Corazones en conflicto

1460 Words
Alejandro se quedó quieto por un momento, con el rostro enterrado entre las manos, su mente estaba llena de emociones encontradas, dividido entre el deseo que ardía dentro de él y lo que su conciencia le dictaba que era correcto. El olor a desinfectante del hospital le recordó la fragilidad de la vida y, al mismo tiempo, la culpa que sentía en lo más profundo de su corazón. "¿Alejandro?" La voz suave y débil de Celeste lo sacó de sus pensamientos. Levantó la cabeza y se encontró con esos ojos azules, mirándolo con confusión. Su corazón dio un vuelco cuando vio la vulnerabilidad en sus ojos. "¿Qué pasó? ¿Dónde estoy?" preguntó Celeste, tratando de sentarse. Su voz tembló levemente, revelando su miedo y confusión. Alejandro corrió a su lado y suavemente puso una mano sobre su hombro, impidiendo que se pusiera de pie. El simple toque provocó escalofríos por todo su cuerpo, recordando lo mucho que esta mujer significaba para él. "Cálmate, no te muevas", le dijo en voz baja, tratando de parecer tranquilo. "Tuviste un accidente y te caíste por las escaleras, estás en el hospital". Los ojos de Celeste se abrieron y el miedo se reflejó en ellos, su respiración se aceleró visiblemente. "¿Esto es... Serio?" preguntó en voz baja, sujetando fuertemente las sábanas blancas con sus dedos. Alejandro sacudió la cabeza y le dedicó lo que esperaba fuera una sonrisa tranquilizadora. "No, afortunadamente no, tienes algunos moretones y un brazo roto, pero estarás bien, el médico dijo que puedes irte a casa mañana". Celeste respiró profundamente, visiblemente relajada, la tensión abandonó su cuerpo y por un momento, Alejandro pudo ver lo frágil y dulce que era, cerró los ojs para aspirar la fragancia que despedía su cuerpo. De repente, ella pareció darse cuenta de algo y lo miró extrañada. "¿Siempre ha estado aquí?" Alejandro asintió, sintiendo sus mejillas enrojecer de pena. "No puedo dejarte sola", admitió en voz baja, sintiendo que su corazón latía más rápido. Celeste lo miró agradecida y la tensión entre ellos se volvió casi palpable, como si el aire de la habitación fuera eléctrico. "Gracias", susurró, con los ojos brillando con lágrimas no derramadas. "No sé qué haría sin su ayuda". Alejandro sintió que su corazón daba un vuelco, sin pensarlo, tomó la mano de Celeste y acarició sus dedos suavemente. El simple toque fue como un bálsamo para su alma torturada. "Siempre estaré aquí para ti", prometió con voz ronca. "Pase lo que pase." Sus miradas se encontraron, cada una pérdida en la del otro, lentamente, como atraídos por una fuerza invisible, sus rostros se acercaron. Alejandro podía sentir el cálido aliento de Celeste en sus labios y su corazón latía tan fuerte que temía que ella pudiera oírlo. Justo cuando sus labios estaban a punto de tocarse, un ruido en el pasillo los sobresaltó, rompiendo la magia del momento, Alejandro se apartó de repente, como si despertara de un trance. "Yo... debería dejarte tomar un descanso." Susurró mientras se levantaba torpemente. "Volveré a verte en un momento". Antes de que Celeste pudiera reaccionar, Alejandro salió de prisa de la habitación y cerró la puerta detrás de él. Se apoyó contra la pared del pasillo, respirando con dificultad, el corazón casi se le salía del pecho. Mientras tanto, en la lujosa mansión Montero se producía una acalorada discusión entre los padres de Alejandro, Elena y Ricardo. "¡No puedo creer que apoyes esta locura, Elena!", exclamó Ricardo, su voz resonó por el pasillo. "¿Una sirvienta? ¿Tu hijo está completamente loco?" Elena se paró frente a él con los brazos cruzados y dijo con firmeza: "Lo que no puedo creer es que estés tan ciego, Ricardo. ¿No ves lo feliz que está Alejandro? ¿No recuerdas lo triste que estaba después de Clara?" El nombre de Clara cayó entre ellos como una piedra, trayendo consigo una ola de recuerdos dolorosos y culpa. Ricardo se tapó el rostro con las manos, visiblemente afectado. "Por eso tenemos que protegerlo", insistió con la voz entrecortada. "¿Qué sabemos de esta Celeste? ¿De dónde es? ¿Quién es su familia? No podemos permitir que nadie entre en nuestras vidas y ponga en peligro todo lo que hemos construido". Elena se acercó a su marido y le puso una