El trato

2347 Words
Dos meses después... —¡Está usted embarazada! —me comunica la doctora y el pavor me domina —.¡Felicidades!¿Es su primer hijo? —asiento por inercia. No soy dueña de mi misma —. Le indicaré unos estudios y nos veremos en dos semanas. En principio todo está bien. —¿Cuánto tiempo tengo? —suelto pero no se parece a mi voz. —Más menos ocho semanas. Su repuesta me deja pensando y no quiero llegar a la conclusión que llego: aquel bendito hombre y yo vamos a tener un hijo. ¡Madre mía...! Lo genial conseguido pero no como pretendía. No quería algo así. Esperaba poder quedarme el recuerdo para mi sola, ese hombre que ahora está muerto se quedó enquistado en mi corazón y aunque no entiendo por qué no puedo evitarlo, necesitaba dejar esto atrás pero ahora todo se ha ido al traste. —Pero...he mestruado —me siento y me limpio el vientre. Todavía estoy asustada. —En algunas ocasiones sucede. No discuto nada más porque soy muy consciente de que he venido porque este mes mi regla no vino y no he tenido relaciones con nadie desde aquella noche de desenfreno. No tengo dudas de que es suyo. Es que lo tengo claro. Yo lo buscaba, tenía un trato pero no quería que fuera así...no con él después de lo que me hizo sentir. Salgo de allí y compro las vitaminas y demás que me indica mi doctora para luego guiarme a mi y a mi bebé, a casa. Estos dos meses mi vida cambió un poco, las cosas fueron a mejor y finalmente había desechado la única opción que semanas atrás tenía pero ahora...ahora este bebé está dentro de mi y las cosas son más difíciles de afrontar. Totalmente perdida paso dos días en los que me planteo si buscarlos o no. Si llevar al final de este absurdo o no hacerlo. Quizás deba decirle y tomar nuevas decisiones a raíz de eso pero...solo recuerdo con certeza, los ojos azules, la voz ronca y un tatuaje de una brújula en el brazo derecho junto a un mapa de lo que parece alguna isla del caribe de aquel hombre que ahora ha muerto. —¡Joder, tía! Que suerte... —alienta Laura y ruedo los ojos. —Pero, ¿qué dices de suerte, Lau? —se queja la rubia que no puedo sino intervenir —. Es de un desconocido. Y está muerto. —Ella nos tiene para ayudarla —se defiende recomponiendo mi gesto adusto. Me obliga a reírme porque es lo más absurdo que alguna vez ha dicho. —Mi suerte suele ser una mierda muy grande, y te falta un dato —las dos me miran con interés —. Un tío como ese no creo que esté libre. Puede que tenga mujer, hijos, y bienes en común detrás de un matrimonio desgastado pero del que no te sales por los niños y me mande a carajo cuando le diga que fui lo suficientemente idiota e inmadura como para follar con un desconocido sin siquiera ponerme un preservativo. Y yo estaría teniendo al hijo de alguien que podría tener familia y no sé nada —hago una pausa para confesar algo que no esperaba tener que hacer —... además de que yo tenía un trato con otras personas chicas, este bebé no está aquí dentro por azares del destino. Es complicado. —Explícate mejor, cariño —exige Alicia. Y lo hago. Les cuento todo lo que estúpidamente planifiqué cuando no creía tener más opciones y después de que me riñan en varios idiomas, empiezan a buscar soluciones para la situación. (...) Otros dos días después, mi vida sigue patas arriba y decido decirle a la pareja, que me he arrepentido...que ya no pienso darles al bebé y que tampoco estoy considerando tenerlo. A pesar de los días mi mente es un absoluto caos aún. He pedido el día en el trabajo y puesto que el dueño de la firma lleva dos meses de viaje no creo que tenga grandes problemas en volver a tiempo. Sé que ha estado viendo mi trabajo y se siente complacido, él es juez y yo su nueva fiscal... estar conformes con el trabajo del otro es vital para ambos pero me lleva ventaja, sabe de mi y yo no sé de él. Llego al restaurante abordo de un hermoso yate donde me han citado y me siento, nerviosa juego con la servilleta en mis muslos. Pido una manzanilla fría y espero a que lleguen. Yo había decidido algo