Después de meses de terapia intensiva y trabajo constante, Alejandro finalmente empezó a sentir sus piernas, aunque todavía no podía soportarlo, esta pequeña victoria encendió en él una chispa que creía haber perdido.
Con esta nueva fuerza, decidió que era hora de regresar a la empresa, las noticias sobre el estado de la empresa no eran alentadoras y, a pesar de los esfuerzos de su padre, la situación parecía empeorar día a día.
Una fría mañana, mientras Alejandro se preparaba para regresar al corporativo, su asistente lo ayudó a ponerse un traje impecable, después se miró al espejo, su rostro, que alguna vez fue un símbolo de éxito y confianza, ahora mostraba las cicatrices de una lucha interior, respiró profundo y se preparó mentalmente para lo que vendría.
Al llegar al edificio de la empresa, Alejandro sintió las miradas de sus empleados sobre él, algunos lo miraban con lástima, otros con curiosidad y otros con notable desprecio. Apretó los dientes, recordándose a sí mismo que tenía que calmarse y que todavía tenía tiempo para arreglar las cosas.
Su asistente lo condujo a la sala de conferencias principal, donde los altos directivos ya lo estaban esperando, se hizo el silencio en la sala, y Alejandro movió su silla a la cabecera de la mesa y habló con firmeza.
—Señoras y señores, sé que he estado ausente por mucho tiempo y la situación a mi alrededor es… complicada, pero eso se acabó, he vuelto y es hora de que esta empresa vuelva a encarrilarse.
Uno de ellos, un ejecutivo de mediana edad llamado Rodríguez, se aclaró la garganta antes de hablar.
—Señor Montero, con todo respeto, la situación es más grave de lo que cree, hemos perdido varios contratos importantes y algunos de nuestros principales inversores nos han retirado su apoyo.
Alejandro lo miró fijamente, su voz sonó fría como el acero.
—¿Crees que no lo sé, Rodríguez? ¿Crees que he estado viviendo en una burbuja? Soy plenamente consciente de la situación y es exactamente por eso que estoy aquí.
Intervino una mujer llamada Martínez.
—Señor, entendemos su determinación, pero también debe comprender que el escándalo ha afectado gravemente nuestra reputación y muchos clientes ya no confían en nosotros.
Alejandro golpeó la mesa, sorprendiendo a todos:
—¿Qué hizo para recuperar esa confianza? ¿Estaban simplemente sentados y viendo cómo la empresa colapsaba? Bueno, esos días quedaron atrás y, a partir de hoy, trabajaremos las 24 horas del día, si es necesario, para restaurar lo que se perdió y más.
El silencio que siguió fue tenso. Alejandro continuó.
—Lo primero que tendré en mi escritorio mañana por la mañana será un informe detallado de cada departamento, vamos a revisar cada contrato, cada inversión, cada dólar que entró y salió de la empresa, y si descubro que alguien se ha aprovechado de lo sucedido para su beneficio, las consecuencias serán severas.
Los ejecutivos se miraron nerviosos y Alejandro suavizó un poco el tono, sintiendo que había dejado clara su postura.
—Sé que esto no será fácil para nadie, pero les prometo que si trabajamos juntos, saldremos de esta crisis más fuertes que nunca.
Cuando los ejecutivos salieron de la sala, Alejandro llamó a su asistente.
—Quiero tener una reunión con todos los empleados en una hora, es hora de aclarar algunas cosas.
Una hora más tarde, el auditorio de la empresa estaba lleno, con empleados de todos los niveles apiñados, susurrando y adivinando el propósito de la reunión. Hubo un silencio inmediato cuando Alejandro entró, empujando su propia silla de ruedas.
— Buenos días a todos —dijo Alejandro con voz firme y clara —Sé que mi regreso generó muchas preguntas y probablemente muchos rumores, por eso quiero decir clara y directamente que sí, pasé por dificultades y punto. Sí, cometí errores catastróficos, pero he vuelto y espero que cada uno de ustedes muestre el mismo nivel de profesionalismo y dedicación que siempre he exigido.
Hizo una pausa y sus ojos escanearon a la audiencia.
—A partir de este momento, no quiero escuchar ningún rumor o especulación sobre mi vida personal o eventos pasados, estamos aquí para trabajar, para hacer avanzar la empresa, y cualquiera que difunda chismes o información no autorizada será despedido inmediatamente, ¿Entendido?
Un murmullo de asentimiento llenó la habitación y Alejandro asintió.
—De acuerdo, ahora volvamos todos al trabajo, tenemos mucho que hacer.
Mientras los empleados se marchaban, obviamente impactados por la dureza del jefe,el Ángel vio regresar a Alejandro con preocupación y esperanza, pero su corazón aún estaba lleno de amargura y dolor.
