Capítulo 4

2157 Words
Adelaide Amanda y yo éramos las únicas personas en el elevador, lo que significaba que los demás habían llegado bastante temprano, los buitres buscando un poco de comida. No hablamos en todo el camino hacia la cima, en el edificio Royal, uno de los más reconocidos, todos querían vivir ahí, pero solamente porque en el Penthouse vivía desde hace más de una década el Señor Kraus. En ese momento le había dado la casa familiar a mis padres y a mi, con la espera de que nacieran futuros nuevos miembros de la familia, no se esperaba que en su lugar perdiéramos dos miembros, mis padres. Cuando las puertas se abrieron de nuevo dejé de pensar en ello, tenía algo más en lo que preocuparme. Mi abuelo llevaba enfermo desde hace más de un mes, razón por la cual regresé a casa, sino fuera por el primer atentado, seguramente me habría tomado más tiempo regresar. Sin embargo, después de tener una charla con la enfermera que cuidaba de él, no tuve más remedio que venir a verlo. Pese a su pésimo temperamento y su acciones cuestionables en algunas ocasiones, mi abuelo era la única familia que me quedaba, que realmente se preocupaba por mi. Por eso, fui directo a su cuarto y me dirigí a él de inmediato. Todas las conversaciones se interrumpieron cuando entre, no dejaban de mirarme para saber que haría a continuación y sobreanalizarlo después, algo que no me importaba.  Cuando el abuelo me vio sus ojos se iluminaron y me miraron fijamente, mientras con una de sus manos intentaba hacer a un lado la máscara de oxígeno para hablar. Le costó un poco realizar el movimiento con su mano, y tuve que asistirlo un poco. —Me alegra tanto ver tu rostro —me susurró. —Perdona si tomó demasiado tiempo, quería verte pronto y para ello deseaba obtener mi diploma primero, esperaba que nos tomaremos una buena foto en mi graduación —le di excusas verdaderas. —Lo sé, me alegro que al menos todos estamos juntos de nuevo. —¿Estarás mejor pronto? —pregunté. —Por supuesto —respondió y extendió su mano hacia mi, para que la sujetara y la mantuviera entre mis manos. Alguien me trajo una silla y me senté a su lado, mientras la enfermera le ponía el oxígeno de nuevo. Muchas otras veces el señor Kraus enfermó y todo en la compañía se salió de control, no queríamos que eso pasara de nuevo. —Volveré a poner la máscara —dijo la enfermera antes de realizar la acción. Entonces, me quedé allí sujetando su mano en silencio, sintiendo un nudo en mi pecho lleno de malos presentimientos. Sentí que alguien más ingresaba a la habitación; pero no me giré a mirar quien era, hasta que la señora West rodeo la cama y se posicionó al otro lado de la cama, frente a mi. Ella me miró de soslayo, luego dio un corto vistazo hacia la puerta y bajó su cabeza para susurrar algunas cosas a mi abuelo. Tuve curiosidad sobre su conversación, pero no había manera de llegar a escuchar con tantos susurros de los familiares presentes, algunos hablaban sobre la ausencia del tío Leopoldo, a quien mi padre había enviado en un repentino viaje de negocios, como si en realidad esperase deshacerse de él por un tiempo, de su esposa tampoco se sabía mucho, siempre ha sido una mujer muy alejada de la familia, así que de todos modos no hace mucha falta, ni se le extraña; en realidad, creo que nunca le hemos agradado así que finge llevarse bien con nosotros en las reuniones familiares y luego desaparece en su mundo de nuevo. Dejé de pensar en ello e intenté afinar un poco mi oído para escuchar de forma atenta, aún más cuando mi abuelo se bajó un poco la mascara de oxigeno y le dijo un cumplido a la señora West sobre una antigua falda azul, entonces dejé de prestar atención. De nuevo, vi que la señora West miró hacia las puertas detrás de mí y comprendí entonces que no había venido sola, y mi corazón se emocionó por un momento mientras miraba atrás con cuidado para encontrar a Damián de pie, mirándome de vuelta.El se veía más maduro de lo que recordaba, puede que haya crecido unos centímetros más desde la última vez que lo vi, cuando era un recién graduado y estaba listo para la Universidad. Era de las pocas personas que me agradaba, aunque su madre nunca ha sido mi favorita, no sé me hacía confiable en lo más mínimo. A veces me preocupaba que Damián en realidad fuera como ella, pero a mi me mostraba otra cara por la relación que teníamos, probablemente es así.  