horrible lo sé pero no tenía opción y al final iba a ayudar a una pareja con problemas...sería la portadora de un bebé subrogado. Les daría a su hijo y ellos cubrirían mis agotados arcas para terminar mi carrera, eso habíamos acordado y ninguno de los dos quería saber nada del asunto salvo que tendría a su bebé. Según sé, ella no puede ser madre y él, él ya no sabe como complacer a su mujer. En fin, que a pesar de lo mal que se pueda ver iba a darles ese niño pero ahora no me siento capaz. Me he quedado embarazada de un hombre que me hizo volar en una sola noche. Un hombre que no logro olvidar, que sé que ha muerto en aquel terremoto pero del que no conozco nada y no pude saber tampoco. Ya no puedo darles el niño, > > Me repito una y otra vez lo que mis amigas dijeron después de alucinar con lo que estuve dispuesta a hacer pero no es suficiente, sigo sintiéndome mal conmigo misma. Es muy distinta como se ve la vida cuando estás desesperado a cuando tienes otras oportunidades entre tus manos. La persona que decidió hacer esto hace dos semanas atrás, no es la misma que está aquí sentada decidiendo no darles a un bebé que no sé si podré tener pero desde luego no regalaré. —¡¿Naia?! Alzo la vista al oír mi nombre en una dulce voz y me encuentro con Elena, la mujer con la que había hecho el trato. Nunca vi a su marido, él viaja mucho y siempre ha sido ella la mediadora en este asunto. —¡Elena! —me levanto, le doy la mano y entonces sucede... Nunca podré definir lo que siento en este momento. No creo tener la capacidad para hacerlo y ser justa con cada espasmo que mi sistema nervioso experimenta. Es él, el tipo de la araña encima de la brújula tatuada en su mano. El hombre de aquella noche hace dos meses atrás que supuestamente murió. Es él y él mismo me tiene que dar palmadas en la espalda de la tos que tengo. —William —su mujer le espeta y yo toso más todavía —, iré por un vaso de agua. Ayúdale por el amor de Dios. Cuando ella se aleja y mi tos pasa a ser un jadeo ronco de estupefacción él me susurra al oído: —Por favor no digas nada. Deja que te explique. Pierdo la tos, el habla, el jadeo y lo pierdo todo al darme cuenta de que sabe quien soy, está intentando descaradamente que no lo delate frente a ella que evidentemente es su mujer. —Pero, ¿qué clase de miserable eres tú y cómo sabías que estaría aquí? ¿Lo sabías o no? Sigo sin dar crédito, todo esto es muy difícil para mi y la veo venir con el agua poniéndome más nerviosa, no se en qué clase de historia me estoy metiendo. —Sé que eres tú, sé que tenemos que hablar y por favor... —Aquí tienes, Naia —su hermosa esposa me pasa el agua que me bebo del tirón —. ¡Que susto! —profiere al ver que me empiezo a calmar —. Bebelo todo. Nos sentamos bajo la escrutadora mirada de todo el que está en este bendito lugar y yo sigo en shock. Entonces ella se disculpa cuando me ve más aliviada y se va al baño. Nos deja solos a su marido y a mi, la madre de su hijo... —Me follaste salvajemente siendo casado. No me lo puedo creer —le acuso. —Puedo explicarlo —alza la mano intentando que me calle —. Solo no ahora. No aquí. —Lo harás frente a ella, William —menciono si nombre saboreandolo entre mis labios. —Llevo dos meses obsesionado contigo, no sabes... —No te atrevas a usar esa excusa tan estúpida. Querías un polvo y ahora vienes por más pero no seré tu amante —bramo en un mascullo —. No soy la querida de nadie. Ni siquera sé qué demonios hago aquí. —Por favor, ella se irá y podremos hablar tu y... —No tengo nada que hablar contigo —repito inclinándome sobre la mesa —. Ni siquiera puedo verte a la cara sin... —Lo sé. —No sabes un demonio —reclamo viendo como ella vuelve —. No te atrevas a decir que sabes algo que no tienes una maldita idea. El mundo es muy injusto. Mientras su dulce mujer se acerca yo solo puedo oír en mi cabeza sus gruñidos de aquel día, sus gemidos en mi oído, siento las manos dominando mi cuerpo, la boca saboreando mi piel. Dios, le puedo sentir incluso dentro de mi y