Los siguientes días fueron un torbellino de actividad mientras Alejandro trabajaba incansablemente, revisando informes, renegociando contratos y llamando a inversores. Su determinación era feroz, casi obsesiva, y el Ángel lo observaba, temeroso del impacto que este ritmo frenético tendría en su ya frágil estado emocional.
Una tarde, mientras Alejandro estaba inmerso en una montaña de documentos, sonó su celular, era su madre llamando.
—Alejandro querido, es Sofía, ella está de parto y la pequeña Clara está por nacer.
El corazón de Alejandro dio un vuelco y por un momento todos los problemas de la empresa, toda la amargura que lo consumía, desaparecieron.
—Voy para allá —dijo, con la voz ligeramente temblorosa.
De camino al hospital, Alejandro se sintió nervioso y ansioso mientras el ángel invisible se sentaba junto a él en el auto, sonriendo, este era el momento que estaba esperando, una oportunidad de que una nueva vida iluminará la oscuridad que rodea a Alejandro.
Luego de llegar al hospital, Alejandro se encontró con sus padres en la sala de espera y Elena lo abrazó con lágrimas de emoción en los ojos.
—Oh, Alejandro, ¿No es esto emocionante? Nuestra primera nieta.
El habitualmente serio Ricardo también pareció conmovido.
—Sofía es fuerte y todo estará bien.
Los minutos transcurrieron lentamente y Alejandro se movía inquieto en su silla, sintiéndose a la vez feliz y culpable, después de todo lo que había hecho, ¿Merecía ser parte de ese momento feliz?
De repente, un grito agudo rompió el silencio, y Alejandro sintió que su corazón dejó de latir por un instante, la pequeña Clara había llegado a este mundo.
Unos minutos más tarde, el cuñado de Alejandro salió de la sala de partos con una sonrisa feliz en el rostro.
—¡Nació mi hija! ¡Y es perfecta! Sofía está bien, las dos están bien.
Elena y Ricardo abrazaron al nuevo papá, riendo y llorando al mismo tiempo. Alejandro permaneció en silencio, abrumado por la emoción.
Cuando finalmente les permitieron entrar a la habitación, Alejandro dio un paso atrás, vacilante, su madre lo notó y lo animó gentilmente.
—Vamos hijo, tu hermana quiere que conozcas a tu sobrina.
En la habitación, Sophia estaba acostada en la cama, cansada pero feliz, sosteniendo en sus brazos un pequeño bulto envuelto en una manta rosa, moviéndose levemente. Sofía sonrió al ver a Alejandro.
—Acercate Ale, te presentaré a la pequeña Clara.
Con manos temblorosas, Alejandro sostuvo en sus brazos a la bebé, tan pequeña, tan frágil, sus pequeños ojos, aún mal enfocados, parecían estar mirando directamente a su alma. En ese momento, algo dentro de Alejandro se rompió.
Las lágrimas corrieron por su rostro mientras sostenía a su sobrina en brazos.
—Hola Clara —susurró —soy tu tío Alejandro, y te prometo que siempre estaré a tu lado. siempre.
El ángel, invisible para todos, extendió sus alas y los envolvió, la escena era dolorosamente hermosa, un hombre destrozado que encontraba la redención en los ojos de un recién nacido.
Dios observó atentamente desde arriba, se dió cuenta de que el ángel se involucraba emocionalmente más de lo que debería hacerlo, pero por ahora, dejaría que las cosas siguieran su curso, la llegada de esa nueva vida podría ser justo lo que Alejandro necesitaba para encontrar el camino de regreso a la luz.
Mientras la familia celebraba la llegada de la pequeña Clara, nadie notó la sombra oscura que se deslizaba por el pasillo del hospital.
El demonio, frustrado por este incidente, no se rendiría fácilmente y la batalla por el alma de Alejandro estaba lejos de terminar.
En ese momento, Alejandro abrazó a su sobrina y sintió que un calor inexplicable lo envolvía, por un momento creyó ver un destello dorado, como el reflejo de un ala, y parpadeó, confundido, perdió la visión, pero la sensación de calma permaneció.
— ¿Estás bien, Ale? —preguntó Sofía al notar la extraña expresión en el rostro de su hermano.
Alejandro asintió lentamente, todavía sosteniendo al bebé.
—Sí, es que… por un momento, sentí como si alguien nos estuviera protegiendo.
Sofía sonrió, atribuyendo las palabras de su hermano a la emoción del momento.
—Quizás Clara, nuestra Clara, nos esté cuidando desde el cielo.
Alejandro miró al bebé en sus brazos, luego al espacio vacío donde creyó ver un brillo dorado, y por primera vez en mucho tiempo, una sonrisa genuina apareció en su rostro.
— Quizás tengas razón, Sofía.
El ángel se dio cuenta de que Alejandro había notado su presencia y sintió una mezcla de alegría y preocupación en su corazón. Su vínculo se fortalecía, pero ¿Cuáles serían las consecuencias?