Hola mis bellezas!!! Acá comienza la segunda novela, al igual que la anterior es de padrastro x hijastra.
Capitulo 1.
Cuando por fin llegó a casa después de otro día de clases aburridas, Gwen guardó sus cosas en su pequeño dormitorio y fue a comer algo a la cocina. Su madre, Helen, estaba allí, preparando la cena. Al verla poner tres platos en la mesa, la universitaria apretó los dientes.
¿En serio, ya estaba metida en el papel de ama de casa? No se casaría con el chico hasta la semana siguiente. ¿Qué tan patética y desesperada podía estar?
"Gwendolyn, ayúdame a poner la mesa", dijo la mujer de mediana edad. "Quiero causarle una buena impresión a nuestra visita".
La joven rubia se cruzó de brazos e hizo una mueca, mirando a su madre.
"Bueno, yo no. Tu 'visitante' puede irse a la mierda."
Helen chasqueó la lengua, irritada. No esperaba que su hija aceptara esto sin hacer ruido, pero esta rebeldía infantil ya había durado demasiado.
"¡Cuidado con lo que dices, jovencita!", le advirtió. "¡Ya tienes 20 años, no tengo obligación legal de mantenerte bajo mi techo si no te portas bien!"
"¿Qué techo?", se burló Gwen. "De todas formas, no tendremos techo en unas dos semanas, ya que quieres que nos mudemos con tu supuesto 'prometido'. Llevan menos de seis meses saliendo y ya suenan campanas de boda y van a vivir en su casa. ¡Apenas lo conoces, es ridículo! Y me llevas como si fuera un maldito equipaje. ¡Esto no está bien, mamá!"
Helen se masajeó la frente, sintiéndose muy cansada. Sabía que todo iba rápido. Demasiado rápido. Pero no es que tuviera muchas opciones.
¿De verdad? —preguntó—. Patrick Williams es un hombre amable y educado, y no es un desconocido. Ha sido nuestro vecino durante mucho tiempo; lo conoces desde que eras niño. Sé que no es el padrastro ideal, pero estoy segura de que se llevarán bien. ¿No podrías simplemente... alegrarte por mí, Gwendolyn? Me encantaría que me apoyaras.
—Bueno, ¡no te apoyaré si lo tiras todo por este viejo gordo imbécil que solo quiere meterse en tus pantalones y hacerte cocinar! ¡Vales más que eso, mamá!
"¿Y si no lo soy?", respondió Helen con frialdad. "Me estoy haciendo mayor, Gwendolyn, los hombres ya no me miran como antes. Sé que una universitaria guapa como tú, que tiene a medio auditorio mirándola cada vez que viene a clase, no puede entenderlo, pero llega un momento en que hay que sentar cabeza. Aunque sea... Bueno, no con el hombre de tus sueños. Patrick es decente y cariñoso, y tiene un trabajo estable. No es una mala opción para una madre soltera de casi 50 años."
Esos cumplidos la enfurecieron. Su madre siempre hacía eso; siempre intentaba edulcorar las cosas primero cuando tenía que tragar un trago difícil.
Gwen sabía que era una mujer atractiva; atraía la atención de muchos chicos gracias a su bonita melena rubia y corta y su cuerpo esbelto. Ella también lo apreciaba, por eso solía usar tops cortos para realzar su figura. También se hizo un bonito piercing en el ombligo recientemente, además del que ya tenía en la ceja, y se tiñó la punta del pelo de rosa por capricho.
Pero ese no era el punto. Su madre no iba a salirse con la suya con esos halagos superficiales.
—Así que ya está. ¿Lo dejarás todo por un lugar cálido donde dormir y un techo? —se burló Gwen, con las mejillas rojas de ira—. ¿Qué crees que pensaría papá de esto?
—¡Ni se te ocurra mencionar a tu padre! —respondió Helen, señalándola con el dedo—. ¡Han pasado dos años! Lo lloré, le puse flores en la tumba cada dos semanas, tengo derecho a seguir adelante. ¡Y debo hacerlo! Perdí mi trabajo, y hoy en día nadie contrata a una mujer de mi edad. Tengo que llegar a fin de mes, de una forma u otra.
—Sí, entonces papá muere y te lanzas contra el primer tipo que encuentras para pagar tus gastos —espetó Gwen—. ¡Estás vendiendo tu trasero por dinero! ¡Eres prácticamente una puta, mamá!
