Celeste luchó por ponerse de pie, sintiendo cada músculo y articulación de su cuerpo protestar, el dolor en su cuerpo era una sensación nueva que jamás había experimentado ella misma.
La realidad de la situación en ese momento la golpeó duramente, ya no era un ángel, no podía sentir la ligereza de sus alas, no tenía fuerza, ni la conexión divina que siempre la había ayudado.
Ahora sólo era una mujer humana, sola y perdida en un mundo que apenas comprendía, y que sentía un miedo terrible que nunca antes había conocido.
—Padre —susurró, mirando hacia el cielo nocturno, buscando su conexión perdida ¿Qué he hecho?
Preguntó, pero no hubo respuesta, y la desaparición de esa voz, la desaparición de la guía divina que siempre la había acompañado, la llenó de desesperación.
Por primera vez en su vida, Celeste se sintió verdaderamente abandonada, no sabía qué hacer ni adónde ir.
Llena de miedo y confusión, Celeste se escondió en un rincón del callejón oscuro, su cuerpo temblaba por el frío de la noche.
Se abrazó a sí misma y cruzó los brazos sobre el pecho, pero ni siquiera esa posición hizo nada para disminuir la sensación del viento helado que soplaba sobre su piel como un cuchillo.
Estaba en un mundo que ahora, desde esa perspectiva, le parecía desconocido, cada sonido y cada sombra que se movía en la oscuridad la llenaban de un profundo miedo.
Mientras tanto, en la mansión Montero, Alejandro se prepara para ir a dormir. Desde fuera, su vida volvía a parecer perfecta, de nuevo era el exitoso hombre de negocios, con reconocimiento y poder.
En casa, sin embargo, esa imagen se desmoronaba, su enorme cama tamaño king no hacía más que aumentar el vacío que sentía todos los días. Se recostó lentamente, mirando al techo mientras sus pensamientos lo traicionaban, llevándolo de regreso al pasado, llenándolo de recuerdos que le hacían daño.
— Clara — susurró en la oscuridad — ¿Podré estar contigo algún día?
Sin saberlo, separados, Alejandro y Celeste compartían un sentimiento común: la soledad.
A la mañana siguiente, Celeste recorrió las calles de la ciudad intentando comprender su nueva realidad, las personas se apartaban de su lado, aunque era muy bella, su apariencia sucia y descuidada hacía que le sacarán la vuelta.
El hambre, otra sensación que desconocía completamente, le torturaba el estómago, pasó por una panadería y el aroma del pan recién horneado le hizo salivar.
El panadero, un anciano de aspecto amable, notó su mirada anhelante.
—Chica, ¿Tienes hambre? Preguntó con cortesía.
Celeste asintió tímidamente y el hombre desapareció por un momento, regresando con una bolsa de pan, y una botella de leche.
— Esto es de ayer, pero sigue siendo bueno.
— Yo... no tengo la capacidad de pagar — respondió Celeste con torpeza.
El panadero sonrió.
— No te preocupes, considéralo un regalo, Dios da para todos, no debes de olvidarlo.
Celeste tomó la bolsa, con lágrimas de gratitud brotando de sus ojos, aquella última frase del viejo panadero, le hizo mantener la esperanza de que Dios aún se acordaba de ella.
—Gracias y que Dios los bendiga.
Poco después, Celeste está sentada en una banca del parque comiendo pan y pensando en su situación, ¿Cómo podría acercarse a Alejandro en esa situación? ¿Cómo podría cumplir la misión que Dios le había encomendado para redimirse?
Entonces le llamó la atención una noticia en un periódico abandonado: un artículo sobre Alejandro Montero y su exitosa recuperación tras un trágico accidente.
El artículo concluía mencionando que la empresa de los Montero estaba organizando un evento benéfico para recaudar fondos para el centro de rehabilitación.
El corazón de Celeste se aceleró, esta podría ser su oportunidad.
Mientras tanto, en la oficina de Alejandro, los preparativos para el evento benéfico estaban en pleno apogeo, su asistente entró con un montón de documentos.
— Señor Montero, estos son los últimos detalles del evento y necesitamos su aprobación final.
Alejandro miró los papeles distraídamente.
— Bueno, confío en tu criterio, solo asegúrate de que todo esté perfecto.
La asistente dudó un momento antes de hablar.
—Señor, ¿Puedo preguntar.? ¿Ha considerado llevar una acompañante al evento?
Los ojos de Alejandro se endurecieron.
—No necesito una compañera, puedo manejar esto solo —contestó sin poder evitar sentirse molesto por la pregunta.
—Por supuesto señor, lo siento, no era mi intención… —La asistente se disculpó al notar que había incomodado a su jefe.