ahora he pasado de tener que explicarles que ya no les daré ningún bebé a decirle que tengl al hijo de su marido dentro de mi porque él es un cabrón infiel y yo una estúpida idiota. —Primero que nada Naia —me dice ella sentadose a su lado — quiero darte las gracias por hacer esto. —Es que... Yo me interrumpo a mi misma porque les veo tan perfectos el uno al lado del otro que no sé como me ha pasado algo así. Esperaba poder irme y olvidar todo esto para decidir sola que hacer con mi hijo y sin embargo ahora somos tres en la ecuación, vuelvo al desconcierto y necesito más tiempo para pensar. La siguiente media hora la paso soportando las sonrisas ingenuas de ella mientras la mirada abrasadora de su marido me consume. Él disimula muy bien cuando ella lo mira pero el resto del tiempo me devora con los ojos y no sé qué hacer. El tipo es un engreído miserable pero ella no merece salir del engaño en el que la tiene. Es tan dulce. Por suerte la llaman y se excusa posponiendo la reunión para mañana. Acepto porque no volveré pero una vez que se despide él y se va yo me levanto. —Por favor, espera. Él se ha quedado con la excusa de paga la cuenta y ella se va corriendo para que su esposo me haga sentar otra vez. No sé lo que estoy haciendo pero lo obedezco. —Que maldito miserable eres. —No la deseo, Naia —susurra acercándose —. Hace años no siento nada por ella pero está enferma. Morirá en dos meses y solo quiero que sea feliz lo que le queda. Me silencia esa verdad tan asombrosa y cruel. Suelto un suspiro tremendamente largo y me dejo caer hacia atrás. —No soy un cabrón, simplemente mi matrimonio está muerto y aquella noche... —No siga por ahí —le detengo —. Mejor dime cómo puedes plantearte tener un hijo con alguien que va a morir. —No pretendo hacerlo —cada vez todo me pone más asustada —. Por eso he querido reunirme contigo. Solo esperaba que pudieras decirle que sí, que tendrías ese bebé y yo te daré el dinero, ella no estará en unos meses y no habrá ningún daño. Meto mi rostro entre mis manos porque sus perfectas proposiciones serian un ideal y una muestra de absoluto cariño hacia su esposa si su hijo no estuviera ya, dentro de mi. Ahora es imposible todo. —Te acostaste conmigo sin preservativo. —Tú también eres culpable de eso —se defiende. Llevo semanas preocupada por mi estupidez. Esa noche estaba desesperada y quería cosas insensatas que luego se volvieron surreles y ahora aquí estamos... perdidos. —Por favor dime que tenemos un trato. Él me ha encontrado a mí...en tanto yo ni siquiera sabia que podía haber estado buscandolo a él. No puedo darle esa respuesta sin decirle lo demás. También me haría miserable si le oculto que tengo a su hijo dentro de mi y que cuando su mujer muera podrá ser padre. ¿Qué clase de destino retorcido es este? No puedo hacer una cosa ni otra, no sé qué decir o qué pensar incluso. Es todo un auténtico desastre y lo peor es justamente eso...que va a peor. —Estoy embarazada, William —susurro mirándonos —...de ocho semanas. Sus ojos entienden perfectamente lo que dicen mis labios. Yo le interpreto a la perfección y resulta que ahora es él quien se deja caer en el respaldo de su silla y no deja lugar a las dudas para que me percate de que es su turno de encontrarse tan perdido como yo y probablemente sea co consciente de que no hay trato por hacer. Las cosas han cambiado un poco y me temo que ninguno de los dos tiene idea de como arreglarlo. —No sé que decir —confiesa. —Creí que estabas muerto —intento cambiar de registro —. He vendido a romper el trato con tu mujer. —No sabes todo lo que... Mete su propia cabeza entre sus manos poniendo los codos en la mesa y luce casi tan perdido como yo al enterarme de todo esto. Supongo que en eso le llevo un poco de ventaja y no sé si me guste. Al final las cosas se han torcido bastante más de lo que pensaba...incluso de lo que parecía. Y no se ve muy cerca la solución...di es que la hay. Que tampoco lo sabemos.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD