Hybrid Queen

A U D R E Y Corría por el bosque, huyendo de unos lobos de la manada Luna Creciente que me perseguían para que vuelva a la manada y ser su Luna, lo que no sería ni remotamente posible que sucediera. No después de lo que él me hizo; el dolor y la humillación dominaban cada fibra de mi cuerpo, provocando que mis pensamientos fueran completamente egoístas respecto a todo lo que estaba sucediéndome ahora mismo. Nunca debí ser su Luna. Nunca debí abrir mi corazón. Nunca debí dejar a mi manada y familia de lado por un alfa. Se me ocurren tantos "Nunca debí..." en este momento que siento mis ojos picar con la intención de que deje salir mis lágrimas, pero no lo haría. No por él, una persona que no las merece. Fui tan inocente o tonta, como ustedes prefieran... Pero sentir el amor por primera vez en mucho tiempo me cegó por completo. ¿No les ha pasado que se enamoran de una persona y sienten que no existe nada más luego de él o ella, que harían lo que fuera para que sea feliz? Bueno, eso me pasó a mí. Me dejé llevar y terminó muy mal. Demasiado. Me escondí tras unos grandes arbustos que taparon completamente mi cuerpo cuando me agaché. Intenté controlar los latidos de mi agitado corazón para que no pudiera escucharlos o estaría perdida; luego de largas respiraciones lo logré. De entre las hojas los vi pasar —eran unos seis—, agudizando el oído esperando a que el mínimo error que yo cometiera me delatara para sacarme de mi "escondite". Y olfateando el aire como si realmente pudieran diferenciar mi aroma del de los demás cuando era imposible porque el.único que podía diferenciarlo a kilómetros de distancia era... mi alfa. Si es que aún debo llamarlo así. En realidad no, ya no estoy obligada a hacerlo. Cuando solamente se escuchó el ruido de los pájaros cantar decidí salir, viéndolos felices con sus parejas. Tal como yo días antes también con la mía, hasta que me di cuenta de la verdad, de las cosas que tramaba. > pensé con la ira recorriendo cada centímetro de mi cuerpo. Unas ramitas romperse en el suelo por unas pisadas firmes y seguras resonaron en mis oídos. No me atreví a voltear, aún creyendo saber de quién se trataba. —Una dama no debería salir corriendo mientras unos caballeros la siguen. —murmuró Drew, uno de los amigos de él. —Sí cuando una dama no desea volver a una manada para ser la Luna. —contradije seriamente, finalmente dignándome a voltear a verlo. —Luna, debe volver para poder mandar con el Alfa Ethan, se lo imploro. —suplicó en un tono lastimero y cuando sus ojos se encontraron con los míos bajó la cabeza en señal de respeto, por lo que puse los ojos en blanco. Odiaba profundamente cada vez que hacían eso. Un título que no pedí no me hacía diferente a ellos, seguía siendo una loba al igual que todos los demás. —Lo siento, Drew, pero yo no puedo volver a la manada y me gusto mucho ser su Luna, sólo que no estoy preparada para hacerlo ahora. —mentí descaradamente, cerrando los ojos un momento cuando todos los horribles recuerdos volvieron a mi mente. —Mi Luna, usted debe volver, se lo ruego... Él la extraña. —afirmó forzosamente, por lo que fruncí el ceño. —¿Quién los envió a buscarme? ¿Ethan o Aiden? —cuestioné usando la voz de alfa, otra de las cosas que odiaba pero en este tipo de situaciones era necesaria. Lo vi temblar ligeramente, casi imperceptible. Pero el agitado sonido de su corazón latiendo en mis oídos me dejaba en claro lo nervioso que estaba al no poder mentirme. Sin que me respondiera, tenía muy en claro quién había sido. —El beta Aiden. —admitió con vergüenza tras soltar un suspiro —. Lamento haberle mentido, Luna. > mis pensamientos me atacaron clavando dagas en mi ahora frágil corazón, haciendo que apretara con fuerza los puños. —Te perdono, Drew... Pero aún así lo siento, no puedo con ese cargo ahora. No le digas a nadie que me viste. — Ordené usando por última vez la voz de alfa y me transformé en mi loba. Salí corriendo mientras sentía tristeza mezclada con ira por no poder ser su Luna. Ellos me apreciaban mucho, recuerdo la felicidad presente en cada uno de los miembros de esa manada cuando por fin su alfa encontró a su Luna destinada... Drew y los demás fueron tan inocentes como yo al creerle. E T H A N Ella se fue y no volverá jamás, o al menos eso fue lo último que me dijo con lágrimas en sus ojos antes de correr lo más lejos posible de mi lado. Ese recuerdo no salía de mi mente a pesar de ya haber pasado casi una semana, pero