Volví la mirada a mi abuelo que hablaba con su abogada como podía, ellos tenían su propio lenguaje secreto después de tantos años de trabajo. Él siempre me decía que había visto el potencial de aquella mujer y la había ayudado a hacerse un nombre, los dos se debían bastante el uno al otro y eso era algo que no podían cambiar. Por todo ello, la señora West nunca dejó el lado de mi abuelo, todos saben que su cliente principal es Blaz Kraus, y ni él, ni su compañia podían vivir sin ella. —Entiendo, señor —dijo la señora West, y por un momento vi el reflejo de un poco de tristeza en sus ojos, comprendiendo que realmente tenía aprecio por el viejo y no era solamente negocios. Sin que nadie se diera cuenta, la mano de la abogada dio una sutil caricia en la mano del señor Kraus y este pestañeó en respuesta, agradeciendo el afecto —, me encargaré de todo con cuidado —dijo en voz baja, sin preocuparse porque yo escuchara. —El abuelo mejorará —dije de repente, como si temiera que todo su acto pronosticara una negación a mi reciente afirmación, y en respuesta ambos me miraron sorprendidos. —Por supuesto que sí —dijo ella en tono serio y retrocedió —, me da gusto verla de nuevo, espero nuestro próximo encuentro sea en mejores circunstancias —dijo a modo de despedida y se marchó. Poco después la enfermera pidió que todos se marcharan para que mi abuelo pudiera descansar un poco, así que tuve que soltarle la mano y dejar que todos se acercaran a despedirse. Me quedé a los pies de su cama, esperando que todos se marcharan para tener un minuto de privacidad con él y la enfermera pareció entender mi objetivo, por lo que se acercó a tener una charla sin sentido sobre el clima y demás, para ayudarme a ganar tiempo. Cuando todos se fueron, ella cerró las puertas de la habitación y mi abuelo me observó con mucho cuidado mientras me acercaba de nuevo. Puse mi mano en su rostro y luego le di un beso en la frente con todo mi cariño. —Volveré. Él asintió en respuesta. —Mi niña, no dejes que te coman los buitres —se sacó la mascara y lo dijo con bastante claridad, por lo que asentí en respuesta, y me despedí. Amanda, quien me esperaba afuera, me acompañó siempre caminando un paso detrás de mí, preparada para el encuentro real con mi familia en la sala de estar. Me sorprendí al ver que Kristin, mi tía, retenía a la señora West con un sin fin de preguntas. Me acerqué de forma cuidadosa y alcancé a escuchar la palabra testamento, hasta que fui interceptada por mi primo Lukas. —No sabía que habías vuelto —me dijo en el mismo instante en que se interpuso en mi camino, siempre fue un chico que intentaba llamar la atención y demostrar que tenía poder, aunque su estatus dentro de los Kraus era bastante cuestionable, después de todo su primer apellido no era realmente Kraus sino Steves; pero siempre se presentaba como Lukas Kraus o Lukas S. Kraus si miaábas su tarjeta de presentación profesional, hubo un tiempo en que su padre empezó a ser un hombre importante y Lukas usaba su apellido, hasta que todo se arruinó, mis padres murieron y el matrimonio de mi tía terminó en divorcio, me atrevía a decir que todo fue parte de una serie de eventos desafortunados conectados entre sí. —Hola, Lukas. ¿Cómo estás? —intenté recordarle la cortesía del saludo. —Sabes cómo estoy, y yo también sé cómo estás, ¿para qué preguntar? —Simple cortesía, se enseña desde la niñez… —Ya…, mi queridísima