Antes de que pueda meter la mano en sus bragas y tocar a Gabby, Marie se levanta. Sigue mirando la tele, así que solo tenemos un momento para disimular lo que hacemos antes de que se dé la vuelta. Saco la mano de su pijama y Gabby me suelta la polla, bajándose la camiseta.
—¿Tienen hambre? —pregunta Marie, cogiendo sus cuchillos nuevos—. Empezaré con la cena para que esté lista a las siete. ¿Y si también preparo una tabla de embutidos?
—Te mueres por usar esos cuchillos —bromea Gabby, sonriéndole a su madre como si no estuviera simplemente provocando mi polla a su lado.
—Culpable de los cargos —se ríe Marie antes de caminar hacia la cocina.
La puerta se cierra tras ella y Gabby no pierde ni un segundo en acercarse y besarme. Su lengua se desliza dentro de mi boca y un gemido desesperado escapa de su garganta. Su mano aprieta mi pene antes de llevárselo a la boca y lamer el líquido preseminal.
—¿Qué tal si te doy tu verdadero regalo ahora mismo? —pregunta Gabby, mordiéndose el labio y sonriéndome.
—¿Qué tienes en mente?
Sin dudarlo, mete la cabeza bajo la manta y empieza a lamerme la polla. Solo sentir su aliento contra mí me estremece. Besa la punta y la rodea con su delicada lengüita, empapándola con su saliva.
Hace calor. Demasiado calor para apartarla y detenerla, aunque solo hay una delgada pared entre nosotros y Marie en la cocina.
Cuando los labios de Gabby me rodean la cabeza, sé que no tengo ninguna oportunidad. Tengo que dejar que esto suceda. Lo necesito.
Gime mientras se mete más de mi v***a en la boca, moviendo la cabeza de arriba abajo. Escucho atentamente el tintineo de las cacerolas en la cocina mientras Marie empieza a cocinar, pero no puedo mirar hacia la puerta. Tengo que vigilar a Gabby.
Levanto la manta y observo cómo mi sexy hijastra me toma entero en su boca. Me mira con ojos vidriosos de lujuria mientras me traga la polla tan profundamente que siento su garganta contraerse a mi alrededor.
—Me la chupas tan bien —susurro, mirando brevemente hacia la puerta de la cocina—. La zorrita de papá sabe cómo hacerlo feliz...
Ella gime en señal de aprobación y yo dejo escapar un gemido involuntario. Marie sigue ocupada en la cocina, así que, afortunadamente, no me oye.
Mis dedos se entrelazan con las hermosas ondas rubias de Gabby mientras le sostengo la cabeza y contraigo mis caderas contra ella. Se atraganta con mi polla mientras me preparo para correrme en su garganta cuando oigo silencio en la cocina, seguido de pasos.
Le quito a Gabby de encima y ella se incorpora rápidamente, limpiándose la saliva del mentón justo cuando Marie entra por la puerta.
—¿Quieren queso gouda o cheddar? —pregunta Marie, sin entender lo más mínimo lo que está pasando.
—El cheddar está bien —digo y Gabby asiente con la cabeza.
Marie nos levanta el pulgar y regresa a la cocina. Gabby inmediatamente baja la cabeza para chupármela y la detengo. Me mira confundida y yo solo sonrío.
—Tu boca es genial, nena, pero quiero tu coño —susurro—. Ve a decirle a tu mamá que vas a visitar a Nadia y espérala en mi coche. Estaré allí enseguida.
Me siento en el sofá mientras Gabby se levanta y hace lo que le pido. Corre a su habitación, se cambia, sale de casa y se queda un momento junto a la puerta para mostrarme que tiene las llaves del coche en la mano.
—Creo que me voy a vestir y correr al mercado de la calle a comprar ponche de huevo —le digo a Marie.
—¡Qué buena idea! Si ves salsa de arándanos, ¿me la traes? —Le hago un gesto de aprobación y me dirijo a mi coche.