Helen no pudo soportarlo más y golpeó furiosamente la mejilla de su hija, mientras las lágrimas corrían de sus ojos.
"¡Yo también hago esto por ti, hijo desagradecido!", exclamó. "La matrícula universitaria te cuesta un ojo de la cara, el alquiler se dispara, la comida cada vez más cara. ¡Alguno de nosotros tiene que ganarse la vida, aunque sea haciendo algo así!"
Gwen se tocó la mejilla, completamente sorprendida. Su madre jamás le había puesto la mano encima. La mujer de mediana edad se miró la palma de la mano y empezó a temblar, al darse cuenta de lo que acababa de hacer.
"Espera, Gwendolyn, cariño...", dijo Helen con la voz entrecortada. "Lo siento. No quise..."
"¡Sí, lo hiciste, joder!" respondió la universitaria antes de salir furiosa de la cocina.
Gwen corrió a su habitación, agarrándose la mejilla enrojecida e intentando ocultar las lágrimas. Sabía que estaba fuera de lugar al llamar a su madre así, pero... ¡golpearla no estaba bien! ¡Qué maldita zorra!
La guapa rubia cerró la puerta de golpe tras ella y se tiró en la cama, gritando contra la almohada para calmar los nervios. Pronto, todo a su alrededor desaparecería. La habitación donde había crecido, el suelo de madera que aprendió a pisar, la cocina donde se quemó los dedos innumerables veces con los fogones.
Todo esto porque su madre se casaba con un hombre al que ni siquiera amaba, por puro interés material. Toda esta situación hacía que Gwen se sintiera impotente, casi como si hubiera vuelto a ser una niña. ¡Como si no tuviera voz ni voto!
Entonces, una idea surgió en su mente. Al principio era pequeña e inestable, pero pronto empezó a arraigarse, a expandirse, a extenderse por todo su cerebro hasta hacerse evidente.
Si su madre no encontraba la fuerza para poner fin a esta absurda unión, que así fuera, Gwen lo haría en su lugar. ¡Iba a arruinar este maldito matrimonio y a librarse del viejo canalla que tuvo el valor de creer que podía reemplazar a su padre! Y para eso, la guapa universitaria tenía el arma perfecta.
"¿Quieres que reciba a tu visita, mamá? Recibiré a tu maldito visitante...", refunfuñó, rebuscando en su armario y sus cajones.
Gwen juntó un conjunto de ropa en su cama: partes de un atrevido disfraz de Halloween que usó en octubre pasado, unas bragas atrevidas que compró para una cita sexy con un ligue suyo en primer año, y algunos accesorios que coleccionó después de una fiesta de la hermandad en el campus. Cuando se lo puso todo, ¡el resultado fue incluso mejor de lo que esperaba! O mucho peor, según a quién le preguntes.
¿Su madre usaba su cuerpo para conseguir dinero y estabilidad? Entonces Gwen seguiría sus pasos. Usaría la misma herramienta para alcanzar sus propias metas...
***
Poco después, sonó el timbre mientras Helen estaba ocupada con la cocina. Antes de que pudiera guardar los cubiertos, su hija gritó desde la puerta:
- ¡No te preocupes mamá, yo lo conseguiré!
"¡Gracias, cariño!"
Gwen llevaba treinta minutos esperando cerca de la puerta, queriendo asegurarse de ser ella quien recibiera al Sr. Williams cuando llegara. La primera impresión es importante, ¿verdad? ¡Pues iba a causar una impresión sensacional!
La joven de 20 años abrió la puerta y saludó a la cita de su madre con una sonrisa y un guiño travieso.
"¡Holaaaaaaa, señor!", dijo. "¡Qué amable de su parte haber venido, ha pasado tanto tiempo!"
A Patrick William casi se le cayó la mandíbula al ver a Gwen. Esperaba pasar una tarde tranquila con su futura esposa y su hija, pero la chica que tenía delante era... muy distinta a como la recordaba.
No era de extrañar que el hombre de mediana edad se sorprendiera. Gwen solía salir con sudaderas sencillas y vaqueros, pero ahora llevaba un atuendo mucho más arriesgado: unos shorts vaqueros ajustados que dejaban ver los cordones de su tanga en las caderas y un top rosa tan ligero que dejaba ver la parte inferior de sus senos y dejaba claro que no llevaba sujetador. Para completar su atuendo, se puso medias negras de rejilla sobre sus piernas largas y esbeltas, lo que le daba un aspecto aún más sensual.