prima, perdone mi rudeza —se burló de mí —. Aunque sigas siendo tan estirada, me sigues agradando prima. Entonces, ¿qué dijo el abuelo? No es que hable mucho últimamente y en realidad me entristece, me hace falta que me regañe todos los días —dijo un poco compungido y no supe si creerle. —No ha dicho nada —dije en respuesta y él me miró con extraña sospecha, parecía acusarme de algo y no sabía de qué. —Vale, por supuesto que no —dijo sin realmente creerlo. —Qué conversación más incómoda, ¿necesitas rescate, sobrina? —preguntó mi tío Johan y lo miré de soslayo —. No deberíamos hacer acusaciones extrañas en nuestra primera reunión familiar completa, después de tanto tiempo —dijo a su sobrino —. ¿Cómo te fue en los estudios en París? Es bueno tener una artista en la familia. —Bien, graduada con honores —le dije. —Digno de los Kraus —dijo él con una sonrisa poco amigable y una copa de vino en su mano derecha, estaba bastante cómodo y nada preocupado. —Gracias —decidí tomarlo como un cumplido. —¿Y… a qué se debe su regreso?  —Mi abuelo, está enfermo, ¿por qué no regresar? —pregunté un poco ofendida. —¿Es esa la única razón? —preguntó. Me quedé en silencio por unos segundos, intentando entender a qué se refería, y preguntándome si de algún modo estaba auto revelándose como un posible verdugo. El tío Johan, conocido por su tenacidad en los negocios, nada lo conmueve y si debe destruir a su paso, lo hará. Mi padre y él siempre tuvieron gran rivalidad, aunque hubo muchos intentos de resolver aquel asunto, Johan siempre buscaba ser el mejor y único ganador, no le agradó mucho que mi padre fuera elegido como principal heredero, aunque era el mayor y por tanto, no era extraño que así fuera. Además, mi abuelo siempre le dio a su tercer hijo un lugar merecido, era m*****o de la junta, siempre estuvo en las reuniones más importantes y gozaba de todos los privilegios. Pero, luego de la muerte de mis padres, los privilegios bajaron y la vida de todos cambió. —¿Qué otra razón podría haber? —pregunté y él me miró sin saber qué decir —, si me disculpan, tengo otras cosas que hacer ahora que he vuelto. Hablaremos más en la siguiente reunión —dije con una sonrisa fingida —, hasta pronto. Y si era posible, hasta nunca. Fui directo hacia el elevador, justo cuando la señora West y su hijo Damian también escapaban. Ambos nos miramos indecisos, no éramos una buena combinación para las miradas provenientes de la sala de estar. Sin embargo, era tal el desespero de salir de allí, que todos entramos, ansiosos por bajar y salir de allí.  —Me alegra verla de nuevo —dijo Damian después de casi un minuto lleno de silencio, en el cual incluso nos ignorábamos un poco. —Igualmente, Damian, ¿cómo has estado? —le pregunté. —Bien, escuché que te graduaste en arte —continuó la conversación de forma fluida —, ¿podré ver algún cuadro tuyo en el futuro? —Claro que sí, espero exhibir algunos dentro de poco, cuando mi abuelo mejore —le dije y se vio complacido por la respuesta —, te enviaré una invitación sin falta. Las puertas se abrieron y vi a mis guardaespaldas esperando por mi. —Les deseo un buen día —dije como despedida y me marché. Damian parecía querer hablar un poco más; pero lo dejaría para después. —Me estoy quedando en la casa familiar, si algún día quieres visitar —añadí en voz baja y el asintió en respuesta. Amanda y yo caminamos hacia el auto y salimos de allí, en compañía de los guardaespaldas. El hombre nuevo, Dan, no habló ni un poco, simplemente observó toda la situación y lideró el equipo. Me sentí más tranquila en el auto, con el deseo de volver a casa y relajarme un poco mientras leía con cuidado algunos documentos. Pero, el día no podía terminar tan tranquilamente… —Nos están siguiendo —dijo el conductor y Dan, en el asiento de copiloto empezó a mirar el espejo lateral con insistencia.
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