Gabby ya está esperando en el asiento trasero, acostada boca arriba con la camisa levantada nuevamente.
—Pensé que te unirías a mí aquí en el asiento trasero —se burla Gabby, frotando sus manos sobre sus pezones duros.
—Créeme, lo soy. Solo tenemos que salir de casa primero —digo mientras pongo el coche en marcha.
Gabby no se mueve y la miro por el retrovisor mientras conduzco hacia el parque y busco un sitio apartado para aparcar.
Afortunadamente, no hay mucha gente aquí el día de Navidad, así que Gabby y yo tenemos mucha privacidad.
Me subo al asiento trasero y enseguida bajo mi boca a sus pechos con avidez. Me pasa los dedos por el pelo y gime mientras le paso la lengua por los pezónes.
—¡Dios mío, papi! —gime, moviendo las caderas contra mí—. Estoy tan mojada por ti, papi. No sé cómo voy a controlarme contigo con mamá en casa.
—No —le digo con una sonrisa mientras aparto la boca de sus pechos—. Me encanta esto. Jugar con mi polla alrededor de ella, quiero decir. Eres muy traviesa y me encanta. Mira lo que me haces.
Me desabrocho los pantalones y le muestro mi polla palpitante. Se muerde los labios y se baja los pantalones. —Lo deseo con todas mis fuerzas, papi.
—¿Qué quieres? —pregunto, recorriendo con el dedo su coño rosado y perfecto y llevándolo a mi boca para saborear sus jugos—. Dile a papá lo que quieres.
—Quiero tu polla —gime Gabby mientras la acerco a su coño—. Quiero que me llenes con tu polla gorda, papi. ¡Lléname de tu semen!
Deslizo mi polla entera dentro de ella con facilidad. En segundos, se aprieta a mi alrededor y ella ya está a punto de correrse.
—Joder, estás tan apretada —gimo mientras mi polla se estremece dentro de ella.
Con tanto jugueteo, ya casi la lleno de mi semen. Me aprieto contra ella y espero a que mi polla se calme antes de embestir.
Cuando lo hago, Gabby gime en mi oído mientras mis caderas la embisten. Con cada embestida siento que mi polla se endurece, suplicando liberarse dentro de su estrecho coñito.
—¡Joder, sí, papi! —grita al llegar al orgasmo, y su coño se aprieta aún más a mi alrededor mientras me atrae más con cada embestida, como si no quisiera soltarme.
Finalmente me corro y gimo mientras me follo a mi hijastra con más fuerza, dejando que su coño me ordeñe la polla y la llene de mi semen. Me inclino hacia adelante y le chupo el pezón, mordiéndolo suavemente mientras me corro y Gabby grita mi nombre mientras intenta controlarse.
Cuando ambos nos acomodamos, saco mi polla y observo su coño gastado mientras expulsa mi semen. Intenta recuperar el aliento contra el asiento mientras me acerca su coño con una sonrisa.
Me lamo los labios y la miro con una carcajada. Mi polla ya está blanda, y por mucho que me encantaría volver a llenársela, tengo que esperar un poco. Pero hasta entonces, puedo saborearla.
—Eres insaciable —le digo antes de besar su clítoris hinchado.
Ella jadea y gime mientras lo recorro con la lengua, mirándola con una sonrisa de satisfacción.
Su coño está empapado con una mezcla de nuestro semen y le meto un dedo para darle aún más placer. Gime contra el asiento del coche mientras todo su cuerpo tiembla.
—Sí, sí, sí —repite una y otra vez mientras otro orgasmo la invade.
Su coño agarra mi dedo y le meto otro mientras se corre hasta llenarla por completo. —¡Me haces sentir tan bien, papi!
Cuando tuvo su segundo orgasmo, me aparté y le sonreí, limpiando sus jugos de mi barbilla.
—¿Cómo tuve tanta suerte contigo? —pregunto mientras nos recomponemos y nos preparamos para marcharnos y volver a nuestro día de Navidad habitual.
Realmente podría acostumbrarme a esto.