mano en el brazo en gesto de tranquilizador. "Ricardo, nuestro hijo volvió a sonreír, después de todo lo que pasó, después del s******o de Clara, pensé que lo habíamos perdido para siempre. Pero Celeste... ella le devolvió las ganas de vivir" Ricardo se apartó de repente, como si el contacto le quemara. "¿Qué pasa si ella simplemente lo está usando? ¿Qué pasa si ella es otra Natalia, esperando el momento adecuado para que caiga en su trampa?" "¡Tienes que entenderlo, nuestro hijo es responsable de su propia vida!", exclamó Elena, con evidente frustración en su tono. "Lo sé, Celeste es diferente. La he visto con Alejandro, y la forma en que lo mira... no se puede fingir". A medida que avanzaba la discusión, un aliento oscuro salió de las sombras. Malakai, el demonio que había estado acechando a la familia Montero, disfruta bade este conflicto. Se acercó sigilosamente a Ricardo y le susurró palabras viciosas al oído. "Ella lo destruirá", susurró Malakai, con voz apenas audible. "Igual que Clara, igual que Natalia. No puedes permitir que esto suceda. Tienes que proteger a tu hijo a toda costa". Los ojos de Ricardo se oscurecieron, la ira y el miedo nublaron su juicio. "¡No dejaré que esa mujer destruya a nuestro hijo!", gritó, golpeando la mesa con el puño. "¡Haré todo lo posible para que ella lo deje!" Elena dio un paso atrás, sorprendida por la intensidad de la voz de su marido. "Ricardo, por favor escúchame y no cometas un error del que te arrepientas. Alejandro nunca te perdonará". Pero Ricardo dejó de escuchar. Malakai sonrió con satisfacción. Su plan estaba saliendo como quería y pronto tendría en su poder las almas de Celeste y Alejandro. En el hospital, Alejandro luchaba contra sus propios demonios, mientras el recuerdo de su difunta esposa Clara se mezclaba con la imagen de Celeste, creando un torbellino de emociones en su interior. "Clara", susurró, cerrando los ojos con fuerza. "Lo siento mucho, no era mi intención..." El recuerdo de aquel fatídico día lo golpeaba con fuerza, el dolor y la traición en sus ojos. Luego, cuando supo que ella había saltado desde el techo del edificio de la empresa, no pudo hacer nada para salvarla, lo que la horrorizó. Alejandro se deslizó por la pared hasta quedar sentado en el suelo, con lágrimas corriendo por sus mejillas. ¿Cómo podría volver a amar? ¿Cómo podía arriesgarse a lastimar tanto a Celeste como a Clara? "No puedo", se dijo a sí mismo. "No puedo hacerle esto a Celeste, no puedo arriesgarme a lastimarla". Pero incluso mientras decía las palabras, algo dentro de él gritaba lo contrario, porque justo cuando pensaba que todo estaba perdido, Celeste trajo luz a su vida. Su sonrisa, su amabilidad, su fuerza… todo en ella lo atraía como un imán. Se levantó lentamente y se secó las lágrimas con el dorso de la mano, tenía que tomar una decisión. ¿Estaría dispuesto a volver a darlo todo por amor? Mientras caminaba de regreso a la habitación de Celeste, no notó la figura oscura que lo observaba desde las sombras. Malakai sonrió, sus ojos brillaban con malicia, se alejó satisfecho por el dolor que vio. En la mansión Montero, la riña entre Elena y Ricardo llegó a un punto muerto, emocionalmente agotada, Elena se dirigió a su habitación, dejando a Ricardo solo con sus pensamientos y la influencia del Malakai que había regresado. "Debes actuar rápido", susurró el demonio al oído de Ricardo. "Antes de que sea demasiado tarde, antes de que esa mujer destruya todo lo que rodea a tu hijo". Ricardo asintió, por sí mismo, no dejaría que esa mujer arruinara a su hijo, ¿Qué diría la sociedad al saber que tenía como pareja a una simple sirvienta? Los inversores se asustarían ante la incertidumbre de un gran escándalo. Mientras tanto, en su habitación, Valeria Montero preparaba el siguiente golpe a sus planes, en su rostro se dibujó una sonrisa torcida, tomó su teléfono y marcó un número. "¿Hola? ¿Detective Ramírez? Mi nombre es Valeria Montero. Necesito que me ayuden a investigar a una persona, su nombre es Celeste Ángel..." Los destinos de Celeste y Alejandro pendían de un hilo mientras las fuerzas del bien y del mal se preparan para la batalla. ¿El amor conquistaría a la oscuridad?
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD