quisiera hablar y lo haría. Con determinación y mucho enojo en su cuerpo marcó el número de la oficina de su hermano, Cary la atendió por lo que tuvo que fingir unos segundos que necesitaba hablar con su hermano por algo de trabajo, su amiga la conectó de inmediato.
“-Lisa…-inició su hermano”.
“-Santoros- masculló ella con asco -no se te ocurrió nada mejor, ninguna otra compañía salvo Santoros, Alonso”.
“-Ya te dijeron- musitó él luego de un silencio frío”.
“-Sí, me temo que ya recibí la información- afirmó ella -lástima que no haya sido de ti”.
“-¿Puedes subir a mi oficina?- Inquirió Alonso -me gustaría que habláramos aquí y aclaráramos todo el asunto”.
Ella quería mandarlo al diablo, pero aquello se trataba de trabajo y Alonso era su jefe.
“-En unos minutos estoy allí- aceptó Lisa fingiendo serenidad”.
Ella se levantó de la silla y caminó hasta el ascensor luego de indicarle a Andrea que tendría una reunión con su hermano. Cary la recibió con una sonrisa, al igual que siempre y luego ella se encerró en aquella oficina inmensa donde su hermano la esperaba. Alonso no estaba sentado detrás de su escritorio, se encontraba en los sillones dispuestos para las reuniones, así que Lisa caminó hasta allí y se sentó en el lugar más alejado de todos. Su hermano la observó unos segundos.
-La asociación con Santoros es algo nuevo- explicó su hermano -no se han dado detalles, más allá de que se podría hacer una colaboración ahora que la empresa tiene una nuevamente una sede aquí en América y quieren una buena publicidad.
-Pues eso no fue lo que me dijeron a mí- soltó ella con la misma intensidad -se me habló de una campaña publicitaria en conjunto y que esta compañía me solicitó a mí como directora del proyecto.
-Se pidió al mejor- explicó Alonso -y tú lo eres, Lisa.
-¡No voy a trabajar con Santoros, Alonso!- Ella casi gritó, explotando de rabia -tú mejor que nadie sabes mis razones y no puedo creer que me lo digas así como si nada. Jamás quiero volver a Franco Santoro, solo lo haré el día que pase a mejor vida. Pídele a alguien más que lo haga, si tanto quieres trabajar con ellos.
-No verás a Franco Santoro- afirmó Alonso dejándola fría.
-¿Qué?- Preguntó ella confundida.
-La nueva sede no se encuentra dirigida por ese hombre- explicó su hermano -son Alessandro Santoro, hijo y Piero Santoro, sobrino, los encargados de este proyecto.
-¿Franco Santoro no está aquí?
-Hasta donde poseo la información, el padre permanece en Europa dirigiendo la compañía principal- dijo su hermano -se están expandiendo una vez más y Alessandro fue el precursor de esta idea, por lo que su padre le dejó la responsabilidad del proyecto.
-¿Fue él quien me pidió en el proyecto?- Siguió ella con odio -de tal palo tal astilla.
-Él no te pidió, Lisa- insistió su hermano -solo pidió la mejor asistencia y tú lo eres. Todo el mundo sabe que eres la mejor en tu trabajo, si no te coloco en el proyecto todo el mundo se preguntará por qué y considerando lo que puede descubrirse preferí no hacerlo.
-No pienso trabajar con esa familia- negó ella sintiendo como su pecho se llenaba de rencor -todos son iguales, no vale la pena.
-No puedes juzgar al hijo por el padre, Lisa- afirmó Alonso -sabes que eso no es algo que vaya a permitir. Soy tu jefe aunque nunca haya usado mi título oficial contigo, pero lo haré de ser necesario. Tienes que estar en ese proyecto.
Ella se levantó de la silla con el semblante serio y caminó hasta la salida. Se negó a decir una sola palabra porque sabía que la rabia hablaría por ella y sería horrible, no deseaba lastimar a su hermano incluso aunque en ese momento no quisiera verlo. Bajó en el ascensor y en su oficina tomó su bolso, se despidió de Andrea y se subió en su auto en el estacionamiento. Todavía podía recordar a Franco Santoro, no sería alguien fácil de olvidar.
Aquel apellido la perseguía todavía, Franco Santoro era el hombre misterioso del que tanto había hablado. La persona que se había aprovechado de su inocencia, la había enamorado y la había usado para el bien de su compañía, solo para humillarla en aquel encuentro inesperado con su esposa en la habitación del hotel. Le había roto el corazón y la había destruido de la peor forma, avergonzándola de sus deseos, su cuerpo, destruyendo su autoestima; no quería tener nada que ver con su apellido. Se había culpado tanto tiempo, a sí misma y a su inocencia, que había corrido a acostarse con cualquier cantidad de hombres sin pensar en que esas serían sus primeras experiencias y las perdería en un mar de gente sin significado. De eso también lo culpaba. No podía verlos, a ninguno de ellos. Algo debía hacer, por fin tendrían que pagar.