no me importa. Mejor dicho, no podía importarme. Hice todo lo que mi padre me ordenó y aún así él estaba enojado conmigo. ¿La razón? Desgraciadamente, los lobos de aquí se encariñaron con su Luna, por lo que, aún en contra de lo que yo les ordeno, van a buscarla al bosque con la esperanza de encontrarla y que volvamos a ser "felices". En contra de su voluntad será la única forma de que Audrey vuelva aquí, pero no creo que ellos sean capaces de llegar a esos extremos; no se atreverían a hacer nada para lastimarla. Me encontraba solo en mi oscura habitación con una copa de vino en la mano y mirando por la ventana, lo único que iluminaba el interior de estas cuatro paredes. Se sentía tan... vacío. Me sobresalté al escuchar cómo abrían bruscamente la puerta. Dispuesto a gritarle a la que creía sería una mucama me volteé, pero rodé los ojos al ver a mi mejor amigo. —Un "Con permiso" la próxima vez podría ahorrarme un ataque cardíaco. —musité de forma sarcástica en un tono algo seco. —¿Hay noticias de Audrey? —preguntó Aiden ignorando lo que dije anteriormente. Es mi beta y mejor amigo, tiene suerte de serlo o de lo contrario lo habría golpeado por no contestarme con respeto. Aiden es el fan número #1 de Audrey por aquí, a pesar de que le había contado el plan que tenía contra ella le agarró un gran cariño que me preocupaba. La protegía, cuidaba y hasta amaba; las tres cosas que temía que pasaran porque yo mismo no hacía ninguna. Parecía que sí porque era un gran actor, pero en realidad todo era una absurda mentira... Me aproveché de su vulnerabilidad. —No, los lobos aún no la han encontrado, y no debería importarte. —contesté con simpleza, queriendo ahorrarme una conversación acerca de ese tema. —Ella es su Luna y la aprecian demasiado porque es la segunda mejor que hemos tenido. Todos quieren que Audrey vuelva, Ethan. —dijo algo que tenía muy en claro. > pensé suspirando al pensar en la mujer que me dio la vida. Cómo la necesitaba en ese momento, al igual que desde que se fue si soy sincero. Amelia Montgomery fue todo para mi padre y para mí; sin embargo, lamentablemente la Diosa Luna decidió llevársela muy temprano. Exactamente cuando yo acababa de cumplir diez años. Quizá eso me hizo un poco parecido a mi Luna, esa era una de las cosas que teníamos en común: padres amados muertos. —Audrey ya no es su Luna. Muy pronto será Emily, y eso ya está decidido. Su nombramiento oficial se realizará en tres días. —le informé seriamente mientras bebía un poco de vino. —Audrey siempre será su Luna aunque trates de negarlo, pero hay algo que me pregunto siempre. ¿Qué fue lo que pasó contigo? Odiabas profundamente a Emily por haberte engañado ¿y ahora la haces tu Luna? Eso no tiene ninguna lógica, Ethan. —manifestó confundido y de brazos cruzados. —Tú mismo lo dijiste, antes la odiaba, pero cambié de opinión y ahora estoy de nuevo con ella. —espeté terminando de beber el contenido de mi copa y dejándola con algo de brusquedad encima de mi escritorio. Emily era mi ex novia, pero ahora se convertirá en mi Luna y compañera de vida porque cuando deje a mi destinada necesitaré a otra que ocupe su lugar antes de que me convierta en un caos. Los alfas que dejan a sus parejas no vuelven a ser los mismos a menos que encuentren a otra para reemplazarlas; Emily será el perfecto reemplazo de Audrey. —Cambiaste mucho, y solo ella podrá hacerte volver a la realidad, yo lo sé. Solo voy a decirte que no me importa perder tu amistad para que vuelva... y si no cambias de opinión, entonces dejaré de ser tu beta y mejor amigo. —advirtió antes de irse a rápidos pasos, cerrando finalmente de un portazo. Un rugido por parte de mi lobo no se hizo esperar. Tiré la copa al suelo viendo cómo se convertía en un millón de pedazos y comencé a romper cada cosa frente a mí. Parecía un niño haciendo un berrinche cuando no le dan lo que quiere, pero cuando mi lobo interior se enojaba era capaz de obligarme a hacer cualquier cosa, ya que aún no lo tengo del todo bajo control. —¡Todo es tu culpa, Audrey! —grité con odio, pero una parte de mí sabía que era lo contrario; toda la culpa era mía desde el comienzo hasta el final. > pensaba cuando ya estaba sumido en la oscuridad que ahora era mi vida. Solo, con todo roto a mi alrededor, llorando y gritando por las malas decisiones que he tomado a lo largo de mis veinticinco años. Ella ya no está aquí, me dejó por haber sido un idiota y no haberla tratado como se lo merecía.