—Está bien —interrumpió Alejandro, con su tono un poco más suave —sé que todos están preocupados, pero estoy bien de esta manera, y me gustaría que lo entiendan.
Cuando la chica salió de la oficina, Alejandro miró por la ventana, sus pensamientos derivaron en recuerdos de Clara, ¿Cómo podría considerar estar con otra persona cuando su corazón todavía le pertenecía a ella?
Con el paso de los días, finalmente llegó la noche del evento benéfico, el salón de banquetes del hotel de lujo estaba elegantemente decorado y la élite de la ciudad se reunió para apoyar la organización benéfica.
Alejandro, vestido con un impecable traje n***o, caminaba entre los invitados intentando sonreir, y saludando, pero a sus ojos les faltaba la calidez del pasado, se había vuelto frío, distante.
Afuera del hotel, Celeste miraba el edificio brillantemente iluminado, sintiéndose nerviosa y decidida, en los últimos días, había logrado conseguir un par de zapatillas, y ropa sencilla y elegante, trabajando duro, realizando varios trabajos temporales.
—No pierdas esta oportunidad, nunca volverá —se dijo, respirando profundamente antes de entrar, ahora su misión era mayoe, tenía que conseguir la redención para los dos.
Al entrar en el lugar, Celeste quedó impactada por la opulencia que la rodeaba, enseguida buscó a Alejandro, su corazón se aceleró cuando finalmente lo vio.
Justo cuando estaba a punto de acercarse a él, un camarero pasó junto a ella con una bandeja con copas de champán, Celeste, que no estaba acostumbrada a caminar con tacones altos, tropezó y chocó con el camarero. Los vasos cayeron al suelo con un fuerte estruendo, atrayendo la atención de todos.
A Alejandro le llamó la atención el ruido y giró para ver qué pasaba, se encontró con Celeste, quien estaba de rodillas recogiendo los fragmentos de vidrio, con las mejillas sonrojadas de vergüenza, levantó la cabeza y sus ojos se encontraron.
Por un momento, algo en los ojos de la chica llamó la atención de Alejandro, una inocencia y pureza que no había visto en mucho tiempo, y su rostro, podría asegurar que lo había visto antes en algún lado, sin pensarlo, caminó hasta ella para ayudarla.
—¿Cómo estás? —preguntó, extendiendo su mano para ayudarla a levantarse —la reacción de Alejandro llamó la atención de las personas que los rodeaban, él no solía acercarse a nadie.
Celeste quedó tan sorprendida por su cercanía que casi se quedó sin palabras, pudo sentir el calor de su mano al contacto, sintiendo que la invadía una sensación extraña.
—Yo... lo siento, soy tan torpe —se disculpó tratando de controlar los nervios que la invadieron al tenerlo tan cerca, sabía que tardaría en poder controlar todas esas nuevas emociones.
Alejandro, por primera vez en mucho tiempo, sintió curiosidad.
— No te preocupes —respondió, bajando su voz a un tono suave — estos accidentes suceden, es más común de lo que parece —dijo, tratando de minimizar lo sucedido y hacerla sentir mejor.
Celeste lo miró con los ojos llenos de una emoción que Alejandro no pudo descifrar, sintió de nuevo como si la conociera de alguna parte, había una sensación de familiaridad.
—Gracias —dijo Celeste, su voz apenas era un susurro —es muy amable de su parte, Sr. Montero.
Alejandro parpadeó sorprendido.
—¿Nos conocemos? preguntó intrigado.
Celeste tartamudeó al darse cuenta de su error.
—No, yo…Lo reconocí por la foto del periódico, su trabajo es admirable —mintió, algo que nunca había hecho antes.
Alejandro asintió lentamente, todavía muy interesado en esta misteriosa y hermosa mujer, antes de que pudiera decir algo más, su asistente se acercó.
— Señor Montero, ha llegado el momento de su discurso, lo esperan en el podio para presentarlo —dijo, para después escanear con la mirada por completo a Celeste.
Alejandro le dio a Celeste una última mirada antes de alejarse.
—Lo siento, tengo que irme —no sabía porque, pero le hubiera gustado quedarse al lado de esa chica.
Celeste lo vio alejarse, su corazón latía con fuerza, había estado tan cerca, había sentido su calor, había visto de cerca esos ojos que había mirado tantas noches, pero ahora, como humana, se sentía más lejos de él.
Mientras Alejandro subía al podio para pronunciar su discurso, Celeste se mezcló con la multitud, tratando de evitar las miradas incómodas, su mente daba vueltas como loca. ¿Cómo podría acercarse a él? ¿Cómo podría cumplir su misión divina para redimirse?